
La convocatoria de elecciones ha puesto patas arriba el PSOE. La mayoría de los ministros tiene un enfado importante con Iván Redondo, el gurú de Sánchez. El presidente se fue a sus vacaciones estivales convencido de que las urnas le daban alrededor de 145 escaños. Por eso, ni se preocupó de entablar negociaciones con Unidas Podemos. En la actualidad, el mejor de los sondeos le otorga poco más de 130 escaños y algunos dirigentes de su partido auguran que si gana algún diputado, puede darse con un canto en los dientes.
El responsable de convencer a Sánchez para que volviera a poner las urnas, ante las crecientes exigencias de Pablo Iglesias para formar Gobierno, fue Redondo. Muchos en el PSOE han puesto ya precio a su cabeza en el caso de que los resultados sean nefastos.
Reconocen que sus análisis fueron decisivos para presentar la moción de censura que tumbó el Gobierno de Rajoy, como antes hizo para facilitar la llegada al Ejecutivo extremeño de José Antonio Monago o a la Alcaldía de Badalona de Xavier García Albiol. Pero, como en estos dos casos, fracasó en las segundas oportunidades.
El complejo panorama político para formar un Gobierno estable está incrementando la inquietud entre la clase empresarial. Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señalaba esta semana que el ritmo de deterioro de la economía española duplica al de la europea, pese a que partimos de un crecimiento más alto. La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Gueorguieva, advirtió en su estreno de que la próxima crisis podría afectar al 90 por ciento de la población mundial y crear una "generación perdida" por los efectos de la guerra comercial. Una auténtica bomba.
Los empresarios temen que las consecuencias perniciosas de la desaceleración se agraven si se prolonga el sudoku para formar Gobierno tras el 10-N. Según las encuestas, el electorado permanece dividido en dos mitades. El bloque de la izquierda es más numeroso que el de la derecha. Pero la llegada de Errejón lo ha fragmentado e imposibilitaría alcanzar los 175 diputados necesarios para gobernar sin recurrir al independentismo.
En el bando de la derecha, con el partido de Albert Rivera en descomposición (puede perder la mitad de sus escaños), tampoco suma una mayoría para gobernar. La única solución pasaría por un pacto entre PSOE y PP, al estilo germano, entre los conservadores de la CDU y los socialdemócratas del SPD.
Si el Gobierno titubea con Cataluña, se arriesga a perder muchos escaños en la España no nacionalista
El líder de los populares, Pablo Casado, habló la semana pasada de pactos para facilitar la gobernabilidad, pero sus próceres aseguran que jamás entrará en un Ejecutivo de Sánchez. Como mucho, se abstendría en la investidura.
¿Y eso para qué serviría? Depende del resultado. Pero por debajo de 130 diputados, el futuro Gobierno no estaría en condiciones de sacar los Presupuestos adelante. Ahora quizá entiendan el cabreo de los ministros con la repetición electoral.
Además, la sentencia del procés, que se conocerá con toda probabilidad este lunes o martes, puede empeorar aún más las cosas. Sánchez ha ordenado a los dirigentes de su partido que empleen mano dura contra los actos de desobediencia civil que los independentistas organizan para los próximos días.
La incógnita es si se atreverá a aplicar el 155 en caso de que se produzcan disturbios graves, como pide la oposición. Si el Gobierno titubea, se arriesga a perder muchos escaños en la España no nacionalista, que es mayoría. Sobre todo en Andalucía, su bastión natural.
Al margen del impacto político, los desórdenes del procés tendrán un coste económico en términos de reputación internacional. La patronal catalana, Foment del Treball, dirigida por el prudente Josep Sánchez-Llibre, emitió el jueves un comunicado llamando a la "responsabilidad" de los manifestantes. Al contrario que la Cámara de Comercio de Barcelona, en manos del independentista Joan Canadell, que anima a sus socios a sumarse al "paro de país". Un irresponsable.
En Moncloa ponen ya precio a la cabeza de Iván Redondo si el PSOE saca mal resultado
Es difícil que se marchen más empresas de Cataluña, porque ya se fueron todas las que eran posibles (alrededor de 5.000). Las que quedan son de menor tamaño o multinacionales. Pero sí se resentirá la inversión, que optará por dirigirse hacia otros lugares exentos de tensión, como hemos visto los últimos meses.
