
Los especuladores que operan sobre las divisas en el mercado de derivados de Chicago están realizando su mayor apuesta contra el euro desde que, en diciembre de 2016, llegó a intercambiarse por 1,04 dólares, su último mínimo desde 2002. El número de contratos negociados por este tipo de inversores sin intereses comerciales que espera una depreciación de la moneda común frente al billete verde supera en 80.278 a los contratos que aventuran que subirá -ver gráfico-, según el dato publicado el viernes 29 de marzo.
Estos especuladores no buscan cubrir el riesgo divisa de su actividad económica sino obtener ganancias acertando la tendencia del cruce, y la posición neta (contratos alcistas menos contratos bajistas) del total de sus apuestas en cada momento es considerada un indicador adelantado de su comportamiento.
En la actualidad, aunque el euro ha caído desde que empezó 2019 cerca de un 2% hasta la zona de mínimos de los últimos 22 meses -en los 1,12 dólares-, estos inversores con afán especulativo apuntan a una depreciación aún mayor, que podría ser de otro 7%, que es el margen que le queda hasta los 1,04 dólares bajo los que se hundió tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

En aquel momento, los dos extremos del cruce entre el euro y el dólar apuntaron hacia la misma tendencia. Por una parte, el programa de incremento del gasto público y de rebajas fiscales con el que Trump aterrizó en la Casa Blanca y la normalización de la política monetaria propuesta por la Reserva Federal (Fed) garantizaron la fortaleza del billete verde. Por la otra, el eternamente abrupto calendario político al que se enfrentaba la eurozona descubrió la debilidad de la moneda común.
Los riesgos económicos son similares
Un contexto distinto pero con ciertas semejanzas vuelve a darse ahora. El clima de desaceleración del crecimiento económica a escala global y el tono acomodaticio adoptado por el Banco Central Europeo (BCE) ante la especial debilidad de algunas de las principales economías del Viejo Continente (Alemania, Francia o Italia) han incrementado la demanda de activos en divisa estadounidense pese a que la Reserva Federal (Fed) también ha pisado el freno en su proceso de subida de los tipos de interés y de normalización de la política monetaria.
El euro no ha profundizado por debajo de los 1,12 dólares desde las elecciones francesas de mayo de 2017, en las que el mercado temió un cara a cara entre los dos polos euroescépticos del país, el comunista el comunista Jean-Luc Mélenchon y la ultraderechista Marine Le Pen. Desde entonces, la divisa comunitaria ha soportado el pulso fiscal con la Unión Europea (UE) mantenido por el gobierno de tintes populistas que salió posteriormente de los comicios de Italia, la entrada en recesión técnica de este país, la debilidad de la industria de Alemania y las protestas de los chalecos amarillos en Francia.
Ahora, el pantanoso calendario político que se echa encima aumenta un poco más la presión sobre la moneda común: con las elecciones generales en España del 28 de abril, los comicios al Parlamento Europeo del 26 de mayo y el Brexit como principales incertidumbres, mientras los indicadores de sentimiento empresarial, de confianza de los consumidores y de expectativas de crecimiento e inflación prosiguen revalidando mínimos desde hace semanas.