
Si la Izquierda acepta resituarse en el escenario de la travesía del desierto, no puede hacerlo sin asumir que debe refundarse sobre dos pilares. El primero es la actualización y vigencia de los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad evaluando las experiencias históricas que intentaron aplicarlos; en unos casos para ajustar las cuentas con ellas definitivamente, y, en otros, para reformularlas a la luz de la realidad del siglo XXI. El segundo pilar es la búsqueda del encuentro teórico, político y programático con las tres grandes propuestas sistematizadas en el siglo XX: feminismo, multiculturalismo y ecología política.
Consecuentemente con lo anterior, la Izquierda, con toda su pluralidad, debería ir hacia la convocatoria de unos Estados Generales capaces de crear un cuerpo de consenso activo y progresivo en torno a valores, proyectos, programas, estrategias, discursos y nuevas visiones del concepto "movilización". Los Estados Generales de la Izquierda deben ser la consecuencia de una labor previa en sus bases sociales, culturales y organizativas. El acuerdo de urgencia entre direcciones y con prisas electorales no cabe aquí. Esta fase previa es imprescindible para ir desarrollando, consolidando y potenciando algo sin lo cual no hay cambio posible: la organización como pilar sólido y la organicidad como principio democrático inexcusable.
Los tiempos exigen claridad, rotundidad y proyecto estratégico para construir una alternativa al régimen de la Transición. El republicanismo es inherente a la Izquierda sin ambages y sin peajes a pagar; ya se han pagado bastantes. Por eso, resituarse consiste también en recuperar sin estridencias y sin matices, tanto el discurso del Proceso Constituyente como el de la consecución de la III República. Y cuando digo discurso quiero decir horizonte de ruptura. Y, a su vez, ruptura significa construcción, elaboración, planificación, programación y acopio de fuerzas para hacerla posible.
La Izquierda como referente de lucha, organización y vida de las víctimas del pensamiento único
La izquierda, si acepta esta travesía por el desierto, tiene ante sí un reto que solamente puede abordar desde esa situación de liberación de anclajes, ataduras y consensos traicionados desde el momento en que se aceptaron. Y ese reto consiste en cohonestar el proyecto social inherente a ella y la nueva realidad conminatoria que expresa el cambio climático. El desarrollismo, el crecimiento sostenido, el consumismo y la economía como un sistema aislado de la biosfera, no pueden mantenerse so capa de la creación de riqueza o puestos de trabajo. De todo ello se infiere que la voluntaria resituación de la Izquierda supone como correlato la resituación de los sindicatos que en un tiempo fueron consustanciales con la Izquierda.
La crisis estructural del sistema, añadida a las que se avecinan y a la de la civilización depredadora de recurso y del hábitat humano, necesitan de una respuesta alternativa que solamente puede venir desde los presupuestos y valores que en su día forjaron a la Izquierda. Pero eso no es posible si la Izquierda actual no asume el proceso de volver a ser la única referencia de lucha, organización y vida de las víctimas del neoliberalismo y el pensamiento único.