Hasta Artur Carulla, un conocido ultranacionalista dueño de Agrolimen, decidió ampliar sus instalaciones en Huesca en lugar de en Barcelona para producir los sopicaldos de Gallina Blanca. Lo peor está en multinacionales como Nissan, que tienen pendientes decisiones como adjudicar la fabricación de nuevos modelos a su fábrica de Zona Franca.
El prestigioso instituto Elcano señala, en la actualización de su estudio sobre Cataluña, que el secesionismo tiene un impacto muy parecido al del Brexit en el Reino Unido, con fuga de grandes empresas. Si se producen imágenes de enfrentamientos entre las fuerzas del orden público y los manifestantes, que den la vuelta al mundo como quieren Puigdemont y Torra, el daño se extenderá a toda la economía española.
Los independentistas lanzaron hace unas semanas una organización aparentemente apócrifa para eludir las responsabilidades penales de sus dirigentes, Tsunami democrátic, encargada de organizar los cortes de carretera y transporte público en los días siguientes a la sentencia. Su misión es, además, "desestabilizar la democracia española" y por ende la economía. ¡Qué barbaridad!
La dificultad para formar gobierno o el independentismo acelerarán el fin de ciclo en la economía
Otro de los grandes damnificados por la cita electoral es Ciudadanos, por la negativa de Albert Rivera a pactar con los socialistas. La publicación esta semana de las maniobras de su número dos, Marcos de Quinto, para tributar menos en España causó una conmoción interna. De Quinto se encargó de desmontar el equipo económico de Cs tras su llegada, por lo que la gestión de esta materia queda ahora a la deriva, con su credibilidad en entredicho.
De Quinto se compró un piso en Portugal para adquirir la condición de residente no habitual y tributar al 20 por ciento. La oferta de Rivera para entrar en Ciudadanos frustró sus planes para aprovechar las rebajas fiscales durante diez años. Aún así, al no tributar en España en 2018 por sus ingresos en Estados Unidos (alrededor de 5,8 millones), se ahorró alrededor del 20 por ciento, según los cálculos de elEconomista.
Rivera vive una situación límite, porque su verdadero número dos y la persona de confianza que le acompaña desde la fundación del partido naranja, José Manuel Villegas, se quedará sin escaño al encabezar la lista por Almería, debido a la bajada en las intenciones de voto. Algo similar le ocurriría a Juan Carlos Girauta, tentado por el PP, ya que los diputados por Cataluña pueden reducirse a la mitad.
La culpable, en esta ocasión, es Inés Arrimadas, por dar la espantada. Arrimadas amenazó con dejar Cs si Rivera no le concedía el traspaso. Un error de cálculo imperdonable.
Por contra, la calma se extiende en el PP. Pablo Casado y su lugarteniente, Teodoro García Egea, han dado instrucciones para mantener un perfil bajo, sin estridencias. "Lo importante es no meter la pata", como pasó en la anterior cita con Adolfo Suárez junior.
La caída de Daniel Lacalle como ideólogo económico la suplirán con el fichaje de la ex presidenta de la CNMV, Elvira Rodríguez, una profesional todoterreno con una cabeza muy bien amueblada. Lo malo es que aunque lleguen casi a un centenar de escaños, no da para gobernar con otros grupos afines. A día de hoy, parece que estamos condenados a seguir sin Gobierno.
Habrá que ver si la economía española aguanta. Ningún estudio, de momento, prevé una recesión. El último publicado por Funcas, la fundación de las cajas de ahorro, se refiere al "fin de ciclo" con un crecimiento de este año al 1,9 por ciento y el próximo al 1,5 por ciento. Lo bueno es que considera que durante los próximos años se crearán cerca de medio millón de empleos gracias a la reforma laboral ejecutada por Fátima Báñez.
Afortunadamente, Sánchez no tuvo tiempo ni mayorías suficientes para cargarse las reformas de Rajoy. Lo que proporciona un pequeño escudo frente a la desaceleración. Pero las dificultades para formar un gobierno estable o el desafío independentista amenazan con derribar las escasas fortalezas económicas que nos quedan.