
PSOE y Podemos desvelan, por fin, el programa de Gobierno de coalición. El camino hacia ese Ejecutivo se antoja ya allanado, ante la previsible abstención de ERC en la investidura. Por ello, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias desarrollan lo que era un preacuerdo y lo hacen confirmando el escenario más negativo desde el punto de vista económico.
Basta leer el apartado 2.9 para convencerse de que se materializa una medida extrema, como intervenir el mercado del alquiler residencial "con todas las medidas necesarias". De nada sirvieron las advertencias sobre el modo en que los límites a los precios retraen la oferta y ahuyentan las inversiones. También sobrepasan los límites hasta ahora previstos las acciones sobre la reforma laboral. Su columna vertebral queda rota, a través de una involución que volverá a dar primacía a los convenios sectoriales sobre los de empresa, recupera la ultraactividad de los acuerdos salariales y anula el despido por absentismo debido a la acumulación de bajas médicas, pese a estar avalado judicialmente. Habrá así menos flexibilidad para las empresas y más costes, ya que se confirma el alza del salario mínimo a 1.200 euros, mientras sectores específicos como energía y banca serán más penalizados fiscalmente. La reforma de pensiones de 2013 también se sacrifica y se elimina el factor de sostenibilidad y el índice de revalorización. Todo conduce a una fuerte subida del gasto y el pacto de Gobierno, carente de memoria económica, no explica cómo evitará que impacte en el déficit. Resulta ilusorio pensar que la baja recaudación que cabe esperar de medidas como el mayor IRPF para ricos enjugará el desequilibrio. Se dibuja así un negativo panorama económico.