Desde el año 2014 y hasta que Jose María Álvarez-Pallete decidió normalizar la política de dividendo de la empresa, Telefónica pagó parte de sus dividendos en scrip, lo que unido a la ampliación de capital lanzada en 2015 para completar la compra de la brasileña GVT aumentó un 12% el número de acciones en circulación, diluyendo sensiblemente al inversor que decidió cobrar su dividendo en efectivo. Ahora la decisión de volver al scrip supondrá una nueva dilución.
Cada pago de 20 céntimos supondría un aumento del 4,7% de los títulos en circulación si todos los accionistas decidiesen recibir los pagos en acciones en los precios actuales. Este supuesto, simplemente sería el equivalente a dejar sin dividendo a los accionistas, ya que ni tendrían un porcentaje mayor de la empresa ya que nadie se ha diluido ni nadie cobraría en efectivo.
La compañía ha confirmado el dividendo de 40 céntimos con cargo a 2020, pero también ha informado de que propondrá a la junta que el pago del segundo tramo de 2019 y el primero de 2020 se hagan bajo esta modalidad.
Así, con la acción en la zona de los 4,3 euros y en precios no vistos hace casi 25 años, volver al pago en papelitos supone una dilución muy difícil de digerir para el inversor que lleva años sufriendo un vía crucis bursátil. El castigo infligido por el mercado a la compañía -que para muchos parece difícil de explicar- ha disparado la rentabilidad de sus pagos, un arma de doble filo al volver al pago en scrip, ya que también se dispara la dilución.
Bajo otros supuestos
Suponiendo que un 70% de los accionistas decidiese recibir el pago en acciones -en línea con lo que sucedió en el último pago abonado bajo esta fórmula- la dilución se reduciría al 3,3%. A esto habría que sumarle el cambio en la tributación de los pagos en scrip, que han perdido sus ventajas fiscales.
Además, sostener la política de abonar el dividendo en scrip durante un periodo prolongado tiene un efecto cada vez más pernicioso. Cada vez hay más acciones en circulación y, por lo tanto, se reparten más papelitos, al estilo del interés compuesto -pero en negativo- del que tanto gusta hablar a los gestores. Y, obviamente, cuantas más acciones hay en circulación más costoso será para la empresa volver a abonar sus dividendos en efectivo.