Invertir bien los fondos europeos es absolutamente clave para la recuperación económica. Cataluña debe tener el mejor Gobierno posible al mando de la gestión de estos fondos. ¿Cuál es el mejor gobierno posible? Podemos aprender algo al respecto viendo cómo han gestionado los últimos Gobiernos catalanes esos fondos y la propia economía.
Tal vez en ningún capítulo se aprecie mejor la falta de interés de los líderes independentistas por solucionar problemas reales de los ciudadanos que en la ejecución del dinero europeo. España es el país que menos fondos ha ejecutado de los asignados para 2014-2020; hay 3 años de carencia para gastarlos, así que todavía quedan dos, pero actualmente estamos en el 36%. Lo grave es que en Cataluña estos datos son muchísimo peores: ha gastado solo 70 de los 609 millones que tiene asignados en el Fondo Social Europeo. ¿Es que no hay parados en Cataluña a los que ayudar? De los Fondos de desarrollo regional solo ha gastado 320 millones de euros, de los 1.671 que le corresponden. ¿No hace falta ningún apoyo financiero europeo para mejorar la competitividad, para el ajuste estructural de la economía?
El independentismo es el responsable de que Cataluña haya perdido el liderazgo económico nacional
Es evidente que los acontecimientos de 2017 –la desobediencia de los líderes independentistas, el intento de golpe y la celebración de un referéndum ilegal de independencia-- aumentaron la incertidumbre y tuvieron claras repercusiones en los indicadores económicos y sociales de la comunidad.
Cataluña ha perdido el liderazgo económico de España. Mientras en 2000 Cataluña contribuía 1.5 puntos más que Madrid al PIB de España, ahora Madrid contribuye medio punto más. Fue precisamente en 2017, en plena agitación del procés, cuando Madrid adelantó a Cataluña. La inseguridad jurídica y la incertidumbre llevaron a que Cataluña fuese cada vez menos competitiva. Mientras que en 2010 ocupaba el puesto 106 entre las 281 regiones de Europa; en 2019 bajó hasta el puesto 161 (según el Índice de Competitividad Regional Europea).
El dinero, nacional y extranjero, no puede tener otra respuesta a la enorme inseguridad jurídica que escaparse. Nada da más miedo a los inversores que unos gobernantes que no respetan la ley se consideran por encima de ella. Ya son más de 6.000 las empresas que han abandonado la región desde el 1-O. En los últimos 4 años, los extranjeros que invierten en España han reducido a la mitad la proporción del dinero que invierten en Cataluña del total invertido en España.
Sin inversión, no hay creación de empleo. Solo en el año posterior al 1-O, según el BBVA, Catalunña creó entre 27.000 y 31.000 empleos menos de los que hubiera creado en una situación normal. Es decir, el coste en empleos del procés, en el primer año, fue de un 1% de la afiliación total de Cataluña. Perder 30.000 empleos sería equivalente a que, en una población como Granollers, todos los trabajadores se quedaran en el paro.
¿Y qué puede esperarse del futuro? Cataluña cuenta con unas previsiones de crecimiento peores que las de la media española. Se prevé que pierda un 11,2% de su producto interno bruto cuando se conozcan los datos completos de 2020. La caída de afiliaciones a la Seguridad Social ha sido también superior a la del resto de España. Las proyecciones indican que entre 2020 y 2021 se perderán 85.000 empleos, y que el paro llegue al 14,4%, con una tasa de crecimiento de empleo de solo un 1,3% para 2021.
Sería irresponsable y suicida dejar que el separatismo maneje los fondos europeos
Ahora, con el fondo de recuperación Next Generation para afrontar las consecuencias de la crisis causada por la Covid-19, la Generalitat tendrá mucho más dinero para gastar, incluyendo el que arrastra de los fondos no ejecutados. A la vista de lo ocurrido, ¿podemos dejar que el independentismo maneje estos fondos? Está claro que no. Sería irresponsable y suicida. Su juego es tensar la cuerda, enfrentar, romper, aunque eso le cueste caro a la gente, aunque Cataluña pierda el tren de la recuperación económica.
Hace ya 15 años, los fundadores de Ciudadanos avisaban de que Cataluña estaba gobernada por dirigentes más preocupados por cuestiones identitarias que por los problemas reales de la gente. Por desgracia, la situación no ha hecho más que empeorar, especialmente a partir de 2012, del inicio del malhadado procés. Desde entonces, la única meta de los líderes independentistas es la ruptura con España; el resto son asuntos que no han merecido mucho su atención ni sus desvelos.
Es evidente que Cataluña necesita un Gobierno dedicado a tiempo completo a la reconstrucción y a aprovechar los fondos europeos para salir de la crisis. No hay tiempo para más delirios independentistas, para aventuras descabezadas que, además de deshacer la convivencia, destrozan la economía y arruinan la prosperidad de los ciudadanos. Es la hora de un cambio sensato y moderado que empiece a reparar los daños y siente las bases de la recuperación política, económica y social de Cataluña.