
España entera se divide entre los que creen que Pedro Sánchez va a sacar adelante su investidura este jueves, y lo que piensan que nos vamos a septiembre. Es una pena que Moncloa no tenga a mano al difunto 'pulpo Paul', el gurú del Mundial de Sudáfrica, y se tenga que conformar con las visiones de Iván Redondo para adivinar el futuro, porque la investidura de Sánchez se ha convertido en un auténtico culebrón que parece no tener fin.
Producciones Redondo, compitiendo en fecha, que no en calidad, con los Festivales de Teatro de Mérida y de Almagro, se ha encontrado con varios escollos en el camino. Entre ellos, no rentabilizar la culpa que impone al resto de formaciones de una repetición de elecciones generales. Mientras, Sánchez se obstina en pedir la abstención de PP y de Cs de manera burda, sin ofrecer nada a cambio, y utilizando como argumento que esta abstención es la única manera de evitar que los independentistas que le facilitaron la moción de censura tengan peso en el futuro Ejecutivo.
En esta dialéctica carente, la estrategia de Sánchez parece que ya no tiene la misma pegada que semanas y meses atrás. Las casas demoscópicas ya empiezan a recoger el hartazgo de Producciones Redondo, y ante unas próximas elecciones, las falsas promesas a Podemos, y la incapaz de atraer la abstención de los partidos constitucionalistas podrían depararle desagradables sorpresas en las urnas. Las mentiras, dice el argot popular, tienen las patas muy cortas. En estas jornadas de sesión de investidura ha quedado desnuda la inconsistencia intelectual de las propuestas del candidato socialista, capaz de defender un déficit a raya, y de inmediato comprometerse con el aumento del gasto público. Capaz, como se ha visto, de exigir la abstención gratis de PP y de Cs, y el sí de Podemos. Y de paso, también exigir una actuación así, porque así es como lo quiere Europa. Capaz, de olvidar como un día negó un Gobierno de coalición a Mariano Rajoy, mientras hoy pretende que nadie le tosa con 123 diputados que, por mal gestionados, le están encerrado en una ratonera.