El Banco Central Europeo (BCE) tiene este jueves una cita importante en la que se va a ver obligado a enfrentarse a su propio cuadro de previsiones macro. En esta reunión, el organismo actualizará sus estimaciones de crecimiento del PIB y, más importante en este momento, las de la inflación, para los años 2022, 2023 y 2024.
Con el dato de IPC alcanzando el 5,8% en febrero, y la previsión del BCE para este año en el 3,2%, la inflación estaría muy por encima del objetivo del 2% de la institución en 2022. Sin embargo, a día de hoy, antes de la actualización del cuadro macro, no ocurre lo mismo si se mira más a largo plazo: el organismo mantiene una estimación del 1,8% para 2023 y 2024, por lo que la tasa de IPC todavía no es suficiente para que la institución empiece el proceso de normalización monetaria, según su propio mandato.
Ahora bien, en la revisión de hoy los analistas descuentan que esta estimación se incremente y, si supera el 2% para los dos próximos años, al BCE se le estarían acabando las excusas para mantener los estímulos monetarios.
Aunque la historia de los banqueros centrales europeos demuestra que lo normal es que no hayan sido capaces de cumplir con su objetivo, el BCE no puede permitirse taparse los ojos y los oídos ante la espiral inflacionista que se está produciendo en Europa, y aunque el miedo por frenar el crecimiento económico está presente, todo apunta a que la retirada de estímulos es un proceso que se puede frenar, pero no va a descarrilar.
Un objetivo "simétrico"
En la revisión estratégica que el BCE llevó acabo en julio de 2021, la primera que se realizó desde el año 2003, la institución hizo algunos cambios que le permitían tener cierta flexibilidad antes de verse obligado a subir los tipos.
Con ello, el BCE quería evitar verse acorralado por sus propias normas. No quería tener que aumentar el precio del dinero antes de estar seguro de que la inflación se mantendría en el tiempo por encima de su objetivo, o no hacerlo y arriesgarse a perder credibilidad.
Por eso, decidió avisar de antemano de que, cuando la inflación superase el 2%, no sería motivo suficiente para tener que normalizar su política. Permitirá que se sitúe por encima y tendrían que cumplirse tres condiciones para que el inicio de este proceso de retirada de estímulos fuese inevitable: que la inflación alcance el 2% de forma clara mucho antes del final de su horizonte temporal (el final de 2024), que alcance esa tasa "de forma duradera para el resto del horizonte de proyección", y que el progreso de la inflación subyacente sea "consistente con una estabilización en el 2% a medio plazo".
Un estímulo fiscal masivo quitaría algo de presión a la política monetaria
Este cambio de su propio mandato a mediados del año pasado es lo que puede permitir ahora que el BCE se dé cierto margen antes de empezar con el proceso de subir tipos. Pero, aun siendo esto cierto, la evolución de la inflación, y sobre todo, la de las perspectivas para los próximos años, (ya se sitúan claramente por encima del objetivo del 2%) es tan grave que no va a permitir que el organismo retrase durante mucho tiempo la normalización de sus políticas. De hecho, el mercado sigue descontando la primera subida de tipos en diciembre.
Para Gilles Moëc, economista jefe de Axa Investment Managers, "es ilusorio creer que podrá posponer eternamente el despegue del endurecimiento de la política monetaria".
También hay que recordar que, si la Unión Europea se decide por emitir eurobonos para financiar un programa masivo de inversión en energía y defensa, esto puede permitir al BCE normalizar su política sin tener que preocuparse tanto por generar un estancamiento. "Si la UE decidiera dar este paso, claramente quitaría presión al BCE. Un estímulo fiscal masivo quitaría algo de presión a la política monetaria y podría ayudar al BCE a centrarse más en combatir la inflación", explican desde DWS.