
El miércoles 28 de octubre tuvieron entrada en el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado para 2021, unas cuentas que están teniendo una tramitación presupuestaria exprés, acortando todos los plazos que históricamente se habían mantenido. A pesar de los intentos del Gobierno, esa escasez temporal no puede ocultar la realidad de estas cuentas, la realidad que una tras otra todas las instituciones que realizan previsiones macroeconómicas están poniendo encima de la mesa.
La previsión del Gobierno de España de un crecimiento para 2021 del 9,8%, que es el eje sobre el que giran los presupuestos presentados, se tambalea con cada estudio que se publica. Esta semana ha sido la Comisión Europea la que ha previsto un 5,4% de crecimiento para nuestra economía el próximo año, mientras el Banco de España ha estimado en un entorno del 4,1-7,3, entendiendo el propio Gobernador que nos encaminamos a las peores previsiones posibles, al igual que la Airef ha expresado sus dudas "cada vez más razonables" en los escenarios optimistas y se decanta por crecimientos en el entorno del 6,5 o el FMI que prevé el 7,3%. Sea como fuere, todos muy lejos de los pronósticos del Gobierno de España. Aunque en algunos casos se le tengan que sumar a estas previsiones el impacto de los fondos europeos de reconstrucción en nuestra economía, que el propio Banco de España sitúa entre 0,6 y 0,8% de PIB adicional al existir "una notable incertidumbre acerca de la evidencia empírica sobre el tamaño del multiplicador fiscal", lo cierto es que este gobierno no la contempla al estimar en 2,6% del PIB el impacto de estos fondos europeos. Idea sobre la que abunda la AIReF al mostrar un "gran escepticismo" en la capacidad de España de gastar en 2021 los 26.634 millones de fondos europeos presupuestados.
Con un cuadro macro como este, absolutamente desfasado desde antes de registrarse en el Congreso de los Diputados, los Presupuestos Generales del Estado nacen caducados, generan una distopía presupuestaria, una previsión de que los pronósticos de deuda que hace el propio Banco de España (que en sus escenarios la llega a situar en el 128,7% del PIB para 2022) nos lleve a una situación muy preocupante y de difícil y larga solución. Baste decir también que la misma institución sitúa por encima de 2036 el escenario en el que la situación volverá a la de inicios de 2020 si no se realizan antes las reformas necesarias. Una circunstancia muy preocupante y a la que estos presupuestos no ponen solución, más bien al contrario.
Porque si estos presupuestos tienen un problema de fondo grave con el cuadro macro que los acompaña, peor es aún su previsión de ingresos. Así, los ingresos no financieros en estos Presupuestos Generales del Estado según el Gobierno serán los mayores de la historia con 222.107 millones de Euros, más de 9.000 millones que en 2019. Y nadie se cree estas previsiones. El Banco de España y la AIReF en sede parlamentaria han expresado sus serias dudas al respecto. No es creíble que con una reducción del PIB, según el Gobierno, del 11,2% en 2020 se plantee una reducción de ingresos del 7,6% y en cambio para una ilusoria previsión de crecimiento del 9,8% se plantee un 13% de crecimiento de ingresos tributarios. No se sostiene por cuanto habrá muchas figuras impositivas como Sociedades o los Impuestos al consumo que no tendrán en ningún caso las elasticidades que plantea el gobierno.
La previsión de ingresos en las cuentas de 2021 es totalmente irreal y desfasada
Pese a que son unos presupuestos que suben impuestos, principalmente a familias y empresas, las previsiones de recaudación de estas subidas impositivas por parte del Gobierno ya han sido también puestas en duda por la Airef, que cifró en un 33% menos los ingresos adicionales para 2021 por el hachazo fiscal del gobierno que el Banco de España considera que no es el momento de realizar.
Estamos ante unas cuentas que nadie cree, que son irreales y que han quedado caducadas antes incluso de presentarse para su debate y aprobación.
Estos no son los presupuestos que necesita España. Más que nunca en un escenario incierto, en plena segunda ola de una pandemia que se ha llevado ya por delante a más de 65.000 españoles según el INE, tiene que generar certidumbres, el Gobierno tiene que hacer un sincero ejercicio presupuestario alejándolo de dogmas ideológicos y de previsiones irrealizables, apoyando aquellos sectores más golpeados por la pandemia y trabajando ya en un plan de consolidación presupuestaria para estabilizar nuestras cuentas tan pronto como sea posible. Nuestros socios europeos esperan de nosotros este ejercicio leal y estos presupuestos suponen para el gobierno una utopía cuando en realidad para los españoles son una autentica distopía.