
Un año después de las devaluaciones del yuan, el principal índice del país, el CSI 300, se sitúa un 25% por debajo del nivel al que cotizaba antes de la medida y el Ibex 35 a un 31%, mientras el Dow Jones sube un 5%.
Madrugada del 10 al 11 de agosto de 2015. El Banco Popular de China devalúa su divisa en torno a un 1,9%. La decisión toma por sorpresa al mercado, a pesar de que el Gobierno chino lleva ya un mes adoptando medidas para estimular el crecimiento: en julio había limitado las posiciones cortas en bolsa y a comienzos de agosto había anunciado que emitiría 150.000 millones de euros en bonos para invertir en infraestructuras. Según las estimaciones de Goldman Sachs, el país habría inyectado en bolsa unos 130.000 millones de euros.
Un año después, sólo los índices bursátiles estadounidenses han logrado -y con creces; el Dow Jones sube un 5% desde entonces- recuperar los niveles previos a esta medida; mientras el chino CSI 300 se sitúa un 25% por debajo de esa cota, el Ibex 35 está aún más lejos, a un 31%.
La particularidad de la decisión del 11 de agosto reside en que se trata de la mayor devaluación diaria de esta divisa desde 1994, además de romper con un periodo de apreciaciones que se inició en 2005. Ésta fue sólo la primera de tres devaluaciones consecutivas que se producirían en las siguientes 72 horas.
Si el lunes 10 de agosto de 2015 un yuan se intercambiaba a 0,161 dólares, el viernes 14 lo hacía un 2,8% más barato, en los 0,156 dólares. Desde entonces, su cotización frente al billete verde ha seguido cayendo -una nueva devaluación, en enero, de por medio- y ahora se intercambia a 0,15 dólares.
La decisión de abaratar la moneda asiática se conoció tras hacerse públicos unos pobres datos de exportaciones, y después de que su cotización se mantuviese estable durante meses respecto al dólar. En el mismo periodo, las divisas de los principales rivales del yuan se habían debilitado frente al billete verde. Victoria Torre, responsable de desarrollo de contenidos de Self Bank, explica que, más que pillar por sorpresa al mercado, lo que hizo fue "llamar la atención al ser tan contundente, de casi el 2% respecto al dólar, el máximo permitido en su banda de fluctuación".
Además, Torre señala uno de los principales factores que precipitaron la decisión, "la mayor liberalización de la divisa con el propósito de entrar en la cesta de monedas que el Fondo Monetario Internacional (FMI) utiliza para fijar el valor de sus reservas", algo que consiguió el pasado noviembre.
La debilidad de la economía china, las devaluaciones y el desplome del precio del oro negro no se trasladaron de forma rotunda a las bolsas hasta dos semanas después. El 24 de agosto se considera ya un lunes negro, con el Shenzhen 300 chino cayendo un 9% y tanto el Stoxx 600 como el Ibex cerca de un 5%. La apertura del mercado estadounidense confirmó que el temor se había contagiado al otro lado del Atlántico: el Dow Jones cedió un 3,5%.
Salida hacia el exterior
¿Qué efectos han tenido estas medidas? ¿Qué ha cambiado en el gigante asiático en los últimos 12 meses? "Con las devaluaciones se buscaba financiar la expansión internacional de las empresas chinas, y se ha conseguido hacerlo; de hecho, el volumen de inversión directa de compañías chinas en el exterior se ha disparado hasta los 120.000 millones de dólares en 2016", explica Javier Santacruz, profesor de IEB y socio de China Capital. Son los bancos del país asiático los que están financiando ese crecimiento en el extranjero, explica, ya que el 80% de la financiación de las empresas del gigante asiático procede de las entidades financieras (en Europa, ese porcentaje es algo inferior, del 70%). Y el ahorro interno chino circula mejor con condiciones monetarias más laxas, añade.
Si nos fijamos en las previsiones de crecimiento para el país, el consenso que recoge Bloomberg las sitúa en el 6,5% para 2016, por debajo del 6,9% registrado en 2015.
La devaluación de la moneda no ha supuesto, agrega Victoria Torre, una marcha atrás en la intención de orientar la economía del gigante asiático hacia un modelo basado en la demanda interna de la incipiente clase media en lugar de las exportaciones e inversión. De hecho, "los servicios representan ahora una mayor proporción de la economía que las manufacturas" y, además, "el sector servicios sigue creciendo sólidamente, al 7,5%", un crecimiento superior al 6,7% interanual que registró su PIB en el segundo trimestre.
