
Siempre digo que hay mercado todos los días, todas las semanas, todos los meses. No es una frase hecha, sino una brújula para no perdernos en los extremos emocionales del mercado. Porque en momentos como el actual, donde reina la euforia, recordar eso es más necesario que nunca. La paciencia, aunque no cotice en titulares, les aseguro que es la mejor estrategia.
Esta semana, si tuviera que buscar una metáfora para describir el estado de las bolsas, me iría al Nueva York de los años 20, ese mundo de fiestas interminables y lujo aparente que tan bien retrató El Gran Gatsby. La fiesta bursátil sigue en marcha: luces, música, copas en alto y sonrisas confiadas. Pero como bien sabía Gatsby, en toda fiesta demasiado perfecta hay una fragilidad que se esconde detrás del confeti. Y ahí es donde prefiero mirar yo: todos compran champán, pero yo cuento las botellas vacías.
Desde que los índices globales marcaron mínimos en abril, asistimos a una recuperación robusta que superó el temido 61,8% de Fibonacci de la caída desde los altos del año, que en Wall Street bauticé como el Techo de DeepSeek. Superar ese umbral confirmó que no estábamos ante un mero rebote dentro de un mercado bajista, y me permitió revelar que seguimos dentro de una tendencia de fondo alcista. Pero eso no significa que haya que comprar en plena conga.
La sobrecompra en la mayoría de índices es elevada y peligrosa. ¿Puede seguir subiendo el mercado? Por supuesto. Pero como decía mi abuelo: Cuando el río suena, no siempre trae agua; a veces trae piedras. Comprar ahora, con indicadores tensionados, es ignorar la ecuación rentabilidad-riesgo que debería regir toda decisión operativa sensata.

Porque si algo me ha enseñado el mercado durante los últimos veinticinco años es que el verdadero poder no está en el ruido, sino en el silencio. El dinero inteligente no grita, susurra. Y ahora mismo susurra paciencia. Aunque a corto dudo que asistamos a una corrección relevante sin que antes los índices toquen los altos del año, situados a un escaso 4% de distancia.
Que lo hagan en línea recta, sin consolidaciones ni pausas, sería una invitación a recoger beneficios parciales. Ni hablar de nuevas compras hasta que no veamos una corrección seria, con una caída de al menos un 38,2% o un 50% de toda la subida desde abril. No les puedo anticipar esos puntos de entrada hasta que tengamos un techo definido. Cuando lo vea, lo diré.
Hasta entonces, paciencia infinita. Porque como en El Gran Gatsby, tras el último brindis, la orquesta se calla, los invitados se van… y sólo queda quien supo no perder la cabeza. El mercado puede estar de fiesta, pero los que ganan a largo plazo no son los que más bailan, sino los que saben cuándo sentarse.
Y recuerden: toda fiesta descontrolada termina con alguien apagando las luces. Esta vez, la resaca no será de champán... será de pura volatilidad.