El título de esta columna no se refiere a la tragedia que trajo desde China la Covid-19 sino a algo más permanente: el crecimiento de las desigualdades, que ya se inició a finales del siglo XX y que en el siglo actual no ha hecho sino agudizarse. Lo describe y analiza muy claro y muy profundamente el profesor Carlos Sebastián en su último libro, "El capitalismo del siglo XXI", editado por Galaxia Gutenberg y aparecido en enero de 2021.
Así, por ejemplo, en los Estados Unidos entre 1973 y 2013 la productividad por hora creció un 61%, mientras que la retribución salarial sólo aumentó un 19%. Un dato revelador que resume el profundo desequilibrio que se ha ido ahondando.
Los sectores que se han creado por la revolución digital explotan a los trabajadores
Algo parecido ha ocurrido en la UE. En efecto, en el sector manufacturero en 2019 el salario real es sólo un 7,7% superior al del año 2000, mientras que la productividad es un 45,5% mayor. En el sector servicios se aprecia algo similar: la productividad aumenta bastante menos que en las manufacturas (un 10,4% en veinte años), pero el salario real aumentó sólo un 1,5% entre 2000 y 2019.
Sebastián señala el origen de esto desequilibrios:
"La elevación de la precariedad laboral, la pérdida de poder de los sindicatos debida a cambios en las reglas de la negociación colectiva, los abusos con las horas extraordinarias no remuneradas y unas políticas de empleo menos decididas han estado detrás de ese deterioro económico de los asalariados. Además, los monopolistas que operan en los mercados de productos han incurrido en tácticas de colusión en la contratación de empleados. Por otra parte, los nuevos sectores y la nueva forma de producir y vender creados por la revolución digital (las plataformas) abusan de los empleados en un contexto en el que sus derechos laborales están poco defendidos y peor definidos".
La pérdida de poder de los sindicatos es uno de los factores más relevantes a la hora de explicar la debilidad salarial, y esa pérdida de poder negociador por parte de los sindicatos tiene su origen, a mi juicio, en la desconcentración laboral, es decir, en la desaparición de los grandes centros de trabajo. Y no sólo en la industria, también en los servicios (desde los bancos hasta los grandes almacenes). En efecto, la unión hace la fuerza y la dispersión trae consigo la debilidad.
Mientras tanto, en EEUU los altos ejecutivos han pasado de ganar 42 veces el salario medio en 1980 a 347 veces en 2017. Y, desde luego, no es el mercado el que determina esos sueldos exagerados. "¿Qué mercado?", se pregunta Carlos Sebastián. Y él se contesta:
"Uno podría decir que donde se determinan esas desorbitadas remuneraciones más que un mercado es un club, el que forman los gestores de activos y los ejecutivos de las grandes empresas y de entidades financieras con análogos intereses. Las remuneraciones de los altos directivos en las empresas de algunos sectores no se explican en absoluto por criterios meritocráticos. Se deben a la falta de contrapoder en las empresas y al debilitamiento del papel moderador de la progresividad fiscal.
Unos desequilibrios que la sociedad paga muy caros.