
Afinales de 2016, los dos extremos del cruce entre el euro y el dólar apuntaron hacia la misma tendencia. Por una parte, el programa de incremento del gasto público y de rebajas fiscales con el que Donald Trump aterrizó en la Casa Blanca -resumido en el lema #MAGA (make America great again), de alarmante tono populista y nacionalista- y la normalización de la política monetaria propuesta por la Reserva Federal (Fed) garantizaron la fortaleza del billete verde. Por la otra, el abrupto calendario político al que se enfrentaba la eurozona descubrió la debilidad de la moneda común. Y sucedió lo inevitable: el euro registró su último mínimo el 20 de diciembre de aquel ejercicio, cuando se quedó ligeramente por debajo de los 1,04 dólares -lo más cerca que ha estado de la paridad en los últimos 15 años-.
La divisa comunitaria no logró despegarse de ese suelo hasta que, en mayo de 2017, la victoria de Emmanuel Macron en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Francia espantó momentaneamente el fantasma del euroescepticismo que encarnaban la ultraderechista Marine Le Pen y el comunista Jean-Luc Mélenchon. El impulso de Macron y la retirada de estímulos monetarios que había ido adelantando el Banco Central Europeo (BCE) sirvieron para que el euro completara un rally alcista del 20% hasta los 1,25 dólares que conquistó a principios de febrero del año pasado.
Alcanzado ese techo, el rebrote del euroescepticismo, esta vez representado principalmente por el Gobierno en coalición de la ultraderechista Liga Norte y el indefinible Movimento Cinco Estrellas en Italia, los primeros síntomas de la desaceleración del crecimiento y la guerra comercial impulsada por Trump patrocinaron una corrección de la moneda común del 9% hasta la zona de los 1,13 dólares, donde el cruce ha aguantado desde hace semanas -moviéndose en un rango de apenas 2 puntos- bajo la amenaza de que el enmarañado contexto político y la especial fragilidad de las principales economías del club comunitario le devuelvan a los mínimos de 2016.
"Los partidos populistas en la eurozona a menudo incluyen elementos euroescépticos, por lo que su crecimiento podría amenazar la estructura e, incluso, la existencia de una unión monetaria que ya es intrínsecamente débil", considera Nicola Mai, estratega de Pimco. El euroescepticismo tiene ahora múltiples caras y ha multiplicado los focos desde los que surge. Si la amenaza concreta de Le Pen en Francia quedó aplazada a las próximas elecciones presidenciales en 2022, el movimiento de protesta de los chalecos amarillos y el apoyo que su partido, el Frente Nacional, pueda recabar en los comicios al Parlamento Europeo del 26 de mayo son las principales incertidumbres en el país galo. En Alemania, también se teme al crecimiento de la ultraderecha y, sobre todo, a la sucesión de Angela Merkel, que no se presentará a los comicios de 2021. Pero más preocupa la rebeldía del Ejecutivo italiano. Y más riesgo incuban las elecciones en España, donde si hasta ahora se celebraba que hubiera permanecido ajena al auge de la ultraderecha, ya la tiene a las puertas del Congreso.
"El nuevo proceso electoral que se ha abierto implica más tiempo sin realizar las reformas que son verdaderamente urgentes en el páis", advierte Juan Abellán, profesor de EAE Business School. Con el agravante de que dos de los escenarios plausibles tras los comicios que se celebran el 28 de abril conllevan dos amenazas distinas pero de similar repercusión. "Una coalición de derechas entre el Partido Popular, Ciudadanos y Vox es probable que sea cautelosa con el gasto, pero buscará nuevos recortes de impuestos y agravará el problema de Cataluña", observa Eirini Tsekeridou, analista de Julius Bär, quien añade que "un gobierno de centro-izquierda que incluya al PSOE y a Podemos aumentará el gasto social, lo que no será percibido positivamente por los mercados".
Los problemas que afrontaría una de las economías "más saludables", según inciden en Monex Europe, se podrían reeditar también en Portugal, el otro ejemplo de crecimiento "robusto", tras las elecciones en octubre, lo que incementará "la aversión en los mercados hacia el euro", según incide Jean-Baptiste Berthon, estratega de Lyxor AM.
