Cualquier inversor sabe que cuando las bolsas caen es momento de comprar. Pero una cosa es la teoría y otra, la práctica. Y en sesiones de pánico por las alertas financieras como las que se han desatado esta semana y que ha llevado a la volatilidad a máximos de cinco meses, es muy difícil no sucumbir al miedo y vender arrastrado por el efecto manada, es decir, la tendencia a imitar el comportamiento de la mayoría sin analizar si son correctas desde un punto de vista lógico.
La razón de este comportamiento, por más que tengamos la lección grabada a fuego, está en el cerebro, cuya capacidad racional se va a bloquear puntualmente y van a predominar las decisiones emocionales.
Precisamente, del 13 al 19 de marzo se celebra la Semana del Cerebro, un órgano que tiene mucho que ver con las malas decisiones financieras que se adoptan en momentos de incertidumbre y desconfianza como los que han desatado las quiebras de Silicon Valley Bank y Signature Bank y los rescates de Credit Suisse y de First Republic Bank.
"Cuando se producen acontecimientos como los de esta semana el cerebro interpreta una posible pérdida en la misma medida que nuestros ancestros entendían el peligro, en este caso, de pérdida económica. Es decir, se activan zonas relacionadas con el peligro, la ínsula cerebral, que tiene una función muy concreta: aumenta la capacidad de supervivencia. Ante una evidencia como la sangre se huía para proteger la vida", explica el neurólogo y doctor en Neurociencia, Pedro Bermejo.
En declaraciones a elEconomista.es, este experto y autor de El cerebro del inversor o Neuroeconomía señala que, "aplicado al siglo XXI, donde no hay un depredador, el sistema para la toma de decisiones económicas interpreta el peligro como la quiebra de un banco. Se nos van a activar las mismas zonas cerebrales, una respuesta emocional de gran huida. La respuesta es vende rápido y vete si ves posibilidad de pérdidas en los mercados".
Otra de las máximas que el inversor suele olvidar en tiempos como el presente es que los parqués siempre se recuperan a largo plazo. Y pese a ello, la caída de SVB ha invocado a los fantasmas de la crisis de 2008 pese a que los analistas creen que pese a que estas entidades han sido intervenidos y que tienen problemas de liquidez, las similitudes acaban ahí.
"Todos recordamos lo que ocurrió con Lehman Brothers, esa emocionalidad de la catástrofe de la crisis va a aumentar ahora más que la racionalidad de la bolsa. Se pusieron las medidas para que aquello no vuelva pasar, el sistema está mas saneado. No sería lógico volver a repetir los mismos errores. Pero esas medidas racionales como inversor no las vas a recordar igual, la memoria se asocia a las emociones", incide Bermejo.
¿Cómo actúan las emociones? "Si vemos que nuestra inversión evoluciona bien, sentiremos entusiasmo, emoción o incluso euforia", explica el estudio de Finanzas conductuales de Cobas Research publicado a comienzos de este mes de marzo.
Pero también hay momentos en los que experimentamos abatimiento, miedo o desaliento. "Si bien es cierto que en momentos de inestabilidad es complicado mantener la calma, más aún si estamos viendo como nuestras inversiones se están esfumando ante caídas repentinas del mercado. Es en esos momentos cuando la parte emocional adelanta a la racional", añade el estudio.
Factor químico
Aversión al riesgo tenemos todos, es una emoción humana. Pero hay grados de tolerancia derivados de factores individuales como las hormonas, la edad, el género, la educación que son los que diferencian a un inversor conservador de los de un especulador de productos de inversión más concretos y arriesgados como apalancamientos, derivados, etc.
La dopamina provoca que la sensación y duración del malestar sea más difícil y larga que la sensación de bienestar ante una ganancia
Pero hay otro elemento neuronal que entra en juego y es responsable de que las pérdidas en mercado provoquen mucho más dolor o tristeza que la sensación de felicidad y alegría cuando se gana. Se trata de la dopamina, que regula el proceso cerebral de toma de decisiones económicas, evalúan las opciones disponibles e identifican la preferible. Habitualmente es conocida como la hormona de la felicidad, y está estrechamente relacionada con el estrés, por lo que estas reacciones químicas en el organismo influyen en que la sensación y duración del malestar sea más difícil y larga que la sensación de bienestar ante una ganancia.
"La sensación de perder en bolsa puede ser más dañina que la satisfacción de ganar debido a una combinación de factores químicos y psicológicos que hacen que las sensaciones de pérdida sean más duraderas y más difíciles de superar que las sensaciones de ganancia", explica Moisés Suárez Nordelo, de MundoPsicólogos.com.
"Desde la parte química, la respuesta está relacionada con la liberación de dopamina en el cerebro, ya que la liberación de la misma genera en la persona placer, recompensa y satisfacción, por el contrario cuando se pierde la liberación se disminuye y provoca frustración, decepción e insatisfacción", agrega este psicólogo.
En esta misma línea, Arantxa Pisón, psicóloga y coach y miembro de la plataforma VidasPrime, afirma que "perder es psicológicamente y químicamente peor que ganar porque no se produce recompensa. Hay displacer. No se activa el circuito de recompensa que está regulado por la dopamina. Si la perdida es considerable y la dopamina desciende puede afectar a todo el circuito que regula este neurotransmisor como la motivación, la capacidad de tomar decisiones adecuadas, etc".
Y todavía va un paso más allá. "Psicológicamente se produce fracaso autopercibido, apatía, baja autoestima y dependiendo del nivel de riesgo asumido las consecuencias pueden ser catastróficas", añade esta experta.