
Es el mayor volumen de emisiones corporativas que sufre una rebaja de su calificación crediticia, de A a BBB, desde hace tres años, situando estos títulos al borde del bono basura.
Las dudas de los inversores sobre la evolución de la economía, en un momento en el que se vislumbra el final de ciclo alcista de los últimos años, han hecho que se replieguen hacia activos más defensivos, a la espera de ver por dónde sopla el viento. Después de la extrema volatilidad de los mercados a lo largo de 2018, nadie quiere ser el último en arañar rentabilidad a cambio de riesgo y tanto en bolsa como en emisiones de deuda se buscan los valores que más refugio aporten.
El último mensaje de la Fed, en el que prevé dos subidas adicionales de los tipos de interés para 2019, hasta situarlos en un rango entre el 2,25 y el 2,50 por ciento, no hará más que exacerbar esta sensación, teniendo en cuenta que el presidente del organismo rebajó unas décimas las estimaciones de crecimiento de la economía norteamericana y de la inflación.
Después de que las bolsas de Estados Unidos hayan roto sus soportes, y puedan profundizarlos en los próximos días, y con el bono norteamericano habiendo rozado el porcentaje psicológico del 3% en algunos momentos de este año, las emisiones de deuda corporativa se miran con lupa, sobre todo los títulos con calificación de high yield, que están dejando de tener tanto atractivo para los inversores.
El mayor coste de financiación de las empresas a medida que ha subido el precio oficial del dinero y se han deteriorado las previsiones económicas ha provocado que muchas compañías hayan tenido que frenar sus emisiones de deuda o incluso emitirla con una calificación peor de la esperada para poder captar dinero.
De hecho, según datos recogidos por el Banco Internacional de Pagos, durante este trimestre se ha producido un cambio de nota desde A a BBB en títulos de renta fija que acumulan 176.000 millones de dólares, situándose al límite para entrar en el terreno de los bonos basura, un vuelco que no se producía con estas dimensiones desde hace tres años.
Y si estas compañías tuvieran que afrontar un empeoramiento de sus condiciones crediticias forzarían una ampliación del mercado de high yield norteamericano, que ya tiene un tamaño de 1,2 billones de dólares.
La última encuesta de gestores de Bank of America Merrill Lynch muestra que no es descabellado pensar en esta posibilidad. El 46% de los participantes considera que las empresas deberían centrarse en sanear sus balances antes que en acometer inversiones, en un contexto en el que el 47% de los encuestados estima que los beneficios se van a deteriorar durante el próximo año.
En Europa, la situación no es muy diferente, a pesar de que algunos inversores desconfían de que el Banco Central Europeo pueda inicia el proceso de subida de tipos el próximo año. La agencia de calificación Standard and Poor´s ha advertido de que el deterioro del crecimiento global afectará también a las compañías europeas, que deberán afrontar un 2019 "especialmente duro" a la hora de realizar emisiones.