
Mi amigo Carlos Romero, que fue ministro de Agricultura con Felipe González, siempre me habla del "efecto calendario" en la toma de decisiones políticas. Lo que es posible hoy no siempre lo es mañana. La oportunidad del momento es vital. Si la dejas pasar, probablemente no volverás a tener una segunda oportunidad.
Una lección que debería saber Pablo Iglesias, que en el 2016 dejó pasar una oportunidad de oro cuando no se abstuvo en la investidura de Sánchez, lo que habría permitido un gobierno de minoría con C's. Tal oportunidad, de haberla aprovechado, le habría dejado con la sartén en la mano y con el mango también. El líder de Podemos se habría convertido en el "amo de la legislatura". Pero no lo vio, y empezó su declive. De ahí arrancan los problemas con Errejón. Aquel fallo nos permitió visualizar a un Iglesias listo, pero no inteligente. No es un líder capaz de dirigir a su partido, sino alguien que se deja arrastrar por la corriente.
Ahora se vuelve a plantear una situación parecida para Iglesias, aunque desde una mayor debilidad política. Si el próximo 25 de julio Sánchez no sale investido, la izquierda en general y Podemos en particular se darían un tiro en el pie. Ahora se puede contar con los partidos independentistas, pero en septiembre no.
El 11 de septiembre está previsto que más de un millón de personas salgan a las calles en la Diada para pedir la independencia de Cataluña. Tres semanas después, se aprovechará el segundo aniversario del referéndum ilegal para exigir la salida de los presos. Unos días después, se conocerá la sentencia del juicio del procés. Tal calendario de "festejos", previsiblemente provocará una reacción muy fuerte en el ámbito independentista y en la llamada "España de las banderas". El nacionalismo español va a reaccionar, por lo que de nuevo se podría producir un choque de trenes. En medio de ese contexto es difícil que salga adelante una investidura de izquierdas de Sánchez. Por tanto, tendrían que celebrarse unas nuevas elecciones – las cuartas en cinco años– el 10 de noviembre.
Si Pedro Sánchez no sale investido el 25 de julio, comenzaría la decadencia de la izquierda
En el contexto de radicalización en que se celebrarían los comicios todo hace pensar que se verían muy favorecidas las llamadas tres derechas, que lógicamente capitalizarían el enfrentamiento contra los independentistas catalanes. Es decir, la derecha tendría una oportunidad clara de formar un "gobierno a la andaluza". En tal caso iríamos de cabeza a un nuevo 155. Una situación extremadamente compleja que en el caso de que durase, afectaría negativamente al crecimiento económico, precipitando el tan temido enfriamiento, por no hablar de recesión.
En tal escenario, Podemos y Pablo Iglesias se convertirían en un cero a la izquierda y Albert Rivera se habría salido con la suya. Por esta razón, el líder de Ciudadanos niega el pan y la sal a los socialistas: sabe que su fracaso es su triunfo, aunque España tenga que pagar un alto precio por ello.
Seguro que a Iglesias alguien le ha alertado del "efecto calendario". La investidura de Sánchez, igual que le sucede a las paellas, no se puede pasar de tiempo. Tiene que hacerse en julio aunque para lograrlo tenga que ceder más de lo que ha hecho hasta ahora. Él no puede estar en el Gobierno, sería como meter al zorro dentro del gallinero. Se convertiría en el Salvini de la extrema izquierda. Los barones socialistas lógicamente no lo van a consentir. Todo parece indicar que la solución, como en la película de Joseph Ruben "Durmiendo con su enemigo" (1991), sería un "gobierno a la portuguesa", aunque para ello sea necesario nombrar ministra a Irene Montero… Al fin y al cabo, todo quedaría en casa.