Opinión

Resituarse (y VI)

Sánchez e Iglesias incapaces de llegar a acuerdos

Estos días pasados de agosto evidenciaron la situación de autismo cansino en la que se ha enfangado la política española. La inanidad del G-7, la crisis económica que se avecina, la guerra comercial entre EEUU y China que evidencia el fin del mito de la globalización vía Organización Mundial del Comercio (OMC), los náufragos en el Mediterráneo sin que la UE muestre que sus principios fundacionales son algo más que papel mojado, el Brexit y el binomio Trump-Johnson, etc. son inequívocas señales de que algo está cambiando y nos va a afectar sobremanera. Y mientras eso ocurre, aquí vivimos una especie de aislamiento, nada espléndido y sí de pérdida total de pulso, rayano en la postración generalizada.

La izquierda debe salir de esta trampa que la ab-duce, la desgasta inútilmente y la incapacita para afrontar el temporal que viene. Si el objetivo primordial, por no decir único, se concreta en compartir el Gobierno con el PSOE, solamente caben dos estrategias posteriores: o estar permanentemente echándole en cara su desprecio o seguir como segundones y copartícipes de unas políticas no queridas. Es decir, dos maneras de seguir siendo satelizados por una so-cialdemocracia devenida en neoliberal tras un largo proceso de metamorfosis.

Los inmigrantes evidencian que los principios de la UE son solo papel mojado

Si la izquierda no reacciona y acepta como escenario habitual para su sedicente función de im-pulsar la alternativa este escenario de disgregación, pérdida de referentes éticos, democracia bajo mínimos, injusticias sociales crecientes y privatización acelerada de la educación y la sanidad, terminará ella misma formando parte del paisaje, aunque sea como un objeto raro que le da cierto colorido. En resumen, la integración total cuando no la fagocitación.

Y la gravedad de esta hipótesis no estriba solamente en la impotencia de sueños, anhelos, luchas, y esperanzas mantenidos, organizados y defendidos con dolor y esfuerzo, sino en el vacío social que será ocupado por las más diversas marcas del fascismo carpetovétonico y sus acompañantes más habituales: el populismo de extrema derecha y el rancio nacionalcatolicismo. Ya aparecen sus heraldos.

A lo largo de esta serie de seis entregas que hoy acaba, he mantenido la necesidad de lo que he venido en denominar la travesía del desierto. Y ello no es otra cosa que la asunción por la izquierda, con todos sus matices, de la necesidad de redefinirse y resituarse para reeditar y organizar el invariante hilo rojo de su continuidad histórica en este siglo XXI aquí en España y también en Europa.

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