
La inédita crisis del Covid?19 llevó a miles de millones de personas a trabajar, socializar y consumir en forma digital. Este cambio crea una oportunidad histórica para liberar el potencial de la digitalización aplicada a la financiación de un desarrollo más inclusivo y sostenible.
La digitalización está transformando cada aspecto de las finanzas. Más de 1.000 millones de personas en todo el mundo ya usan plataformas de pago, que han convertido los teléfonos móviles en herramientas financieras. Las finanzas digitales ponen el análisis de macrodatos y la inteligencia artificial al servicio de avances en una variedad de áreas: criptomonedas, criptoactivos, préstamos entre particulares, microfinanciación colectiva, mercados virtuales, etcétera. Los ruidosos parqués de bolsa de antaño se están volviendo silenciosos gracias a los algoritmos: hoy muchas transacciones bursátiles en EEUU se ejecutan sin ninguna intervención humana.
El motor de esta transformación es la inversión en tecnología financiera (fintech). En 2018, la inversión de capitales de riesgo en el sector fintech llegó a la cifra récord de 120 000 millones de dólares, un tercio del total mundial. Y los inversores financieros vuelcan en el sector grandes cantidades de dinero todos los años.
La pandemia dio un gran estímulo a estos cambios. La transferencia digital de dinero permite a los Gobiernos ofrecer ayuda financiera inmediata a la ciudadanía. Plataformas de microfinanciación colectiva han movilizado recursos para la compra de insumos médicos y la provisión de ayudas de emergencia. Los algoritmos de crédito aceleran la obtención de fondos vitales para las pequeñas empresas. Y las plataformas de comercio electrónico permiten a la gente comprar ahora y consumir más tarde para ayudar a las empresas locales y proteger el empleo.
Pero estos ejemplos alentadores son una ínfima parte de lo que es urgentemente necesario y posible. El mundo rebosa literalmente de billones de dólares. Se trata en definitiva del dinero de las personas, dinero ganado y prestado, dinero que la gente gasta, ahorra, invierte y entrega a los Gobiernos para que lo usen en su nombre. Pero muy a menudo, estos fondos no se destinan a cubrir las necesidades y deseos de la gente. La desigualdad ya estaba en aumento antes de la crisis y ahora se acelera. Además, el sector financiero no está actuando como un canal eficaz del dinero y los ahorros hacia la solución de problemas de desarrollo a largo plazo como el cambio climático y la destrucción de la biodiversidad.
Una transformación impulsada por las tecnologías digitales puede compatibilizar mejor las finanzas con las necesidades de la gente, expresadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En noviembre de 2018, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, estableció un grupo de trabajo formado por representantes de las finanzas, de la formulación de políticas y del área del desarrollo, y le encomendó la tarea de identificar formas de poner la digitalización al servicio de la financiación de los ODS. El panel (copresidido por los autores de este artículo) acaba de finalizar sus deliberaciones y presentó un informe final al secretario general, tras dialogar con miles de personas e instituciones de numerosos países.
Nuestra conclusión central es que el poder de la transformación digital ofrece una oportunidad extraordinaria para reconfigurar las finanzas públicas y privadas en formas que ayuden a concretar los ODS. Y estamos convocando a los actores de los mercados y a las autoridades (incluidos bancos centrales e instituciones de ayuda al desarrollo) para la implementación de una agenda de recomendaciones prácticas.
Esta agenda identifica cinco oportunidades sistémicas de mejorar el impacto social y ambiental de los flujos financieros a través de las tecnologías digitales y recomienda modos de fomentar avances en cada una de ellas.
Para empezar, la digitalización puede ser una herramienta esencial para asegurar que los mercados globales de capitales, cuyo valor actual llega a unos 185 billones de dólares, estén más atentos a los riesgos y efectos sociales y ambientales. En segundo lugar, el análisis algorítmico y de macrodatos puede acelerar la provisión de los 5,2 billones de dólares de financiación anual que necesitan las pequeñas y medianas empresas de los países en desarrollo, fuente de buena parte de los empleos del mundo.
En tercer lugar, las nuevas herramientas digitales, desde el teléfono móvil hasta el seguimiento de inversiones en infraestructura a través de la tecnología blockchain, pueden dar a la ciudadanía un modo de canalizar una parte mayor de sus ahorros anuales (que en todo el mundo han crecido a más del triple en las últimas dos décadas, a más de 23 billones de dólares) hacia la inversión en energías limpias, transporte y atención de la salud. Además, la digitalización de pagos permitiría a los gobiernos de los países en desarrollo (que en conjunto gastan casi el 20% del PIB global en nombre de sus ciudadanos) ahorrarse unos 220 a 320.000 millones de dólares al año. Finalmente, la aceleración del gasto electrónico de los consumidores ofrece nuevas formas de comunicación basada en datos a través de las cuales alentar elecciones favorables a los objetivos ambientales y sociales en general.
El panel es consciente de los obstáculos y riesgos implícitos, en particular el poder de exclusión de las disparidades en materia de infraestructura digital y la distribución desigual de habilidades. La digitalización supone riesgo de perpetuar la discriminación contra las mujeres y otros colectivos. Las finanzas digitales, además, generan ocasiones de intrusión informática, malversación y fraude, y pueden intensificar el cortoplacismo y la concentración de los mercados.
La agenda que proponemos recomienda posibles soluciones a muchos de estos problemas. En el nivel nacional, los Gobiernos deben invertir en infraestructuras digitales, hacerlas más accesibles, dar protección a la ciudadanía y a sus datos, y lograr una mejor coordinación entre los cambiantes ecosistemas financieros digitales y la planificación para el desarrollo sostenible en general. En el plano internacional, deben cooperar para que la gobernanza global del sector fintech sea más inclusiva y esté a tono con las necesidades de desarrollo más amplias.
Las recomendaciones del panel, a la vez ambiciosas y prácticas, llegan en el momento justo. Las finanzas digitales pueden ayudar al mundo a enfrentar los desafíos de esta crisis, aprovechar sus oportunidades y resolver las necesidades de desarrollo a largo plazo.