
Natalia Luna es analista senior de investigación temática de Columbia Threadneedle. Radicada en Londres, recientemente atendió a elEconomista.es durante una visita a Madrid. Tras un 2023 durísimo para las empresas de renovables, esta experta en transición energética reafirma su confianza en el sector, ya que el castigo que sufrió en bolsa fue excesivo y no hizo distinciones, explica. Luna también está atenta a las consecuencias que pueda tener una posible victoria republicana en las elecciones en EEUU, así como a los comicios al Parlamento europeo. Conozca el portal especializado elEconomista ESG.
Tras un 2023 aciago para las empresas de renovables en el parqué, el sector sigue sin recuperarse en 2024. ¿Cuáles son sus expectativas para las firmas verdes?
En 2023 veníamos de una época de tipos de interés bajos y una euforia por la inversión ESG [en base a criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo, por sus siglas en inglés], lo que generó un boom en muchas de estas compañías. El año pasado, la subida de tipos y el alza de los costes de financiación afectaron a las empresas de renovables, que, en su mayoría, se financian con deuda. De ahí que se desinflasen. Más allá de las renovables, había compañías más jóvenes que alcanzaron unas valoraciones enormemente elevadas, por ejemplo las posicionadas en hidrógeno verde, o en otras tecnologías; éstas se desplomaron hasta el 70%, en algunos casos. A día de hoy, el sector sigue sin despuntar en el mercado, porque la historia macro sigue dominando: los tipos y los costes siguen siendo altos. Eso es lo que domina a nivel grupo; parece que todas las renovables son malas. Pero realmente hay historias de inversión muy buenas. Nuestra visión es que el mercado está sobrepenalizando muchas de estas compañías de energías renovables.
Ha mencionado el hidrógeno verde, ¿cuáles son sus expectativas para esta forma de energía? ¿Hemos asistido a una burbuja en el hidrógeno?
Se produjo una euforia en relación con el hidrógeno verde. La gente tiene la sensación de que es una solución para todo, pero no es así. El hidrógeno verde necesita energía renovable y electrolizadores. Al producirlo, se pierde el 70% de la energía; no es una solución muy eficiente. Si hemos hablado del hidrógeno verde en la transición energética es porque se trata de una solución para aquellas industrias que no tienen otra forma eléctrica de descarbonizarse. Por ejemplo, en lo que respecta a los automóviles, existe una solución, el vehículo eléctrico. Pero para el acero, que genera el 7% de las emisiones globales, no hay una solución eléctrica; de ahí que necesite hidrógeno. Lo mismo ocurre con los vehículos pesados. El hidrógeno es una solución para aquellos nichos donde no existe una solución eléctrica. En algún momento la gente pensó que podríamos utilizarlo para calentar las casas, pero no es así. Desperdicia muchísima energía renovable, y además es muy caro. Se necesita un apoyo fiscal que no existe.
La energía eólica marina vivió un 2023 durísimo.
El año pasado fue terrible para el offshore [eólica marina]. La protagonista fue Orsted -la mayor compañía del mundo en offshore-, que ilustró todo lo que puede salir mal. Esta compañía desarrolló una estrategia muy expansiva antes del Covid, y no cubrió muchos de sus proyectos. En 2023 se vio obligada a cancelar muchos de ellos, porque no eran económicos. Pero nosotros empezamos a ver signos positivos en la eólica marina. La mayoría de estos proyectos se ponen en marcha a partir de subastas que realizan los reguladores de cada país. En estas subastas, el regulador pone el precio, y lo que ha sucedido es que durante el último año y pico los reguladores no estaban actualizando dichos precios. Las subastas se quedaban desiertas porque ninguna compañía quería acudir a un precio tan bajo. Pero durante los últimos seis meses vemos que el regulador británico, y también el de Nueva York (que es un estado muy importante en offshore) han elevado sus precios de offshore. La subida alcanza el 60% en Estados Unidos. Esto hace a este segmento mucho más competitivo, de ahí que estemos viendo, en los últimos meses, a más empresas de offshore acudiendo a las subastas. Creemos que la reacción en el mercado fue de castigo. La historia del offshore a largo plazo sigue siendo muy positiva.
