Sorprendía el martes Pablo Iglesias con una nueva, que no novedosa, oferta de gobierno de coalición a Pedro Sánchez, que este respondía nuevamente con un rotundo "no es no" y reiteraba el ya tópico argumento de que sólo con Podemos no suma que en realidad quiere decir que o Iglesias y los suyos apoyan la investidura gratis o repetimos unas elecciones en las que los socialistas parece que tienen bastante que ganar y los morados mucho que perder.
En realidad nada diferente a lo ya vivido en julio y otra muestra de que a lo único que están jugando unos y otros no es a conseguir la formación de un gobierno sino a ganar la batalla de la propaganda ante la opinión pública para poder culpar al contrario de la vuelta a las urnas y que recaigan sobre él las iras de los electores. Porque ¿en qué difiere esta última propuesta de Podemos de las negociaciones anteriores y de la oferta de ministerios que le hizo el PSOE en la investidura y rechazó entonces? ¿Qué ha cambiado en un mes para lo que entonces era inaceptable ahora se estime suficiente? En realidad, nada; salvo la intención de Pablo Iglesias de demostrar que mientras Sánchez permanece en el inmovilismo ellos han intentado hasta el final evitar que haya elecciones.
Iglesias busca demostrar que intenta evitar que haya elecciones frente al inmovilismo de Sánchez
Eso, con el añadido de la propuesta de una mesa de partidos para la "desjudicializar" la situación de Cataluña, que, en opinión de un dirigente socialista próximo a Moncloa es "introducir una bomba de relojería en el Consejo de Ministros con la Diada y la sentencia del juicio del procés en el horizonte inmediato"; al tiempo que reiteraba que la coalición con Iglesias y los suyos es "inviable".
Como también entra en esa estrategia de la batalla de la propaganda la actitud de Sánchez y los suyos con esa ronda de consultas previas a las vacaciones con organizaciones sociales, que dan votos en las urnas pero no en el Parlamento que es donde se deciden las investiduras. Y la que ahora iniciará con los partidos políticos sabiendo que las posturas son idénticas a las de julio y que si algo puede cambiar es la abstención de ERC para pasar al "no", como ya avisó Rufián.
Y batalla de la propaganda, o postureo como gusta de decirse ahora, es el esperpento que ha rodeado al Open Arms. Un melodrama en el que todos los actores son culpables, empezando por el radicalismo populista de Salvini y la tragicomedia de un gobierno italiano en el que el ministro del Interior se pasa por el forro las instrucciones del primer ministro que acaba dimitiendo.
La Unión Europea se ha puesto de perfil, como acostumbra, en el caso del Open Arms
Postureo también en el gobierno español y Pedro Sánchez que, vistas las nefastas consecuencias de su "buenismo" en el caso del Aquiarius mantuvo una posición de absoluta intransigencia para realizar una propagandística oferta de acogida cuando ya intuía la decisión de la fiscalía italiana de permitir el desembarco. Y postureo también en Open Arms empeñándose en desembarcar en Italia a sabiendas de que si lo hacia en España el barco quedaría neutralizado sine die por las autoridades españolas y se exponían a sanciones por incumplir el permiso legal para sus actividades.
Un caso este en el que el único actor no ha practicado el postureo es la Unión Europea que se ha puesto, como siempre, de perfil. Y así nos va.
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