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Los derivados siguen siendo una incógnita para los reguladores diez años después de la Gran Recesión

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Una década después del azote de la crisis financiera, que dio paso a la bautizada como Gran Recesión, los reguladores continúan sin contar una radiografía clara sobre los derivados, un mercado cuyo valor asciende hasta los 600 billones de dólares. Estos instrumentos cuyo precio deriva de los costes de otros activos, como una acción, un barril de crudo o un paquete de hipotecas, se han convertido en una herramienta clave de la especulación financiera.

Al contrario que la renta variable, los derivados normalmente no se intercambian en plazas bursátiles públicas, lo que implica que sus operaciones suelen ser bastante opacas de cara a los reguladores. De hecho, el New York Times pone de manifiesto como una de las filiales de Goldman Sachs en Londres, Goldman Sachs International Bank, no tiene que rendir cuentas sobre sus operaciones con estos activos dado a una brecha en las normativas implementadas como respuesta a la crisis subprime de 2008.

La reforma financiera Dodd-Frank implementada en 2010 a este lado del Atlántico tenía como objetivo precisamente mejorar la capacidad de los reguladores patrios de vigilar el mercado de derivados y la exposición de la gran banca a este tipo de activos. De hecho, buena parte de las entidades financieras tuvieron que comenzar a ser específicas con sus operaciones y rendir cuentas ante la Comisión de Comercio de Commodities y Futuros de EEUU.

Sin embargo, la ley cuenta con una importante laguna que muchas entidades han aprovechado para desviar parte de sus operaciones con derivados. Los bancos no están obligados a presentar a los reguladores estadounidenses sus tenencias de derivados localizados en ciertas entidades fuera de las fronteras del país. La variable para que esto ocurra reside en que, si la compañía matriz estadounidense no es responsable de rescatar a su filial extranjera en caso de que esta presente problemas, no tiene la necesidad de cumplir con las exigencias regulatorias.

Esta situación hace muy difícil seguir de cerca la evolución de un mercado que, en el caso de Lehman Brothers, jugó un factor clave en su colapso. Actualmente, por ejemplo, los reguladores estadounidenses cuentan con una perspectiva limitada sobre la exposición de Deutsche Bank al mercado de derivados. La entidad alemana es uno de los principales actores en esta área, pero buena parte de sus operaciones ocurren en el extranjero. Los reguladores de otros países pueden pedir información sobre estas actividades, pero generalmente no recopilan los mismos datos que exigen sus homólogos estadounidenses.

"Las buenas intenciones no siempre constituyen el mejor sistema regulatorio" apunta Martin Neil Baily, experto de la Brookings Institution, un think tank con sede en Washington, quien incide que normalmente los marcos regulatorios sólidos suelen evitarse fácilmente moviendo las operaciones a jurisdicciones con menor supervisión. Es por ello que incide en la importancia de colaborar y coordinarse con otros países.

Según el NYT, Goldman, la exposición total al mercado de derivados alcanzó los 45.000 millones de dólares el año pasado pero gracias a las actividades de su subsidiarias, Goldman Sachs International Bank, parte de esas transacciones son invisibles para los reguladores estadounidenses. Un portavoz de la entidad indicó que menos de un 1% de sus derivados están fuera del alcance de los reguladores patrios. En el caso de JPMorgan Chase, las tenencias no reportadas a los reguladores de EEUU suponen menos del 10% del total del portafolio de derivados de la entidad. Morgan Stanley indicó al rotativo que "prácticamente todas" sus operaciones con derivados han sido registradas con los reguladores estadounidenses.

Aún así, en un estudio reciente, el profesor de derecho de la Universidad de Maryland, Michael Greenberger, reiteró que los bancos están explotando abiertamente esta brecha y creando una enorme vulnerabilidad para el sistema financiero global. Greenberger recuerda que durante periodos de estrés en los mercados financieros, los derivados suelen provocar pérdidas en cascada, una situación que en 2008 puso contra las cuerdas al sistema bancario de EEUU.

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