Tendencia contraria siguen las ventas al exterior, señala la experta, a pesar de que una divisa local débil favorece a las empresas que venden en el extranjero, que salen ganando a la hora de repatriar el dinero. El lunes se conoció el dato de exportaciones e importaciones de julio, que mostró caídas del 4% y del 12%, respectivamente. Ello apunta a una mayor debilidad en la demanda mundial tras la decisión de los británicos de abandonar la UE, así como una menor demanda doméstica, a pesar de las medidas para impulsar el crecimiento.
La buena noticia para China que encierra este dato es que, con una caída de las importaciones que triplica a la de las ventas al exterior, la balanza comercial parece equilibrarse. Aunque, según aclara Santacruz, "no es algo que el Gobierno chino buscase intencionadamente, sino un efecto colateral".
Respecto a sus repercusiones sobre las materias primas, Torre señala que se vieron afectadas por la devaluación, ya que se compran en dólares: "Un yuan débil supone un mayor coste en la compra de materias primas y puede derivar en una disminución de la demanda", explica. Otra de las consecuencias de la devaluación de la divisa es la caída de las reservas de divisa extranjera en China, ya que las empresas financian su crecimiento exterior con dólares, no con yuanes.
2016 arrancó entre temores
Con los ojos puestos en el gigante asiático, el año 2016 arrancó con un dato que vino a reforzar los temores. El índice de gestores de compra del sector manufacturero de China elaborado por Caixin bajó del 48,6 en noviembre al 48,2 en diciembre de 2015; el umbral de los 50 puntos separa la expansión de la actividad manufacturera de la contracción. Ese mismo mes, el Gobierno chino anunció una nueva devaluación.
La debilidad del dragón asiático se deja notar con fuerza en el resto de economías mundiales. En palabras de Estefanía Ponte, directora de análisis de BNP Paribas Personal Investors, acontecimientos externos a la economía estadounidense han alterado el calendario de subida de tipos previsto por la Reserva Federal para 2016, año en el que preveía elevar el precio del dinero hasta en cuatro ocasiones. Ponte señala que "la Fed optó por retrasar subidas de interés en el mes de marzo ante el temor a una desaceleración brusca de la economía china, y en junio hizo lo propio ante el temor de un resultado favorable al abandono de la UE en el referéndum de Reino Unido".
Así, en el inicio del año los mercados parecían enfrentarse a una tormenta perfecta. Los temores en torno a la economía china cobraban fuerza, pero además las bolsas llevaban meses lidiando con otro problema: el desplome del petróleo. El barril de Brent, que en mayo de 2015 superó los 67 dólares, cayó por debajo de los 28 dólares en enero. El abaratamiento del crudo no es, en sí mismo, nocivo para el mercado, pero invita a los países dependientes de esta materia a retirar importantes capitales de occidente.
Tampoco debe olvidarse que las devaluaciones del Banco Popular de China perjudican al precio del oro negro en el sentido de que un yuan más débil supone un petróleo más caro para los chinos, puesto que el precio de esta materia prima está denominado en dólares. Teniendo en cuenta el déficit energético de China, que se ve obligada a importar 7,96 millones de barriles de crudo al día -un 78,7% del crudo que consume- y que esta cifra supone el 8,3% de la producción mundial de petróleo, cualquier cambio en el consumo del gigante asiático genera importantes vaivenes en su cotización.
Si nos fijamos en el comportamiento que han experimentado las principales bolsas tras la devaluación china, observamos que sólo los estadounidenses (Dow Jones, S&P500 y Nasdaq 100), que se encuentran en zona de máximos históricos, han recuperado -y superado- los niveles a los que cotizaban hace un año. Bien distinto es el panorama del CSI 300 chino, que tendría que avanzar más de un 25% para recuperar el 4.084 en que cotizaba hace 365 días.
También les queda mucho camino por recorrer a los principales índices europeos. Las dificultades que atraviesa el sector financiero en un entorno de tipos cercanos a cero, unido a los temores a un efecto contagio de la banca italiana y el Brexit han llevado a que el Stoxx 600 todavía tenga que subir un 16,4% para alcanzar los 399,82 puntos que lucía en la jornada anterior a la devaluación del yuan. Mayor tramo le queda por recorrer al español Ibex 35 que, penalizado por unos bancos que suponen casi un 30% del selectivo, todavía tendría que repuntar un 31% para instalarse en los 11.311 puntos con lo que cerró el 7 de agosto de 2015.