Dentro de todo el sector renovable, ¿dónde están las mayores oportunidades?
No se puede mirar todo el universo de la misma forma. Ahí es donde entra la función del inversor activo. Dentro de las renovables es necesario distinguir qué compañías están más posicionadas en offshore, cuáles tienen diversidad geográfica... Lo que vemos desde hace ya un par de años es que muchas utilities de renovables empezaron a cambiar su estrategia para no dedicarse solamente a renovables, sino invertir también en redes. Este es uno de los grandes problemas de la transición energética. Estamos obsesionados con expandir las renovables, con el coche eléctrico, pero para eso tienes que reconstruir la red eléctrica. Esto necesita muchísima inversión. Además, los retornos son muy buenos, porque las redes son activos regulados, así que tienes un retorno fijo. Iberdrola fue una de las primeras que empezó a hacer ese giro en su estrategia, siguió creciendo en renovables, pero cada vez fue invirtiendo más en la red eléctrica, no solo en España, también en EEUU.
Más allá de Iberdrola, ¿cómo ve a las compañías españolas de renovables?
La más diversificada es Iberdrola, que además tiene una estrategia muy clara y está muy bien posicionada. El resto de las compañías verdes españolas están sufriendo la penalización del mercado porque tienen un peso mayor en renovables. Creo que en España (también en Europa y en EEUU, en realidad) se necesita un mayor impulso a la inversión en la red eléctrica. Para eso hace falta apoyo gubernamental. Esa es la mayor preocupación, porque puede suponer un parón a esta inversión [en renovables].
¿Por qué puede frenarla?
En Europa, hay tiempos de espera de interconexión. Cuando un proyecto de energía renovable se finaliza, necesita un punto de interconexión, que se solicita a la red eléctrica. Ahora hay varios años de espera: en Inglaterra son casi 12 años, en Estados Unidos, cinco. Estamos expandiendo las renovables, pero es preciso ponerlas en la red y distribuirlas.
Más allá de las renovables, ¿dónde están las oportunidades en el universo de las energías limpias?
Tenemos, por un lado, los pure players de renovables, de hidrógeno o de captura de carbono. Luego están todas esas empresas que suministran materiales o equipos que son totalmente necesarios para la transición energética. Ahí están firmas como la europea Schneider Electric, que producen transformadores, claves para la red eléctrica, o productos de robótica que son necesarios para estos procesos. O los fabricantes de cables; en Europa tenemos Prysmian y Nexans. La demanda de cables va a ser inmensa.
Estados Unidos cuenta con la Inflation Reduction Act (IRA) de la Administración Biden, que ha supuesto el mayor paquete de medidas sobre clima y energía de la historia del país. ¿Qué puede cambiar si Donald Trump gana las elecciones?
Una victoria de los republicanos tanto en la Casa Blanca como en el Congreso sí puede influir. Hay muchas cuestiones vinculadas a la transición energética que no gustan a este partido, aunque también hay otras que sí, aunque no lo reconozcan en los mítines. Lo que está más en riesgo es qué hará el gobierno republicano con la IRA. A nivel político, la han utilizado como una herramienta de campaña: afirman que, de vencer, suprimirán esa legislación. Pero hay ciertos aspectos de la IRA con las que están a favor, ya que incluye muchos beneficios fiscales para producir de forma doméstica baterías y equipos vinculados a la energía solar. La mayoría de esos beneficios fiscales están concentrados en estados republicanos. Eso es lo que hace creer que mantendrán buena parte de esta legislación. Pero sí se puede producir un cambio en ciertas partidas de la transición energética.
Este año también hay elecciones al Parlamento Europeo. ¿Qué impacto pueden tener?
Las encuestas apuntan a un cambio electoral en las elecciones de junio, a favor de grupos más de derecha, y con menor peso de los partidos verdes de los países nórdicos. Esto puede llevar a que muchas de estas políticas y objetivos se ralenticen. No me refiero a un cambio de rumbo, sino a que muchas de las regulaciones para implementar algunos objetivos se dilaten en el tiempo.