Opinión

Una crisis de liquidez aún posible

Urgen medidas que eviten el colapso de las empresas

Nadie discute que estamos ante la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial e, incluso, desde la de 1929, la cual, junto con las consecuencias económicas y políticas del Tratado de París, que puso fin a la Gran Guerra, ya vaticinadas por Keynes, desembocó, precisamente, en la Segunda Guerra Mundial.

Tampoco discute nadie que, dada la extensión creciente de la pandemia, de proporción global, la máxima prioridad consiste en evitar que el coronavirus siga segando vidas humanas. También debemos ser conscientes de que, si bien esa es la máxima prioridad, sin embargo, no es la única, porque determinadas medidas anticoronavirus pueden acabar evitando muertes por esa causa, pero induciendo, al mismo tiempo, otras derivadas del hundimiento de la economía. Encontrar el fiel de la balanza no es una tarea sencilla.

España ha reaccionado mal tanto en medidas sanitarias como económicas

Resulta ahora sorprendente que esta pandemia nos haya cogido a todos por sorpresa. Por dos razones: 1.-Porque en una economía global con un calentamiento global, los gérmenes encuentran su mejor caldo de cultivo para emerger y viajar por todo el mundo. 2.-Porque algunos científicos llevaban tiempo avisando que las pandemias serían nuestro peor enemigo y no les hemos hecho el menor caso.

Cogidos todos por sorpresa, sin embargo, unos estaban más y mejor preparados que otros y, además, unos han sabido reaccionar antes y mejor que otros. Nuestro país ha quedado, claramente, en el furgón de cola, tanto en lo referente a las medidas sanitarias como a las medidas económicas adoptadas. Este hecho tendrá consecuencias que se proyectarán, al menos, durante la próxima década.

Centrémonos ahora en la reacción del Gobierno en materia de política económica, no sin antes exponer una reflexión sobre la política sanitaria anti-pandemia que estamos siguiendo. Es de suponer que hemos aprendido la lección de que, si hubiera habido un bloqueo transfronterizo inmediato, no se hubieran adoptado posteriormente unas medidas sanitarias que conllevan la parálisis prácticamente total de la economía y que pueden acabar teniendo también efectos devastadores sobre la salud de la población. En este aspecto, como en todos los demás, hasta el momento, la UE ha actuado tarde y siguiendo siempre las decisiones adoptadas cuasi-unilateralmente por Alemania.

La asfixia de las empresas justifica que se aplacen, o se suspendan, sus pagos tributarios

En materia de política económica, los países con una deuda alta en relación al PIB y que, además, van rezagados en la lucha contra el déficit, como es el caso de España, tienen un escaso margen de maniobra. Aun así, deben aprovechar e, incluso, forzar dicho margen porque debe ser evitada a toda costa una crisis de liquidez.

No cabe esperar que los países reformados accedan a una emisión de eurobonos. Por el momento, la Comisión ha aprobado 100.000 millones de euros para ayudar a España e Italia en los mismos términos que ayudó Alemania a sus empleados peor retribuidos durante la anterior crisis. A lo sumo, cabe esperar una financiación de la UE dentro del esquema del MEDE, es decir, condicionada, si bien, aparentemente, con unos requisitos menos exigentes que durante la crisis financiera anterior. En función de cuáles sean finalmente las necesidades de financiación -quizás en torno al 20% del PIB- y de cómo evolucione la prima de riesgo, España podrá eludir un rescate mas o menos blando o no.

A este respecto ,es necesario considerar que cuantas más restricciones se impongan a la actividad económica y más se prolonguen, para luchar contra la pandemia, más se agudizará la crisis y, por tanto, sus consecuencias y mayores y más dolorosos serán los ajustes que vendrán inmediatamente después, especialmente si, para afrontar la crisis, es necesario acudir a una financiación dentro del sistema MEDE. No obstante, se pueden hacer algunas cosas.

Como se recordará, durante la Gran Guerra, Keynes, ya por entonces un economista de gran prestigio, acudió a la radio, a la plaza pública y a la calle para estimular a las amas de casa a que consumieran, como un acto patriótico, porque, sin consumo, la empresas británicas se hundirían y Gran Bretaña no podría ganar la guerra.

