
Tras la reunión de política monetaria del Comité Federal de Mercados Abiertos (FOMC, por sus siglas en inglés) de la Reserva Federal, su presidente, Jerome Powell, fue claro al asegurar que en estos momentos su equipo "no está ni siquiera pensando cuándo tocará subir los tipos de interés".
De esta forma reiteró que el banco central de Estados Unidos no retirará ninguno de los flotadores monetarios, entre ellos sus múltiples programas de crédito, durante un amplio periodo de tiempo. Powell también dejó entrever que la revisión de las herramientas a disposición de la Fed en términos de política monetaria toma ya forma y su resultado se dará a conocer relativamente pronto, quizás en la reunión del FOMC del próximo 15 y 16 de septiembre.
"La Fed contempla un amplio abanico de herramientas, seguramente centradas en las pautas a futuro (forward guidance) y las compras de activos", señala John Bellows, gestor de Western Asset. Para Bellows, las directrices a futuro constituyen ahora una práctica estándar para los bancos centrales cuyos tipos se sitúan en el límite inferior igual a cero, y Powell insinuó claramente que la Fed adoptaría algún tipo de directriz relativamente pronto.
De hecho, la publicación de las actas del encuentro de julio o el próximo simposio virtual organizado por la Fed de Kansas City el próximo 27 y 28 de agosto en sustitución del tradicional encuentro en Jackson Hole, Wyoming, servirán también de prolegómeno.
"Esperamos que las actas revelen que el comité ha debatido una variedad de opciones, incluida la posibilidad de dejar las tasas cerca del 0% hasta que la inflación alcance o supere el 2%. Esperamos que este tipo de lenguaje se adopte en septiembre", explica Andrew Hollenhorst, economista jefe de Citi.
Como sugiere Hollenhorst y apoyan múltiples mesas de inversión, los funcionarios de la Fed se preparan para fortalecer su orientación futura, más conocida como el forward guidance, potencialmente comprometiéndose a mantener las tasas cercanas a cero hasta que la inflación haya regresado al objetivo del 2% o incluso dejando que la economía experimente cierto sobrecalentamiento, avanzando así hacia una meta de inflación media del 2% a lo largo del tiempo.
"Lo más probable es que la Fed vincule sus decisiones de política monetaria a los resultados de inflación realizados, es decir, se comprometerá a no aumentar las tasas hasta que la inflación media esté en el objetivo y no antes", coincide en señalar Steven Weinberg, economista de BNP Paribas Securities. Es posible que esto no tenga mucho impacto a corto plazo, pero debería ayudar a asegurar que las tasas de interés a largo plazo permanecerán bajas.
Cabe recordar como la Fed adoptó formalmente la meta de inflación del 2%, un nivel que considera consistente con un crecimiento económico saludable, en 2012. Por aquel entonces, el precio del dinero también se encontraba cerca del 0%. No obstante, los banqueros centrales, los economistas y los inversores aún esperaban que las tasas volvieran a niveles más normales del 4% una vez que madurara la expansión económica. Algo que nunca llegó a ocurrir.
Incluso antes del impacto de la pandemia, los funcionarios de la Reserva Federal habían mostrado su preocupación sobre la persistencia de una baja inflación, situación que ha complicado el margen de maniobra en Japón durante las últimas dos décadas al igual que en Europa durante los últimos 10 años.
La revisión de las políticas de la Fed incluye varios componentes entre los que se incluyen desde la comunicación, la forma de gestión con los tipos de interés ya cercanos a cero o posibles cambios en los objetivos de inflación.
El pasado 14 de julio, Lael Brainard, miembro del consejo de gobierno del banco central de EEUU ya indicó en un discurso que la Fed ya aplica algunas de las conclusiones alcanzadas de esta revisión. La institución ya reveló en la actualización de su cuadro macro publicado en junio que no hay vistas de volver a subir tipos por lo menos hasta 2023.
En los últimos cuatro meses, la Reserva Federal ha desplegado un arsenal sin precedentes para blindar en la medida de los posible a la economía estadounidense del profundo impacto provocado por el COVID-19, que infecta en estos momentos a más de 4,38 millones de personas en el país. Además de múltiples programas de emergencia para garantizar el acceso a crédito de empresas y ciudadanos, el banco central también compra por primera vez deuda empresarial en los mercados primario y secundario.
Todo ello junto a las compras mensuales que actualmente alcanzan los 80.000 millones de dólares en bonos del Tesoro y 40.000 millones de dólares en activos respaldados por hipotecas, han elevado su balance desde los 4,1 billones en febrero hasta alrededor de los 7 billones de dólares.