
Donald Trump ha decidido complicar un poco más una región a la que ya le sobran problemas y ha matado al general más popular y prestigioso del Ejército iranÍ. La conmoción en Irán ha sido enorme, como si tras Waterloo alguien hubiera asesinado a Wellington, y Teherán ha respondido con varios misiles sobre bases norteamericanas en Irak. Afortunadamente sin causar víctimas porque al parecer avisaron antes. De esta forma salvaban la cara ante la opinión pública nacional y no provocaban aún más al coloso norteamericano que con Trump al timón es impredecible... y peligroso. Mohamed Javad Zarif, ministro de Exteriores iraní, decÍa que se conforman con este ataque y que no buscan una escalada. Yo no me fiaría. EEUU ha respondido negándole el visado para ir a Nueva York a hablar ante el Consejo de Seguridad de la ONU en relación con lo ocurrido.
Y todo ¿para qué? Trump dice que lo ha hecho por razones de seguridad nacional, porque Suleimani era responsable de la muerte de muchos norteamericanos y porque ahora estaba preparando atentados terroristas que podrían costar más vidas. Concretamente, que se esperaba un ataque "inminente" contra cuatro embajadas, algo desmentido luego por el secretario de Defensa Esper. Puede que sí y puede que no porque el problema de Trump es que carece de eso tan importante para un político que es la credibilidad, y no sabe uno si fiarse de lo que dice. Al fin y al cabo estamos todos escarmentados tras las razones que nos dieron para ir a la guerra en Irak en 2003. En el Congreso no se lo han creído y han votado a favor de restringir la capacidad de maniobra del presidente para atacar a nadie, en una decisión que previsiblemente naufragará en el Senado dominado por los Republicanos, al igual que ocurrirá con el proceso de Impeachment. Para Trump la disyuntiva parece estar entre un Irán con la bomba o un Irán bombardeado, sin términos medios.
El presidente de EEUU carece de lo más importante para un político: la credibilidad
Trump no tiene muchas ideas, pero las que tiene sobre Oriente Medio son claras: retirarse de una región que solo tiene "sangre y arena" y de cuyo petróleo los EEUU dependen cada vez menos; cambiar el régimen iraní, el archienemigo; favorecer las pretensiones territoriales de Israel en Jerusalén, Golán o Cisjordania (Pompeo dijo hace un año que Trump había sido "enviado por Dios" para salvar a Israel de "la amenaza iraní"); y montar una coalición contra Irán dirigida por Arabia Saudí. Y eso lo hace en medio de una tremenda confusión que desconcierta a tiros y a troyanos. Nadie sabe a ciencia cierta por qué Donald Trump ha decidido matar a Suleimani en este momento, por muchas ganas y merecidas que los americanos le tuvieran desde hace años. Ni Bush ni Obama se atrevieron a hacerlo por miedo a las consecuencias. Suleimani era un alto oficial de un ejército estatal y no un líder terrorista más cómo Bin Laden o al Bagdadi, por muy califa que se autotitulase.
Lo primero que Donald Trump hizo tras llegar a la presidencia fue denunciar unilateralmente el Acuerdo Nuclear (PIAC) concluido entre la comunidad internacional e Irán y que este país cumplía a satisfacción de la ONU. Luego puso sanciones que han ahogado su economía y disminuido sensiblemente el nivel de vida de los iraníes. Y ahora, tras un verano de continuos incidentes con drones, petroleros y ataques a refinerÍas, ha decidido matar al comandante de la Brigada Al Qods, la fuerza de élite de los Guardianes de la Revolución y el segundo hombre más popular del país, aprovechando serios fallos de la seguridad encargada de su protección. Su muerte ha puesto al mundo al borde de una guerra que podría afectar al suministro de petróleo.
Me temo que Irán procurará devolver el golpe, se tomará su tiempo y buscará el lugar, la forma e incluso la mano idónea para hacerlo. Quizás una milicia aliada en Siria o Irak, o un ataque terrorista en cualquier lugar del mundo, o medios cibernéticos opacos y de difícil trazabilidad... porque estoy convencido de que Irán no ha perdonado lo ocurrido y ya se sabe que la venganza sabe mejor fría. Tirarán la piedra y tratarán de esconder la mano y veremos si lo consigue. De momento el Parlamento iraní ha designado al Ejército de los EEUU como una organización terrorista con todas las consecuencias que eso puede tener.
El asesinato de Suleimani ha producido ya algunos efectos como hacer Oriente Medio más inseguro para americanos en particular y occidentales en general (nuestro ministerio de Asuntos Exteriores aconseja no ir a Irán o Irak). Irán ha decidido reanudar el enriquecimiento de uranio por encima de los topes autorizados en el PIAC (pero dejando claro que la medida es reversible si se levantan las sanciones). El Parlamento iraquí ha pedido la salida de las tropas norteamericanas de Irak y veremos qué efecto tiene porque Washington ya ha dicho que no se piensa ir. La OTAN ha suspendido sus misiones de formación del ejército iraquí ante el temor a atentados, y también EEUU han suspendido sus operaciones contra los restos del Estado Islámico, que aprovecharán el respiro. Washington ha enviado más soldados a Oriente Medio y petróleo ha subido de precio y también lo ha hecho el oro como valor refugio. Por si fuera poco, los iraníes, nerviosos, han derribado un avión ucraniano que debieron confundir con quién sabe qué. 176 muertos que se añaden a la cincuentena de los provocados por una estampida durante los funerales de Suleimani y que suman ya 250 fallecidos desde su muerte (un error parecido llevó a los norteamericanos a derribar un avión civil iraní sobre el estrecho de Ormuz en 1989 con 290 vÍctimas). Irán ha nombrado al general Esmail Qaani hasta ahora el segundo de Suleimani, para sustituirle y no parece que a Fuerza Al Qods vaya a cambiar de política o de dejar de hacer las cosas que hacía. Finalmente, EEUU sigue sin conseguir remodelar el equilibrio geopolítico de Oriente Medio en contra de Irán, mientras Rusia se asienta cada vez más en una región que tuvo que abandonar tras la desaparición de la URSS... No son pocos acontecimientos.
Podría haber sido peor, por eso lo importante ahora es rebajar la tensión y restaurar el diálogo discreto con ayuda de amigos comunes. Es el momento de la diplomacia. No hay que perder tiempo. Y por favor, que nadie destruya los monumentos que atesora Irán, bastantes barbaridades hemos visto ya hacer en los últimos años en Palmira, Bamiyán, Timbuktu, Nínive o Alepo. Porque aunque Trump no lo sepa, además de una barbaridad sería un crimen de guerra tipificado en la Convención de La Haya de 1954.