Opinión

Sin posibilidad de mejora en el laborismo

Keir Starmer ha publicado su estrategia para la economía inglesa.

Todavía faltan un par de meses y hay mucho trabajo por delante. Pero los corredores de apuestas ya han decidido que es cosa hecha. Para la primavera, Keir Starmer será el próximo líder del Partido Laborista. Es cierto que frente a Rebecca Long-Bailey puede parecer un moderado. Pero, como descubrimos esta semana, sus propuestas económicas son tan desquiciadas como las de Corbyn.

En la última semana, Starmer publicó un conjunto de diez compromisos que eran tan anticuados, atrasados, antiempresariales como cualquier cosa que Jeremy Corbyn y John McDonnell hayan hecho. Desde una renacionalización radical de empresas a una extensión del poder de los sindicatos y grandes aumentos de los impuestos, se pasaría a un cambio decisivo hacia el socialismo y lejos del libre mercado. Aún peor, todo viene envuelto en un aura de posibilidad de materializarse. Corbyn nunca se acercó al poder. Keir Starmer podría, y eso lo hace mucho más amenazante para la economía.

A priori, los conservadores tienen una mayoría segura para los próximos cinco años, y Boris Johnson parece lo suficientemente fuerte como para ganar dos mandatos por lo menos. Pero el péndulo político siempre se mueve, y tarde o temprano el Partido Laborista volverá a la contienda. La mayoría de nosotros preferiría que fuera dirigido por un socialdemócrata responsable e inteligente en el molde de Tony Blair o Gordon Brown que por un socialista de izquierda dura que intenta destrozar la economía y llevar a las empresas a la bancarrota. Con poco bagaje radical, sin asociaciones con terroristas, y sus antecedentes como Director de la Fiscalía, Starmer ciertamente parece el hombre para dirigir gradualmente el partido hacia el centro moderado y hacerlo elegible de nuevo.

Las propuestas económicas de Keir Starmer son tan desquiciadas como las de Corbyn

El problema es que esa impresión es profundamente engañosa. Los diez compromisos de Starmer publicados la semana pasada son un asalto radical a una economía abierta, libre y competitiva. Tomemos una pequeña muestra. Se compromete a una amplia nacionalización, prometiendo "apoyar la propiedad común de los ferrocarriles, el correo, la energía y el agua", lo que implicaría un enorme aumento del control estatal de la industria. Quiere aumentar el poder de los sindicatos, prometiendo "oponerse al debilitamiento de los derechos laborales". En cuanto a los impuestos, promete "aumentar el impuesto sobre la renta al 5% de la población que más gana" y "revertir los recortes de los tories en el impuesto de Sociedades", lo que presumiblemente significaría llevarlo de nuevo a un tipo del 28%, convirtiéndolo en uno de los gravámenes más altos del mundo desarrollado, teniendo en cuenta cómo los tipos del impuesto de sociedades han bajado en todo el mundo en la última década. Y así sucesivamente. Está decidido a prescindir de cualquier forma de participación del sector privado en la prestación de servicios públicos. Quiere deshacerse de las tasas de matrícula universitaria, a pesar del enorme costo de hacerlo, y a pesar del hecho de que beneficiaría principalmente a las personas que tendrán mayores ingresos en el futuro. Quiere una "estrategia industrial" regional, también conocida como subsidios para las industrias que fracasan en áreas a las que las empresas ya han decidido que no quieren trasladarse. Y es partidario de un tan cacareado "nuevo acuerdo ecológico", que supondría un aumento masivo del poder del Estado sobre la economía, enormes aumentos del gasto público e impuestos punitivos, cuando todo indica que el mercado ya está sustituyendo los combustibles fósiles por tecnologías más ecológicas, baratas y eficientes. Todo esto se suma a un asalto radical a la economía a una escala que no se ha intentado en ninguna parte del mundo desarrollado en los últimos treinta años.

Claro, podría decirse que Starmer puede estar virando a la izquierda para ganar el liderazgo, y planeando pasar los próximos cinco años volviendo al centro una vez que se haya asegurado el control del partido. Por otra parte, tal vez él realmente cree en todas estas cosas. Después de todo, era un miembro leal del equipo de Corbyn-McDonnell, y no había pruebas que sugiriesen que estaba en desacuerdo con ninguna de sus políticas, ni que pensase que el Partido Laborista tenía que comprometerse con un electorado que lo ha rechazado cuatro veces seguidas.

En los últimos años, apenas ha disentido de los planes económicos de los laboristas, y sus promesas sugieren que quiere mover el Partido aún más hacia la izquierda.

En realidad, Starmer es una amenaza para la economía mucho más grande de lo que Corbyn nunca fue. Corbyn era tan claramente del extremo marxista, y llevaba tanto equipaje de tres décadas de activismo radical, que siempre fue no elegible en cualquier otro lugar que no fuera un par de millas cuadradas en el norte de Londres. Con su barba y sus sandalias nunca pareció ni remotamente primer ministro. Starmer, por el contrario, es un líder mucho más plausible. Sabe interpretar el papel. Pero sus políticas económicas son igual de peligrosas. Puede que no sea este año, o el próximo, pero tarde o temprano los votantes se cansarán del Partido Conservador - y si las las Starmernomics son la única alternativa que se ofrece entonces será catastrófico.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky