
La falta de consenso entre Gobierno y oposición ha llegado al paroxismo de enfrentarse por el proceso de vacunación iniciado en España. Lo que en principio es una gran noticia, probablemente la mejor del año, se ha convertido en una serie de agravios y reproches.
Resulta inconcebible que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el líder de la oposición Pablo Casado no sean capaces de vacunarse a la vez para infundir confianza en los ciudadanos. Según el CIS más de un 28% de los ciudadanos no está dispuesto a vacunarse porque no se fía de la bondad de las vacunas contra el Covid-19.
Esta crispación ha llevado a que España sea el único país del mundo donde se ha intentado derribar a un Gobierno por la gestión de la pandemia. Primero fue a través de los tribunales y de un grupo de la Guardia Civil que trató de recoger datos contra las autoridades sanitarias por la manifestación del 8 de marzo. Dado que los tribunales han rechazado hasta el momento de cualquier intento de instrumentalizar la enfermedad contra el Gobierno, Vox presentó una moción de censura que fracasó. Hay que recordar que el jefe de la oposición retiró el apoyo al Gobierno en pleno estado de alarma, creando una situación de incertidumbre que se ha mantenido durante los nueve meses de la pandemia.
Si esto ha ocurrido frente a un contagio que ha provocado 50.000 muertos oficialmente y 2 millones de infectados, para el resto de las cuestiones mejor ni hablar.
Efecto del multipartidismo
Gobierno y oposición se echan mutuamente la culpa presentando al adversario como un enemigo a batir. Si bien la auténtica causa es la desaparición del bipartidismo que permitía que los gobiernos, fueran de mayoría absoluta o no, durasen la legislatura para la que habían sido elegidos. Ya no. Existe la sensación que el Gobierno puede cambiar la semana que viene.
Esto explica que estemos en una especie de campaña electoral permanente. No hay que esperar tres años, que es cuando por ley se celebrarán las siguientes elecciones generales. La oposición está convencida de que el Gobierno de Pedro Sánchez puede caer en cualquier momento, de ahí su afán de desgastarle utilizando cualquier asunto. Todo vale. Esto es la guerra.
Esta situación contrasta con la que existía hace cuarenta años cuando el consenso entre todas las fuerzas políticas permitió alumbrar 17 estatutos de autonomía descentralizando el país. Un consenso que había permitido elaborar la Constitución como colofón de una transición ejemplar de la dictadura a la democracia.
Como escribe el catedrático Fernando Bécker, esta transición comenzó mucho antes que la muerte de Franco y fue posible gracias a la llamada "generación del 39". En el libro homenaje que se dedica a Carlos Robles Piquer, explica que hubo un destacado grupo de liberales conservadores que trabajaron desde dentro del Régimen para que España llegara a una vida democrática plena, se integrase en Europa y fuese un país moderno. Fue esto lo que permitió el pacto constitucional entre republicanos y monárquicos a través de la monarquía parlamentaria.
Ganar el futuro
Este grupo de intelectuales que vivieron la Guerra Civil pero no lucharon en ella, fueron una pieza fundamental en el consenso que permitió a España vivir los cuarenta mejores años de su historia. Hubo muchos, en una y otra orilla, que a pesar del franquismo supieron tender puentes y crearon un caldo de cultivo para que España ganara el futuro.
Resulta descorazonador comprobar que aquel clima de entendimiento entre dirigentes de planteamientos políticos diferentes no se pueda mantener en la actualidad. Probablemente en la derecha persiste un franquismo sociológico que no ha desaparecido y lo mismo sucede en la izquierda donde se ha instaurado una especie de "guerracivilismo" dispuesto a terminar con el pacto constitucional y lo que denominan el régimen del 78.
La recuperación de la fragmentación en las dos Españas sería lo peor que nos podría pasar después de la pandemia. Como en la película de Alejandro Amenábar el futuro no es posible Mientras dure la guerra (2019).