La recuperación post COVID no va a producirse si no hay un espectacular desarrollo de las energías renovables. Es necesario disponer de nuevas maneras de consumir energía de una manera más eficiente, más limpia y respetuosa con el medio ambiente.
Ya antes de la pandemia, los distintos gobiernos de la Unión Europea habían establecido ambiciosos objetivos de reducción de emisiones de CO2 y de penetración de energías renovables a través de los planes nacionales de energía y clima (PNIEC) y diversas estrategias de lucha contra el cambio climático. La recuperación post COVID obliga a que estos planes se hagan realidad de manera más rápida y profunda. Son tiempos de plena revolución verde, de pisar el acelerador y actuar.
En el caso de nuestro país, el PNIEC establece, en su caso base, para el año 2030 una penetración acumulada de energías renovables de 20 GW adicionales a los actuales en energía eólica y 40 GW adicionales en energía fotovoltaica. También prevé un cierre progresivo de la producción eléctrica con carbón a completar en 2025 y el inicio de un cierre gradual de las centrales nucleares a partir de 2027.
España debe seguir beneficiándose de un mix diversificado en el que todas las tecnologías suman
Adicionalmente prevé un crecimiento sostenido de la demanda de electricidad, fruto de una sociedad cada vez más electrificada y, al mismo tiempo, más eficiente al respecto de su consumo eléctrico. También persigue un fomento claro del almacenamiento y apuesta por el vehículo eléctrico; como vector paralelo de la transición, el PNIEC impulsa los gases renovables que, en buena parte, requieren de un mayor consumo eléctrico como es el caso del hidrógeno verde.
Los objetivos son por tanto múltiples, correlacionados, muy ambiciosos y retadores. Para poder articular todos ellos entrado 2030, el mismo PNIEC define, en su caso base, la permanencia en el sistema de los 26 GW actuales instalados de ciclos combinados. Es lógico que el PNIEC considere que España debe seguir beneficiándose de un mix muy diversificado en el que todas las tecnologías de generación suman, y que a su vez ponga en valor una tecnología basada en gas natural (por tanto, muy respetuosa con el mundo bajo emisor de carbono) que ya está disponible y que, por tanto, no requiere de nuevas inversiones. Dicho de otro modo, el PNIEC establece que el gas natural es un vector de ajuste imprescindible para hacer viable el buen cumplimiento de todos sus objetivos. No hay, por tanto, posibilidad de evolucionar en renovables sin tener muy en cuenta el papel de las centrales de gas.
Es imposible evolucionar en renovables si se prescinde del aporte del gas
La propuesta que hace el PNIEC tiene todo el sentido. Los ciclos combinados tienen un papel clave que jugar para cubrir la demanda de electricidad y garantizar el suministro, particularmente en momentos del año en los que el resto de las tecnologías no alcanzan a cubrir, bien por motivos de muy elevada demanda -escenarios extremos como los del pasado enero- o bien, ante fenómenos anticiclónicos con gran ausencia de generación eólica.
Sin embargo, hay un punto que el PNIEC no aborda y que complica todo lo anterior: el diseño del mercado eléctrico actual basado solamente en retribuir la energía producida, lo que resulta insuficiente para garantizar la viabilidad económica de la inmensa mayoría de esos 26 GW de ciclo combinado. De hecho, el PNIEC establece unos niveles previstos de producción media de la tecnología que confirman la inviabilidad económica del ciclo combinado medio, si se tienen en cuenta solamente las previsiones medias de precio de OMIE durante la década (en el rango de los 38-42 EUR/MWh).
La evolución actual de los precios del CO2, muy al alza, consecuencia de unos compromisos medioambientales cada vez más exigentes a todos los niveles, no hace más que agravar el problema. El diseño regulatorio actual no es, en principio, compatible con los objetivos que esta misma regulación, vía el PNIEC, establece.
Para que el PNIEC sea una realidad tangible en todos los objetivos que se marca, y más en concreto, para alcanzar la penetración prevista de renovables en España, es necesario que dicho PNIEC y su correspondiente regulación sitúe a las centrales de ciclo combinado al servicio de los objetivos de la transición energética. Por ello, es más urgente que nunca, el desarrollo de mecanismos de remuneración de capacidad que permitan que estas centrales puedan cubrir, de un modo razonable, sus costes operativos más allá de los ingresos procedentes de la venta de electricidad en el mercado. No se trata, en modo alguno, de asegurar una mínima rentabilidad industrial para estas centrales, sino de que el propio regulador haga viable y sostenible el modelo que, vía el PNIEC, busca regular. Y para ello, es necesario retribuir esa capacidad de generación que debe permanecer disponible de manera adicional al propio mercado. Sólo así se conseguirá dotar de estabilidad al sistema eléctrico y, por consiguiente, a los propios objetivos del PNIEC.
A este respecto, la situación es preocupante. El pasado septiembre se planteó una consulta no vinculante al sector de cara a diseñar un mecanismo de capacidad que diera respuesta a estas necesidades del sistema y, al mismo tiempo, dotara de visibilidad a largo plazo a todos los agentes implicados. Muy poco se sabe desde entonces, más allá de que la gran mayoría de las centrales de ciclo combinado, en términos consolidados anuales, está cada vez más lejos de recuperar sus costes operativos.
El escenario es claramente inconsistente: Por un lado, la Administración lanza señales a los ciclos combinados respecto a la necesidad clara de que se mantengan en el sistema; por otro, la misma Administración no propone soluciones a una situación que va camino de perpetuarse en el tiempo (desde 2018 se vienen reduciendo o eliminando los mecanismos de apoyo a las centrales de gas) y, por último, el consumidor sigue pagando y el sistema sigue recaudando a través de los peajes y cargos unas cantidades, en concepto de pago por capacidad, que no se utilizan para retribuir esa capacidad firme.
Una revisión somera del PNIEC y de las distintas hojas de ruta que definen la transición energética en el horizonte del año 2030 prevista en España muestra que el gas tiene un papel claro que jugar. El sector no puede esperar más a que el papel del gas se reafirme a través de un marco regulatorio claro, robusto, estable y sólido. Disponer de un mecanismo de capacidad bien diseñado, dando visibilidad a medio y largo plazo, tanto a los agentes generadores en mercado como a los organismos operadores del sistema y a los consumidores, es fundamental para poder avanzar en la senda marcada por el PNIEC. En ese sentido, sin perjuicio de las muy diversas soluciones tecnologías que existan, los ciclos combinados son la tecnología más competitiva, dado que las inversiones están ya realizadas y su buen desempeño técnico está más que contrastado.
Si no se actúa de manera rápida y decidida a la hora de abordar, con total prioridad, el modelo de mecanismos de capacidad que el mix energético español necesita, existe el grave riesgo de que los objetivos PNIEC queden en un mero limbo teórico inalcanzable. Precisamente por eso, es tiempo de tomar decisiones muy concretas, de ser audaces y ambiciosos y de pensar a lo grande respecto al mix de generación que España necesita y que España se puede permitir.
Al igual que se están estableciendo sendas claras y mecanismos de fomento para la penetración de renovables (subasta del pasado 26 de enero y esquemas subsiguientes) y para el desarrollo de nuevas tecnologías de generación basadas en metano, hidrógeno, biomasa, etc. (futuros fondos europeos) es perentorio definir estas sendas para otras tecnologías, muy arraigadas en el sistema como el caso de los ciclos combinados de gas. Solo de esta manera seremos, todos juntos, capaces de avanzar en el camino de la transición ecológica que España necesita.