
Joe Biden, presidente de EEUU, lleva meses pidiendo a la OPEP y a sus aliados que produzcan más petróleo para aliviar la subida de precio del barril. El encarecimiento del crudo se está convirtiendo en una amenaza seria para el mandatario de EEUU, que ve cómo el descontento de la población americana aumenta ante los elevados precios de la gasolina, que a su vez se están filtrando hacia otros bienes y servicios. El último movimiento ha sido la venta coordinada de reservas estratégicas de petróleo. Biden busca culpables y soluciones a esta crisis en el extranjero, cuando la solución la tiene dentro del propio EEUU.
Hace años, las peticiones de Biden a la OPEP y Rusia para que produzcan más petróleo habrían sido lógicas, puesto que EEUU apenas tenía influencia en la oferta global de crudo. Pero todo esto cambió con la irrupción de la industria del fracking y del shale oil (petróleo de esquisto), que convirtió a EEUU en el mayor productor de petróleo del mundo durante 2019, mantuvo los precios bajos del oro negro y puso a la OPEP contra las cuerdas.
Ahora, un plan de ayudas o estímulos (o simplemente no poner palos en la rueda del shale oil) podría bastar para solventar de forma cuasi permanente la escasez de petróleo global. EEUU está produciendo dos millones menos de barriles que en 2019, una cantidad que cubriría de sobra el déficit actual de oferta en el mundo.
"La actual crisis energética es el resultado de políticas energéticas equivocadas que elevan el coste del combustible y desalientan la producción de energía en EEUU"
En opinión de Link Securities, "lo que debería hacer el presidente Biden es fomentar la producción de los frackers estadounidenses en lugar de ponerles trabas, como ha venido haciendo desde que tomó posesión de su cargo. Poner puertas al campo es muy complicado, y no parece que, en el caso del crudo, en el que actualmente el control lo han recuperado los productores de la OPEP+, se pueda intervenir en el mercado si no es aumentando las producciones propias", concluyen estos expertos.
En diciembre de 2019, la economía americana estaba bombeando unos 13 millones de barriles de crudo por día (mbd), mientras que los últimos datos revelan que EEUU produce ahora unos 11,1 mbd. Por su parte, Arabia Saudí producía 10 mbd en diciembre de 2019 y Rusia algo menos de 11 mbd. Si a estos países se les suma el resto de la OPEP, la producción era de 38,8 mbd frente a los 36,8 mbd que están bombeando ahora.

Los datos son reveladores, mientras que todo el cartel de la OPEP y sus aliados son 'culpables' de que falten dos millones de barriles por día (respecto a diciembre de 2019) en la actualidad, EEUU es 'culpable' de la ausencia de 1,9 mbd. El fracking y el shale oil (petróleo de esquisto) de EEUU se enfrentan a la regulación y represión de la Administración Biden.
Desde la propia OPEP se ha culpado del alza de precios a la falta de inversión en petróleo, gas o carbón en el resto de economías. La transición energética impulsada por los países desarrollados ha generado gran incertidumbre en el sector de las energías fósiles, que está dominado mayormente por firmas privadas que responden a los incentivos que generan los precios, pero esta vez la incertidumbre es muy alta como para realizar inversiones de calada.
Las empresas de esta rama de actividad están retrasando o cancelando sus decisiones de inversión (para producir más) ante las trabas que han empezado a poner los gobiernos al uso de estas fuentes de energía contaminantes.
Una solución cortoplacista
Leslie Beyer, directora ejecutiva del Energy Workforce & Technology Council, declara que "apreciamos que la Administración Biden reconozca que el aumento de los precios del combustible es una amenaza significativa para la economía de EEUU, sin embargo, la venta de reservas estratégicas solo será una solución a corto plazo", explica Beyer en un comunicado.
"La actual crisis energética es el resultado de políticas energéticas equivocadas que elevan el coste del combustible y desalientan la producción de energía en EEUU", señala Beyer en el comunicado recogido por Bloomberg.
Más allá de los impuestos a las energías contaminantes y las subvenciones que reciben las renovables, la Administración Biden (EEUU), por ejemplo, prohibió a principios de este año nuevas exploraciones y perforaciones en territorio federal (en tierra y mar). El presidente americano también paralizó la construcción del oleoducto Keystone XL que iba a conectar las refinerías estadounidenses más importantes con los campos de petróleo más prolíficos de Canadá. El mensaje es claro y las petroleras occidentales lo han recibido.
Este oleoducto iba a permitir transportar el petróleo desde los campos canadienses de Alberta hasta las grandes refinerías de EEUU a un coste muy bajo. Ahora, este petróleo canadiense se necesita igual en EEUU, pero hay que moverlo a través de trenes cargueros o camiones, lo que encarece sobremanera los costes y lo terminan pagando los consumidores americanos en las gasolineras.
Ed Longanecker, presidente de la Asociación de Productores Independientes de Texas, asegura que "la Administración Biden sabe que cualquier impacto de una liberación de reservas es una solución rápida temporal e inadecuada para abordar unos precios más altos de la energía", asegura Longanecker en un comunicado. Este experto ha pedido construir oleoductos estadounidenses y exportar más petróleo para mantener los precios más bajos.
"Las decisiones políticas miopes como la venta de reservas o pedir a la OPEP que aumente la producción tendrán implicaciones serias y duraderas para nuestra seguridad nacional, la economía y el medio ambiente", asegura este experto en un comunicado recogido por Bloomberg.