
Hay una generación de ahorradores que es imposible que por su edad y circunstancias puedan convertirse en inversores de riesgo y no son conscientes del acantilado por el que se va a despeñar su ahorro. Han pasado toda su vida entre los depósitos remunerados, renta fija de alta calidad, y las pocas incursiones en bolsa han sido las timofónicas o algún banco en el que para recuperar el capital invertido se necesitan dos vidas.
Pertenecen a esa generación en la que la rentabilidad no es un objetivo, y la única necesidad es conservar el capital. Lo triste de muchos de ellos es que son inversores de largo plazo que podrían asumir mucho más riesgo del que están dispuestos a aceptar.
Mi preocupación respecto a esta generación es creciente porque veo con intranquilidad su ceguera ante el escenario que se presenta para su ahorro. Sirva como ejemplo que el capital invertido en un plan de pensiones en renta fija en la próxima década disminuirá en torno al 20%. ¡No es una exageración! La expectativa de rentabilidad de una cesta de renta fija para los próximos diez años apenas supera el coste medio de gestión de un producto de previsión de deuda, a lo que hay que sumar el objetivo de inflación anualizado a largo plazo del 2%.
He dicho un 20% de pérdida de ahorro, y creo que me quedo corto porque la permisividad hacia una inflación alta es la única alternativa para que normalicemos el exceso de endeudamiento con el que pagar esta crisis y las que ya llevábamos encima.
La preocupación por el ahorro de todos esos mayores, que no están preparados para la que se les viene encima, se hace mayor cuando escucho los casos de quienes han vendido parte de su patrimonio inmobiliario para tener liquidez. Otro de los clásicos del ahorro en España, todo en ladrillo, de naturaleza ilíquido. Pienso en quienes han liquidado un piso para poder vivir mejor y se encuentran con un montón de dinero en cuenta sin saber qué hacer. No tienen alternativa, pero están despreocupados porque creen que no hay riesgo en su decisión.
Es la mayor de las equivocaciones pensar que no va a suceder nada con su ahorro. Si, al menos, hubiesen conservado su inversión inmobiliaria es lógico pensar que esta habría correlacionado bien con la inflación. La pescadilla que se muerde la cola.
La única alternativa que les queda es asumir algo de riesgo. Mensaje que ocultan miles de asesores financieros desde una posición de seguridad que no puede ser más irresponsable. El cálculo del 20% está hecho con inflaciones anualizas inferiores al 2%. Si nos vamos a algo más del 3%, hablaríamos de casi el 40% de pérdida. ¡Claro que en ese escenario se remunerará el ahorro seguro y la renta fija ofrecerá intereses que palien la inflación porque habrán subido los tipos de interés! Cierto, pero el tiempo habrá comido ahorro, al que carcome como madera podrida en los primeros años la inflación.