Opinión

Inteligencia frente a la desaceleración

La innovación otorga ventaja compettitiva a las empresas

Llevamos meses oyendo hablar del enfriamiento de la economía y los últimos datos macroeconómicos siguen confirmándolo: la última Encuesta de Población Activa (EPA) muestra una desaceleración en la creación de empleo, disminuye la creación de empresas y aumenta el número de las que se disuelven y se atenúa el crecimiento.

Los expertos no se atreven a asegurar si se terminará produciendo una crisis y cuándo, o si todo quedará en un enfriamiento, pero en estos momentos hay muchas compañías cuestionándose su estrategia de futuro, planteándose si deben seguir adelante con sus planes de expansión y contratación de personal o si deben ser más cautas y esperar. La prudencia es una gran virtud, pero las organizaciones ni deben ni pueden parar porque, en el momento que lo hacen, las cosas empeoran. 

La tecnología y la innovación supone una importante ventaja competititiva

En la última década, una parte importante del tejido empresarial español ha avanzado. De la crisis de 2008 se han aprendido algunas lecciones y las organizaciones han evolucionado hacia una gestión más moderna de sus negocios. Además, en este período también hemos sido testigos del nacimiento de compañías con modelos de negocio absolutamente disruptivos que han hecho tambalearse sectores enteros. 

La mayoría de esos avances se han basado en la tecnología porque las organizaciones, tanto las que cuentan con décadas de vida y consiguen adaptarse a las necesidades de cada momento, como las que irrumpen en el mercado con modelos completamente rompedores, perciben la tecnología y la innovación en su forma de gestionarse, como una ventaja competitiva. 

Una muestra de la importancia que está adquiriendo la tecnología como ventaja competitiva la encontramos al otro lado del Atlántico, en el índice S&P 500, que incluye las 500 mayores empresas de EEUU, y en el que, cada dos semanas, se produce una renovación: entra una compañía en pleno crecimiento, que ha sabido apoyarse en la tecnología, y sale otra que no ha conseguido adaptarse a las condiciones de mercado actuales y está reduciendo su facturación. La velocidad a la que se producen estos movimientos se está acelerando.  

Por tanto, nos encontramos en un momento de múltiples desafíos: hacer frente a una posible desaceleración y a nuevos actores que amenazan con cambiar las reglas del mercado, una situación que obliga a las empresas a prepararse y en la que la tecnología se presenta como un gran aliado. 

Si analizamos el Índice de la Economía y la Sociedad Digitales (DESI) que elabora la Comisión Europea, España ha pasado del puesto 15 de la UE28 en 2016 al 11 en 2019. Una evolución importante, pero no suficiente para la, todavía quinta, economía de la Unión Europea. Ese informe también analiza el grado de digitalización de las organizaciones y, también ahí, estamos en un lugar demasiado elevado: en el número 10. Las compañías españolas destacan en el intercambio electrónico de información y en el uso de redes sociales, pero hay dos áreas que resultan clave para la transformación digital en las que todavía están muy retrasadas: el uso de la nube y de big data. 

Todas esas tecnologías son fundamentales para hacer evolucionar el tejido empresarial español hacia una nueva dimensión, en la que las organizaciones se convierten en entes inteligentes, que combinan la inteligencia de máquinas y seres humanos en todas las funciones de la compañía, automatizando las tareas repetitivas y los procesos de negocio y permitiendo que la fuerza laboral se centre en el trabajo que realmente aporta valor al negocio. 

Esas organizaciones están mejor preparadas para afrontar los cambios que se puedan producir: pueden conocer mejor a sus clientes y mejorar las experiencias que les ofrecen, predecir caídas en la demanda, ser más ágiles y flexibles, digitalizar la cadena de suministro, aumentar la productividad, reducir costes y transformar su modelo de negocio. 

Es el momento de poner en marcha entre todos -sector público, organizaciones empresariales y proveedores-, iniciativas que permitan impulsar el conocimiento y animar a las empresas a dirigirse con paso firme hacia la digitalización. 

En ese camino juega un papel fundamental la formación. Según se desprende de DESI, España tiene un grave problema con la preparación del capital humano en competencias digitales, donde ocupa el puesto 17 de 28. Además, se sitúa por debajo de la media de la UE en competencias digitales básicas y en el número de profesionales especialistas en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). Es cierto que se está abordando desde distintas instituciones y organismos públicos y privados, pero no con la profundidad que exige. Es urgente desarrollar un plan nacional para la formación en competencias y carreras digitales. 

Tenemos una importante labor por delante, pero si conseguimos que las empresas españolas evolucionen en esa dirección, nuestra economía estará menos expuesta ante una posible desaceleración.

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