Estados Unidos refuerza su presencia en el estado número 49 en respuesta a las bases de Rusia y el interés de China por los hidrocarburos y la ruta comercial.
No es la primera vez que soldados estadounidenses llevan a cabo sus maniobras de combate en Alaska, pero, en el contexto bélico actual, todo se mira con lupa. Unos 8.000 soldados han participado durante el mes de marzo en unos ejercicios de entrenamiento militar a las afueras de la localidad de Fairbanks, en Fort Wainwright, uno de los mayores campos de entrenamiento de Estados Unidos. Cerca de allí, el Ejército cuenta también con otras dos bases importantes: la de la fuerza aérea Eielson y la de Fort Greely.
Dada la invasión rusa de Ucrania y el hecho de que Rusia y los Estados Unidos están separados por los 82,7 kilómetros del Estrecho de Bering, hay quien ha querido ver en estas maniobras más de lo que son: un ejercicio que ya estaba planeado mucho antes de que los tanques rusos pisotearan suelo ucraniano. Sin embargo, "fue impulsado en parte por las agresivas medidas de Rusia en los últimos años para militarizar el Ártico, una parte del mundo en la que Estados Unidos y Rusia comparten una extensa frontera marítima", escribía el periodista Mike Baker esta semana en The New York Times.
Contaba Baker que las tensiones en la región se han incrementado en los últimos años conforme los países ribereños del océano Ártico reclaman las rutas marítimas y las reservas energéticas que se están volviendo más accesibles por el deshielo. "Rusia ha dado prioridad a la ampliación de la presencia en el Ártico mediante el reacondicionamiento de aeródromos, la adición de bases, el entrenamiento de tropas y el desarrollo de una red de sistemas de defensa militar en la frontera norte", relataba el diario neoyorquino.
Entre esas instalaciones militares están las de Nagurskaya, en el archipiélago de Francisco José y parece que ya se pueden utilizar durante todo el año. "Ahora, la base militar más septentrional de Rusia está plagada de misiles y radares, y su extensa pista de aterrizaje puede albergar todo tipo de aeronaves, incluidos bombarderos estratégicos con capacidad nuclear, proyectando el poder y la influencia de Moscú", publicó el año pasado el South China Morning Post, con sede en Hong Kong.
China desea trazar una ruta de la seda polar por medio de la cual desarrollar vías de navegación que acorten las distancias en el comercio mundial
"Los militares rusos buscan superar a Estados Unidos en el Ártico", titulaba The Wall Street Journal también en 2021. "Para Moscú, es el último campo de batalla geopolítico donde tiene ventaja sobre Washington y Pekín", escribió el reportero Thomas Grove. "Moscú ve esas aguas, que ha bautizado como la Ruta Marítima del Norte, como una ruta comercial que conectará los futuros yacimientos de petróleo y gas del Ártico con los consumidores y que reducirá el tiempo de viaje entre Asia y Europa a la mitad aproximadamente. Más de 1.000 buques surcaron las aguas el año pasado [por 2020] con gas natural licuado o con carga, un 25% más de buques que en 2019", apuntaba el periodista.
En cuanto a Estados Unidos, las bases militares más grandes en el territorio de Alaska serían las de Fort Wainwright y la conjunta Elmendorf-Richardson, cerca de Anchorage. Además de las de Fort Greely y Eielson destacan la base Kodiak de la Guardia Costera y la estación de control de radares de Clear.
En la actualidad, uno de los mayores proyectos en marcha es la millonaria expansión del puerto de Nome, que según The New York Times podría transformarse en un centro de aguas profundas que preste servicio a los buques de la Guardia Costera y la Armada que navegan hacia el Círculo Polar Ártico. La Guardia Costera espera desplegar allí tres nuevos rompehielos, aunque Rusia ya tiene más de 50 en funcionamiento. Y, además, el diario estadounidense asegura que la Fuerza Aérea ha transferido a Alaska docenas de aviones de combate F-35, anunciando que el estado albergará "más aviones de combate avanzados que ningún otro lugar del mundo".
Esta región del planeta no es solo cosa de dos. En 1996, la Declaración de Ottawa estableció el Consejo Ártico, un foro internacional de cooperación y debate del que forman parte ocho estados: Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islancia, Noruega, Suecia, la Federación Rusa y los Estados Unidos.
Ahí no está China, pero parece que el país asiático desea trazar una ruta de la seda polar por medio de la cual desarrollar vías de navegación que acorten las distancias en el comercio mundial. Para ello necesita entenderse bien con Rusia, otro factor geopolítico de su actual entente cordiale.
Ante esto, los Estados Unidos han presentado en los últimos dos años varias estrategias para recuperar el dominio del Ártico -o, al menos, tener algo que decir-, como Regaining Arctic Dominance, presentada en enero de 2021 por el Ejército de Tierra, o A Blue Arctic: A Strategic Blueprint for the Arctic presentado ese mismo año por la Armada, la Marina y la Guardia Costera. Lo curioso es que si Rusia no le hubiera vendido Alaska a los Estados Unidos en 1867, hoy el país de Biden no sería una potencia polar.