Europa baja una 'marcha'
La inestabilidad política está volviendo a asomar la cabeza y, de cara a que los mercados mantengan la calma, no es el mejor momento de que los legisladores salgan a la palestra con propuestas que contribuyan a aumentar el miedo de los inversores, ya que el ciclo económico está maduro, y el crecimiento está perdiendo fuelle, la principal preocupación que atenaza a los mercados. Las tensiones comerciales por el auge del proteccionismo, además, son otro factor que puede estar pesando en el sentimiento económico.
Desde el año 2014, la eurozona ha crecido por encima del 2% en todos los ejercicios. Sin embargo, las perspectivas de los expertos encuestados por Bloomberg apuntan a que en 2018 la región no habría conseguido batir esa cota, con un avance anual del PIB de 1,8%. Además, el debilitamiento del crecimiento económico de la eurozona continuará más allá de 2018, según los expertos, que pronostican un avance del 1,4% para este año. Las estimaciones se deterioran rápidamente: la Comisión Europea preveía en noviembre que la eurozona crecería este año un 1,9%, una estimación que se ha deteriorado hasta el 1,3% que prevé ahora. El organismo destacó a principios de febrero cómo "la actividad económica se moderó en la segunda mitad del año pasado, a medida que el crecimiento del comercio global se fenó, la incertidumbre deterioró la confianza y la producción en algunos estados miembros se vio afectada negativamente por factores temporales, como disrupciones en las producciones de vehículos, tensiones sociales e incertidumbre en las políticas fiscales", explicó.
La Comisión no es la única que ha deteriorado su previsión macro: la última encuesta a economistas que ha lanzado Bloomberg, en la primera semana de febrero, dejó un deterioro de la previsión macro desde el 1,5% hasta el 1,4% para 2019, con una probabilidad de que la región entre en recesión en los próximos 12 meses del 25%. Los datos macro más recientes avalan las perspectivas de deterioro económico: las ventas al por menor en Alemania, junto a los pedidos a fábricas y la producción industrial en el mes de diciembre se contrajeron inesperadamente.
El deterioro económico se ha hecho ya tan evidente que el propio Banco Central Europeo ha tomado cartas en el asunto, reconociendo que "los riesgos son bajistas" en la última reunión, y dejando entrever que el organismo está preparando nuevos estímulos en la región en forma de nuevas subastas de liquidez para la banca europea cuya implementanción se empezará a valorar en la reunión de marzo. Así, la nueva postura del BCE parece alejar la próxima subida de tipos, que ya se espera para principios de 2020, y se atisvan medidas acomodaticias en el horizonte. En este contexto los inversores han reaccionado comprando bonos de la eurozona, de forma que todas las principales referencias de la región han subido de precio en 2019, algo que no esperaban los analistas. La única excepción es el bono italiano, que parece seguir sufriendo la desconfianza de los mercados por el futuro económico del país, y cuya rentabilidad ha subido en más de 11 puntos básicos en 2019 y ofrece un 2,85%.
El riesgo de volver a 1,04 dólares
El consenso de mercado espera que el euro suba desde los 1,13 dólares actuales, hasta cerrar el año en el entorno de los 1,20 dólares, pero en un año tan convulso políticamente hablando como el actual, no se debe descartar que el escenario pueda ser totalmente opuesto. Ranko Berich, director de análisis de Monex Europe, no tiene como escenario principal una victoria de los euroescépticos en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo mayo. "Las encuestas sugieren que, si bien los nacionalistas, los euroescépticos y la extrema derecha aumentarán su porcentaje de votos hasta el 30%, y que la coalición de centro caerá, los partidos pro Europa mantendrán una mayoría cómoda en el Parlamento", explica el experto. Eso sí, Berich no descarta que "en un caso hipotético en el que los partidos euroescépticos ganasen poder significativamente, y se pusiese en cuestión la gestión de la política fiscal o incluso el futuro del euro, entonces la divisa podría sufrir un golpe que la llevase a los 1,04 dólares que se vieron durante la crisis de deuda griega", señala, avisando, además de que "la historia política reciente nos ha enseñado que los resultados menos previsibles en las encuestas terminan ocurriendo, por lo que la posibilidad de caos en el euro no se puede excluir".