
El tenso comienzo de legislatura en EEUU, los cuantiosos planes de gasto y las subidas de impuestos del presidente Joe Biden, el culebrón italiano y, por supuesto, la onda expansiva de la bronca en Murcia que ha llegado a la Comunidad de Madrid, donde Pablo Iglesias espera ocupar algún puesto tras dejar la vicepresidencia del Gobierno: todas estas noticias evidencian que el ruido acapara los titulares y la atención de los inversores, pero no dejan de ser palabrería. A la bolsa le afectan más las iniciativas, sobre todo legislativas, algo que no se prevé en ningún sitio. La persistencia del bloqueo es un factor alcista.
Los votantes, que aspiran a que su voto sea útil, detestan la inactividad derivada de la parálisis política, que, además, crispa el debate al culparse unos a otros de la situación. En cambio, a la renta variable le encanta porque las grandes reformas legislativas generan ganadores y perdedores y obligan a las empresas a cambiar de planes; una circunstancia que desaparece con el bloqueo y, con ella, un riesgo menos que afrontar. Es un alivio que suele pasarse por alto.
A principios de diciembre señalé que los estadounidenses habían votado abrumadoramente por el estancamiento. Por más que los demócratas de Biden conquistaran la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso, lo hicieron por un margen históricamente estrecho. En la Cámara de Representantes, su ventaja no era tan exigua desde 1893 y, en el Senado, partido en dos y donde solo la vicepresidenta Kamala Harris puede romper los empates, desde 1885.
Los mercados son alcistas cuando existen carencias de iniciativas legislativas
Estos márgenes tan ínfimos atan de pies y manos a los demócratas en el Capitolio, donde no prosperará ninguna iniciativa que no concite el consenso. Prueba de ello fue el debate sobre el paquete de ayudas contra la pandemia del presidente, valorado en 1900 millones de dólares y aprobado en marzo. El Partido Demócrata tuvo que reducir la cuantía de las prestaciones y renunciar al alza del salario mínimo prevista para poder promulgarlos. Ahora Biden anuncia grandes subidas de impuestos, un asunto espinoso del que puede ir olvidándose.
En Europa, Mario Draghi, exgobernador del BCE, es el nuevo primer ministro de Italia, pero, como su predecesor Giuseppe Conte, es un líder no electo al frente de una coalición frágil, lo que prolonga la inacción. Tal vez encuentre la manera de repartir las ayudas fiscales de la UE, pero poco más. De hecho, la contratación de la consultora McKinsey para que le asesore en el Plan de Recuperación ya ha producido algún desencuentro en el seno del Gobierno y la desesperantemente lenta campaña de vacunación está en boca de todos.
En un ambiente de gran expectación, las elecciones holandesas del 17 de marzo le depararon dos escaños más al centroderechista Partido Popular por la Libertad y la Democracia de Mark Rutte, dado que solo cuenta con 35 de un total de 150. Para lograr la mayoría deberá aliarse con, al menos, tres partidos más, conque la parálisis política está garantizada durante años. Asimismo, en Israel, los cuartos comicios celebrados en un lapso de dos años también han dado paso a una situación de bloqueo.
En Alemania, la gran coalición entre la Unión Cristianodemócrata y el Partido Socialdemócrata avanza vacilante hacia las elecciones de septiembre. Ningún candidato goza remotamente de la popularidad de Angela Merkel. Su sucesor en el partido, Armin Laschet, ya ha cosechado dolorosas derrotas en dos votaciones regionales, lo que no es precisamente un espaldarazo a su liderazgo, ni mucho menos a un Gobierno que, en fin, está formado por otra coalición inactiva y dividida, incapaz de tramitar proyectos de ley importantes.
En España, a la coalición de izquierdas le costó mucho cerrar un presupuesto, y eso antes de que Iglesias sembrara más dudas. Pese a que las elecciones catalanas otorgaron más poder a los independentistas, no parece que vaya a repetirse el caos del referéndum de 2017. Asimismo, el Parlamento Europeo seguirá viviendo una situación de bloqueo hasta las elecciones de 2024.
Paralelamente, en Japón, los errores en la gestión de la pandemia minan el apoyo que tanto necesita el primer ministro Yoshihide Suga. Su caída de popularidad le ha forzado a aplazar sus iniciativas más radicales o controvertidas.
Los focos de conflicto son escasos. En Escocia, donde las elecciones de mayo han reavivado el debate independentista, el Partido Nacional Escocés seguramente no logre el beneplácito del Reino Unido ni aun consiguiendo la mayoría. Sin él, el eventual plebiscito carecería de reconocimiento internacional, condenándolo a un destino similar al del voto catalán. En cuanto a Hong Kong, China ya aplazó en una ocasión las elecciones de septiembre de 2021, por lo que no puede descartarse que vuelva a hacerlo. Es de esperar que ambas regiones copen la actualidad, pero son demasiado pequeñas como para desestabilizar los mercados internacionales.
Por lo tanto, salen perdiendo la acción de gobierno, los anhelos del votante y las ambiciones de los políticos. Gana la capacidad de adaptación del capitalismo gracias a la ausencia de grandes cambios y a la estabilidad que esta genera. Las acciones anticipan este éxito, llamado a convertirse en un poderoso acicate a escala mundial hoy y durante todo 2021.