Ahora, deberíamos hacer algo parecido: debe facilitarse e impulsarse, con las adecuadas medidas de publicidad, fiscales y de márketing, la actividad económica dentro de nuestras fronteras susceptible de ser llevada a cabo a través de internet con la finalidad de que la rueda económica interna no solo no se detenga sino que se reactive y, de este modo, contribuya al mantenimiento del empleo y a que la cadena de pagos no quiebre.

Debemos también ir relajando, en la medida de lo posible, las medidas de confinamiento, al tiempo que imponiendo protocolos de comportamiento claros -uso de mascarillas, guantes, distancias, quizás, gafas y gorros-, con severas sanciones en caso de incumplimiento, de modo que pueda reactivarse la actividad económica que requiere desplazamiento físico.

Al igual que los afectados gravemente por el coronavirus requieren respiradores para evitar que la neumonía los asfixie, la economía también requiere respiradores, evitando, en la medida de lo posible, medidas que la asfixien.

Deben ampliarse y ablandarse los créditos. En este sentido, debe exigirse que el BCE, amplíe su balance condicionado a que los bancos destinen un amplio porcentaje a la compra de activos financieros alternativos -esencialmente, bonos corporativos- de aquellas empresas que, de no ser por la crisis del coronavirus, serían viables, excluyendo a aquellas que ya estaban moribundas con anterioridad.

Deben rebajarse, suspender y aplazarse buen número de tributos que, en este momento, asfixian a empresas y particulares. No es sensato alegar que no puede hacerse porque con ello aumentará el déficit, porque la defunción empresarial provocada por el coronavirus ya es considerable y sigue en aumento, lo que significa que irán desapareciendo los sujetos pasivos de la mayoría de tributos y eso puede acabar elevando la deuda y tensionando la prima de riesgo aún más que si no se adoptan esas medidas.

La Administración debe ser coherente en materia de Ertes por fuerza mayor: si la caída brutal de actividad no se debe a que nos encontramos ante una situación de fuerza mayor ¿qué situación puede calificarse entonces de fuerza mayor? Vivimos, afortunadamente, en una economía social de mercado, lo que significa que las empresas son las protagonistas de la actividad económica, las que crean empleo y generan riqueza y bienestar. Si se hunden, la miseria se expandirá aún más rápidamente que el coronavirus.

Debe evitarse el colapso empresarial que será inevitable si hay una crisis de liquidez y la habrá, inevitablemente, si se mantiene la inactividad y, además, al empresario se le impide reducir gastos. No podrá hacerles frente y tendrá que cerrar. Eso es exactamente lo que hay que evitar. Hay que poner todos los medios para evitar una crisis de liquidez.

En estos momentos, toda ayuda a la empresa es poca. En las crisis anteriores, aprendida la experiencia de 1929, los bancos centrales hicieron -y siguen haciendo- de prestamistas de último recurso. En ésta, especialmente profunda e inesperada en cuanto a su causa, los estados deben hacer también, transitoriamente, de empleadores de última instancia. Eso es lo que, en definitiva, significan los Ertes por fuerza mayor.

Nada de esto significa que la economía de mercado haya fracasado. Significa que el sistema dispone de mecanismos para estabilizar la nave cuando se ve azotada por un fuerte temporal, mecanismos que ayudan a superarla y a volver a la normalidad, en cuyo momento deben desactivarse.

Cuando empecemos a salir del pozo será el momento de demostrar que la crisis nos ha inyectado madurez como sociedad y que hemos aprendido, de una vez por todas, que durante los siete años de vacas gordas no debemos derrochar, sino ahorrar para cuando lleguen los siguientes años de vacas flacas, haciendo todas las reformas necesarias para poder ahorrar lo necesario y, de ese modo, aumentar las garantías de que podremos afrontar las futuras crisis sin que nadie caiga en la miseria. No olvidemos que el propio Keynes decia que el Estado debe financiar la demanda agregada recurriendo al ahorro acumulado durante las épocas de prosperidad,

Durante ese tiempo debemos, además, incrementar nuestra productividad que es la que determina, inexorablemente, nuestro nivel real de renta. No podemos vivir por encima de nuestras posibilidades, dificultar reformas necesarias y, además, exigir que nos sigan prestando como si fuéramos deudores exentos de riesgo porque no es así.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky