Por Elías Atienza Alonso, director general de Corporación Tecnológica de Andalucía (CTA)
Con el vértigo de estrenar esta semana una nueva década del siglo XXI, no nos queda más remedio que mirar más allá del Horizonte 2020, que durante muchos años habíamos establecido como una meta temporal en la que cumplir objetivos de todo tipo. En una época marcada por la incertidumbre como la que vivimos, si hay algo seguro es que la innovación va a ser una herramienta más imprescindible que nunca para adaptarse a este mundo cambiante a un ritmo cada vez más acelerado. La velocidad del cambio tecnológico y la sostenibilidad son dos de las claves que marcarán el devenir de las empresas en esta nueva década y la I+D+i es una de las mejores formas de afrontar con éxito los retos que ambas plantean. El mapa de poder geopolítico y económico del mundo se está transformando, con nuevos países emergentes que desafían la hegemonía del eje EEUU-Europa, y la capacidad tecnológica va a ser una de las claves para posicionarse en este nuevo panorama. Ya hemos visto cómo la nueva guerra fría se desarrolla en el ámbito tecnológico con la batalla comercial entre EEUU y China y el caso Huawei como protagonista. También hemos visto que, como resultado, China ha redoblado sus esfuerzos en I+D+i. La veterana Europa no debe descuidarse y, dentro de ella, España y Andalucía tienen un gran trabajo por hacer. Aunque la última estadística de I+D del INE indica que volvemos a crecer en gasto en innovación tanto a nivel nacional como regional y pese a que Andalucía se mantiene como la tercera Comunidad con mayor gasto absoluto en I+D, aún estamos en una situación de clara desventaja y debemos pisar el acelerador si queremos mantener un tejido empresarial competitivo a nivel global. La intensidad en I+D (peso del gasto en innovación sobre el PIB) de Andalucía y España (0,91 por ciento y 1,21 por ciento, respectivamente) todavía queda muy lejos de la media europea y del reto del 3 por ciento marcado por la CE. Se trata de una tarea compartida. Las Administraciones deben destinar más fondos al apoyo de la I+D+i, apostar por la cooperación público-privada y utilizar la Compra Pública de Innovación (CPI), una herramienta con un gran potencial de estímulo de la innovación privada. Las empresas, por su parte, deben aprovechar mejor las herramientas disponibles para desarrollar sus actividades de I+D+i (ventajas fiscales y programas de ayudas regionales, nacionales y europeos), inclinarse por la innovación abierta y colaborativa, adoptar métricas específicas para los resultados de la innovación y ser conscientes de que se trata de una apuesta a medio y largo plazo. Los nuevos retos de innovación estarán marcados por las tecnologías disruptivas propias de la digitalización de todos los sectores económicos, la industria 4.0, la bioeconomía circular, la transformación energética o la tecnificación de la agricultura, entre otros. CTA está disponible para ayudar a Administraciones y empresas a hacerles frente.