
El 19 de octubre es un día grabado en la mente de los inversores. Hace 35 años, el mercado vivió el peor día de toda su historia, con caídas superiores al 20% en algunos de los principales índices. Entonces, era lunes y, por eso, el día se conmemora como el Lunes Negro. Tres décadas y un lustro después, este octubre también esta siendo complicado y, entre ambos periodos, hay similitudes que pueden explicar el ciclo bajista del mercado.
Antes de analizar esas razones, hay que retroceder a aquel día. Solo en esa sesión, el S&P 500 perdió un 20,5%, una quinta parte de su valor, hasta los 224,8 puntos. El índice ponía así el broche a una racha bajista que se remontaba a las diez sesiones previas, en las que solo hubo un cierre verde. Para el Dow Jones, el fatídico lunes terminó con una caída diaria del 22,6%, hasta las 1.738,7 unidades. El Nasdaq Composite bajó un 11,3% hasta los 360,2 puntos. Sin embargo, el fuerte pesimismo ya empezaba en la sesión asiática, con el Hang Seng de Hong Kong desplomándose un 11%, para después extenderse en Europa (el Ibex 35 no existía entonces). Las pérdidas siguieron profundizándose a lo largo de esa semana, dando lugar a una auténtica sangría.
Uno de los puntos comunes entre el comportamiento del S&P 500 de entonces y ahora es que, antes del tramo bajista, el índice había estado acumulando fuertes ganancias. De hecho, el precio de las acciones había aumentado más que lo que habían crecido los beneficios empresariales, como explica la Reserva Federal (Fed) en un análisis posterior al crash bursátil. Eso hizo que la bolsa estuviera sobrevalorada, como también ha ocurrido en la recuperación tras la pandemia.
El S&P 500 de 1980 a 1987
Por otra parte, en la década de los 80 en Estados Unidos, la inflación llegó al 13,5% y la tasa de fondos federales de la Fed subió al 20%. Lo que ocurrió en los siguientes años fue una reducción progresiva de la inflación, que en el 1986 bajó al 1,8%. Sin embargo, los precios volvieron a subir un año después, hasta el 3,6% de media anual. Los tipos de interés duplicaban en ese momento los actuales, pero podían considerarse bajos en comparación con los años previos, cuando llegaron a su máximo con la presidencia de Paul Volcker en el banco central. De hecho, Alan Greenspan sustituyó a este en 1987 y tuvo que bajar los costes de financiación en la reunión de octubre para estimular al mercado tras su desplome del 19 de octubre.
En ambos casos hay un contexto previo relevante de restricción monetaria, aunque también hay diferencias entre un momento y otro, ya que la inflación del Lunes Negro era menor que la de ahora (más de la mitad) y, actualmente, el mercado laboral es más fuerte que hace 35 años, cuando el desempleo era del 6%. Por eso, el escenario económico tiene paralelismos, pero no es del todo equiparable.
El mismo informe de la Reserva Federal señala que, antes del derrumbe, las condiciones económicas habían sufrido cierto deterioro. Sin embargo, en ese año, 1987, no hubo una recesión económica, al menos no lo establece así el National Bureau of Economic Research (NBER, por sus siglas en inglés), el organismo encargado de dictaminar las crisis en Estados Unidos. La contracción se había producido cinco años antes, entre julio de 1981 y noviembre de 1982.
Más allá de eso, el informe de la Fed también cita causas más concretas que antecedieron al crack. La semana de antes, el pesimismo se había instalado en el mercado por las expectativas de subidas de tipos. Se había conocido la balanza comercial de EEUU de agosto, con un déficit que superaba ampliamente las expectativas debido a la debilidad del dólar. Eso hizo pensar que el banco central iba a poner remedio a la situación, elevando, de nuevo, el precio del dinero. Cabe matizar que esa fragilidad del 'billete verde' se produjo tras la intervención de la Fed, ya que el máximo histórico del índice dólar se alcanzó en 1985 y se bajó de manera forzada en los años posteriores, hasta hundirlo.
Por otra parte, la Cámara de Representantes anunció que iba a retirar ciertas ventajas fiscales para las operaciones de fusión y adquisición, lo que llevó a los inversores a rotar sus carteras y a anticipar que ciertas empresas que podían despertar el interés de otros compradores, dejarían de tenerlo.
Más allá de esos sucesos previos, durante el Lunes Negro se concentraron ciertos eventos que terminaron de rematar la situación. Uno de ellos fueron los margin calls o llamadas de margen. Al caer tanto el precio de algunas acciones, los inversores tuvieron que renovar sus garantías, lo que redujo todavía más la liquidez. Por otra parte, el gran volumen de operaciones colapsó los sistemas de trading, mucho menos avanzados en la época. Eso provocó que órdenes de ventas no se ejecutaran hasta una hora después y, además, ello generó todavía más confusión.
Ese cúmulo de cosas llevó a las mayores pérdidas en un solo día en bolsa. En este 2022, las ventas se han ido acumulando a lo largo de todo el ejercicio, con un S&P 500 que se tambalea en el mercado bajista y un Nasdaq Composite instalado en él. Sin embargo, ninguna sesión bursátil ha sido tan dramática como la del Lunes Negro. Desde ese día de 1987, los mercados tardaron en recuperarse dos años. Las bolsas actuales también tienen margen de mejora, el tiempo dirá cuándo llegará.