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Europa apuesta por disuadir a Rusia con el avión F-35 americano

Dos aviones de combate F-35 B aterrizan en el portaaviones USS America en una imagen de 2016. Foto: Lockheed martin

Alemania, Finlandia, Suiza y otros países encargan más unidades de este potente cazabombardero, mientras el sistema de combate europeo retrasa su arranque.

Finlandia, que comparte una extensa frontera con Rusia, sabe que, a pesar de su neutralidad, depende de sí misma para defender su territorio, ya que no forma parte de la Alianza Atlántica. De ahí que, a principios de febrero, el Gobierno de este país nórdico formalizase la compra de 64 aviones de combate F-35 a Lockheed Martin por valor de 9.400 millones de dólares. La operación, que se venía gestando tiempo atrás, incluye que Finlandia participará en la producción de las aeronaves, cuyas primeras unidades se entregarán en 2025.

Un poco más al sur, en Alemania, se anunció a mediados de marzo la compra de otros 35 aviones de combate F-35, con los que pretenden sustituir a sus Tornado, además de 15 unidades del Eurofigher Typhoon, de sello europeo. En esta ocasión, el movimiento fue en apariencia una respuesta directa a la invasión rusa de Ucrania, y se enmarca en los 100.000 millones de euros de presupuesto que la cancillería de Olaf Scholz destinará a defensa este año.

¿Qué le ha dado a Europa con los F-35 y sus variantes? "Los F-35 se utilizarían para la superioridad aérea y el ataque, mientras que los Typhoon se emplearían para misiones especializadas como el ataque electrónico y la escolta", publica el diario especializado Air Force Magazine, en referencia a la adquisición alemana.

De hecho, subrayan, "Alemania se unirá a sus compañeros aliados de la OTAN, Bélgica, Dinamarca, Italia, Países Bajos, Noruega, Polonia, Reino Unido y Estados Unidos, como clientes del F-35", y añaden que este avión de combate también transportaría armas nucleares para las operaciones conjuntas de la organización militar. Por otro lado, Suiza comunicó en junio del año pasado que iba a hacerse con 36 unidades del F-35 por 5.500 millones de dólares con el fin de proteger y monitorear su espacio aéreo.

El interés de Europa por la aeronave de diseño y tecnología estadounidense no es nuevo, pero se ha revitalizado en los últimos meses. "Hay múltiples factores operativos que hacen que el F-35 sea popular entre los socios y aliados europeos de Estados Unidos", afirmaba un artículo de Business Insider publicado en febrero.

"El F-35 tiene un efecto multiplicador de fuerzas, con capacidades de inteligencia, vigilancia y reconocimiento [ISTAR por sus siglas en inglés], que aumentan la eficacia de las unidades aéreas, navales y terrestres amigas al proporcionarles valiosos datos del campo de batalla en tiempo real", destacaba el medio norteamericano. Otra de las cualidades que resaltaban es que "en modo bestia, el avión puede llevar cuatro bombas de 500 libras GBU-12 guiadas por láser en sus alas, dos GBU-12 en su bahía de armas interna y un misil AIM-9 aire-aire de búsqueda de calor". Ahí es nada.

Sin embargo, sostiene Business Insider, "para muchos países europeos, la elección del F-35 es una decisión tanto geopolítica como operativa y financiera, especialmente teniendo en cuenta la actividad rusa de los últimos años". Y aquí se incluye la cooperación más estrecha con Estados Unidos, tanto por medio de la formación de pilotos y personal de mantenimiento, como por la transferencia de tecnología y la producción de partes del avión en suelo europeo.

No obstante, el centro de operaciones del F-35 es la Planta 4 de la Fuerza Aérea, en Fort Worth, Texas, motivo de orgullo local. "La sección media se construye en una planta de Northrop Grumman en California, y la cola del avión se construye en el Reino Unido, que es el socio más cercano de Estados Unidos en el F-35. Estas piezas se unen para el montaje final en Fort Worth, donde se fabrica la sección delantera. También hay instalaciones de montaje final del F-35 en Italia y Japón", explicaba The Texas Tribune en un artículo publicado a finales de marzo.

Este avión de combate empezó a gestarse en 1990, en un momento en el que el presupuesto de defensa estadounidense disminuyó tras la desmembración de la URSS. Y a pesar de su éxito internacional, también tiene sus detractores. "Es una maravilla aeronáutica, un desastre fiscal y un eje económico del norte de Texas", resumen en el diario tejano.

"Los halcones del presupuesto militar califican su desarrollo de 'despilfarro' y de 'ratonera' financiera y han planteado la idea de desecharlo", aseguran, y recuerdan cómo Donald Trump puso el programa en el punto de mira. "El programa y el coste del F-35 están fuera de control", tuiteó el expresidente en diciembre de 2016, a punto de ocupar el cargo. "Se pueden y se ahorrarán miles de millones de dólares en compras militares (y de otro tipo) después del 20 de enero".

Y mientras la industria militar de EEUU echa raíces en Europa, la del Viejo Continente dista mucho de alcanzar una cierta autonomía. Las esperanzas están puestas en el Sistema de Combate Aéreo del Futuro (SCAF), al que le cuesta arrancar. Lanzado en 2017 por Francia y Alemania, a los que se unió después España, está destinado a suceder a los cazas Rafale y Eurofighter-Typhoon en 2040. Según publicó Le Monde hace dos semanas, "a finales de marzo, París y Madrid se declararon preocupados por los retrasos de este proyecto, considerado de primera importancia pero bloqueado por las rivalidades entre Airbus y Dassault Aviation", como reconoció en marzo Éric Trappier, director general de Dassault.

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