
Cantada ya la investidura, los comentarios de muchas de Sus Señorías en los pasillos del Congreso, especialmente entre los podemitas y algunos socialistas, se centraban en la composición del nuevo Gobierno.
El primero de coalición en la historia de la democracia y que amenaza con ser también el más numeroso, con 20 ministerios, según dicen, y tres vicepresidencias, que La Moncloa tiene un precio y aquí paga el ciudadano.
Una administración elefantiásica para una legislatura que muchos aventuran cortan y que se antoja un auténtico calvario para la ministra de Economía en funciones, Nadia Calviño, ascendida a vicepresidenta económica si Sánchez cumple su promesa, y que se va encontrar entre la espada de las exigencias de la Comisión Europea para corregir un déficit público y una deuda desbocados, y la pared de unos ministerios sociales en manos de Podemos que son, junto al de Fomento, los encargados de cumplir con las medidas enunciadas en ese Nuevo Acuerdo para España de Sánchez e Iglesias y con las promesas a los partidos nacionalistas, independentistas y cantonalistas que vendieron su voto a cambio de más inversiones para sus territorios en detrimento del resto del Estado.
De confirmarse las quinielas con más avales entre las que circulaban dentro y fuera del Hemiciclo, Podemos contaría con cuatro carteras en el Gabinete, además de la vicepresidencia social de Pablo Iglesias. A saber: la de Igualdad para una Irene Montero que no podía ocultar su satisfacción cada que Sánchez citaba las actuaciones que prevé para esa área y para dependencia. Y junto a la consorte de Iglesias se sentarían en el Consejo de Ministros, Yolanda Díaz en Trabajo, Manuel Castells en Universidades y Alberto Garzón en Consumo, aunque otros le daban en Industria.
Ellos serían los encargados de gestionar la parte del león de esos 35.000 millones de euros en que se estima el coste de las promesas sociales del Ejecutivo que se anuncia, con un aumento de los ingresos fiscales que el propio Sánchez estimó aumentarían la recaudación en sólo 5.000 millones, y cuando desde Bruselas se ha exigido ya a España un ajuste de gasto de 9.000 millones para reducir el déficit y con la amenaza de un agotamiento en las políticas monetarias.
A ello se añade la fuerte desaceleración de la economía, que crece ya por debajo del 2 por ciento, la caída de la productividad, el agotamiento de la creación de empleo con los peores resultados desde 2013, la tendencia descendente de la productividad y de la competividad, la fuga de inversiones y la caída en la confianza empresarial, justo cuando dos de los nuevos ministros in pectore, Iglesias y Garzón calificaban a las empresas de "enemigos" desde la tribuna.
Y respecto a las carteras del Sanchismo se daba por segura la continuidad de María Jesús Montero en Hacienda, de Margarita Robles y Marlaska en Defensa e Interior, de Pedro Duque en Ciencia pero sin Universidades y del escudero Ábalos en Fomento, que será el encargado de repartir esos más 7.000 millones en infraestructuras en que se cifra el coste de lo prometido por Sánchez a catalanes, vascos, canarios, gallegos y Teruel.
Orgía de gasto público
Y con ellos, la citada Nadia Calviño a la que le corresponde el papelón de dar la cara ante Bruselas y frenar la orgía de gasto de sus compañeros de Gobierno mientras se enfrenta a un agujero fiscal de 17.577 millones de euros, con datos de los diez primeros meses, el 1,41 por ciento del PIB y un 35 por ciento superior al de un año antes y la obligación de hacer frente a los incumplimientos de su gobierno en funciones con las comunidades autónomas, el pago a proveedores y los créditos fiscales a empresas y bancos como el Santander, al que en estos días hemos conocido que va dejar de pagar mil millones de euros.
Pues eso, un calvario en un país y con una clase política que ya no cree en los milagros ni sabe multiplicar los panes y los peces.
Relacionados
- Guía para un Gobierno en formación: así serán los primeros pasos de la coalición de Sánchez e Iglesias
- Así son los diez desafíos económicos que pondrán a prueba la resistencia de Sánchez
- Sánchez pierde la primera votación y queda a la espera de ser investido presidente en 48 horas
- Arrimadas denuncia la desfachatez de Sánchez por no responder a la humillación de ERC