Las incertidumbres que sobrevuelan la economía mundial (ralentización y guerra comercial) llevan al inversor a refugiarse en la renta fija. Tanto es así que la subida en precio de la deuda suma un 13,9 por ciento en el año.
Pese a ello, insistir en la excesiva focalización en estos activos se presenta como una mala opción. Así lo indican las previsiones que indican que la rentabilidad de la deuda global será de sólo un 1,18 por ciento para el próximo año, al haber descontado el mercado el regreso a las políticas monetarias expansivas. A esa cifra habría que restarle además las comisiones que, de media, suponen el 0,82 por ciento. El ahorrador se enfrenta así a una pobre expectativa de ganancias, por debajo del IPC, que debería impulsarle a diversificar.