"Creo probable que al final del siglo será posible programar una máquina para que responda preguntas de tal manera que será extremadamente difícil adivinar si las respuestas son dadas por un hombre o por una máquina", dijo Alan Turing, matemático inglés y pionero de la informática, en 1951.
Casi setenta años más tarde, la inteligencia artificial (IA) ha llegado hasta la medicina. Hace apenas dos meses, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) anunció el descubrimiento de un potente antibiótico capaz de eliminar una de las bacterias más peligrosas y más resistentes a los fármacos actuales.
Según informaba The Guardian, los investigadores entrenaron un algoritmo de aprendizaje automático para identificar el tipo de moléculas que matan bacterias. Introdujeron las características de unos 2.500 medicamentos y compuestos naturales y cuán bien la sustancia impedía el crecimiento del E. coli, y voilà.
Los 'señores' de la tecnología
Las mayores compañías del mundo han tirado la casa por la ventana en el empleo de estas nuevas técnicas. Amazon, para predecir la demanda de un producto; Facebook, para afinar más el tiro en los anuncios que dirige a sus clientes; Netflix, para enviar recomendaciones automatizadas de contenido a sus espectadores; Apple, para alimentar de datos a su asistente de voz Siri; la china Tencent, con el fin de mejorar el reconocimiento de voz; Microsoft, para que sus clientes descubran patrones y relaciones en los arhivos que almacenan, y Salesforce, para que sus usuarios puedan predecir qué contratos tienen más probabilidades de ganar.
"Tienen el dinero, tienen a los principales científicos de datos e IA y, en algunos casos, junto a su oferta de computación en la nube, tienen la habilidad de venderle esta capacidad a otros", argumenta Neil Robson, director de Renta Variable Global de Columbia Threadneedle Investments.
"No fue la invención del coche lo que cambió el mundo, sino la producción en masa que siguió durante décadas. No fue el tipo móvil, sino los libros, la información, el aprendizaje llevado a las masas lo que disrumpió el orden social", subraya Johan Van der Biest, gestor principal del fondo Candriam Equities L Robotics & Innovative Technology en un informe reciente, ilustrando cómo la inteligencia artificial o la computación cuántica podrían beneficiar a la sociedad.
La suma de las partes
En un campo tan transversal como el de la IA intervienen numerosas empresas menos conocidas para el gran público. Entre ellas, destacan ocho por el respaldo en forma de recomendación de comprar que reciben de los analistas y el efectivo del que disponen (ver gráfico).
Una de estas firmas es Nvidia, que "pertenece a la categoría de los facilitadores de la IA y proporciona el cerebro de la inteligencia artificial", explica a este periódico Rolando Grandi, gestor del fondo Echiquier Artificial Intelligence.
"Sus GPU [unidad de procesamiento gráfico] son el componente de referencia para el entrenamiento IA en centros de datos", escribía el año pasado la especialista Beth McKenna en la web Nasdaq.com.
"No hay jugadores puros en la IA, que yo sepa, pero Nvidia es probablemente la que más se acercaría", señalaba. Las previsiones indican que su beneficio operativo (ebitda) se duplicará entre 2019 y 2022.
Dynatrace, Alteryx y ServiceNow son otras de esas compañías. El cometido de Dynatrace es monitorizar el rendimiento de las aplicaciones que usan las empresas para adelantarse a posibles fallos.
La singularidad de Alteryx es que puede "preparar, mezclar, enriquecer y analizar datos, gestionar y desplegar modelos predictivos y compartir análisis a escala en horas", según se especifica en su página web.
En el caso de ServiceNow, su punto fuerte es una plataforma de informática en la nube para gestionar el flujo de trabajo digital, por ejemplo, interactuando con los usuarios mediante una conversación natural y humana. El consenso de mercado estima que ServiceNow triplicará su beneficio bruto este año con respecto al anterior, y todavía crecería un 60% hasta 2022.
La única firma no estadounidense de las ocho es la japonesa Keyence, fabricante de sensores, marcadoras lásero sistemas de visión artificial para la industria electrónica, de electrodomésticos o automóviles.
La compañía ganará un 55% más en tres años, hasta los 3.600 millones en 2022, según se prevé. "Prácticamente, todo sector puede beneficiarse de esta revolución", apunta Rolando Grandi. "Por ende, las aplicaciones de IA son muy variadas: desde la ciberseguridad a los doctores virtuales pasando por los robots digitales", enumera.
Las últimas tres ideas de inversión son Okta, Splunk y Twilio. Okta se dedica a proteger a las empresas de filtraciones de datos y robos de contraseñas. No volverá a dar beneficio hasta 2021, a diferencia de las otras dos, que lo harán este año.

Splunk diseña un programa informático basado en IA para buscar, monitorizar y analizar datos de aplicaciones y sistemas generados por máquinas, lo que permite a las empresas reducir costes automatizando sus funciones.
Por último, está Twilio, que "proporciona infraestructuras digitales, en este caso una plataforma que permite a aplicaciones como Uber, Spotify o WhatsApp comunicarse con sus usuarios", cuenta Grandi, de La Financière de l'Échiquier. Por ejemplo, enviar notificaciones de vuelos, enviar facturas por SMS o asegurar los pagos por teléfono.
Twilio tiene un proveedor español: la firma catalana Lleida.net, especializada en la certificación electrónica. "Utilizamos algoritmos de inteligencia artificial desarrollados por nosotros para el routing de los mensajes [de Twilio], tanto para los normales como los certificados", explica Sisco Sapena, su fundador.
La carrera geopolítica
En 2018, el ministro Pedro Duque presentó la Estrategia española de I+D+I en inteligencia artificial. El documento aporta varias cifras reseñables: el impacto económico mundial de la IA se estima en 14 billones de euros para el año 2030; la Unión Europea propuso invertir 20.000 millones de euros anuales hasta 2027 en su desarrollo; "España se encuentra por debajo de la media en Europa [en el Índice de Preparación de IA], así como en la cantidad de startups de IA per cápita", según MacKinsey; y si China y EEUU fueron responsables del 85% de la inversión mundial en 2017, la UE aportó el 8%.
El Mapa de capacidades de tecnologías IA en España, elaborado por el Gobierno, cuenta 235 organizaciones (entre empresas, universidades y centros de investigación) que desarrollan tecnologías o servicios de IA.
Hay compañías de todos los tamaños, como Quibim, Xeridia, Sherpa.ai -que no aparece en el mapa pero es una de las que despunta en la actualidad- o Atos.
Esta última, de origen francés, es el último gran fabricante de superordenadores en Europa (los BullSequana), dice José Esteban, su director de Innovación en España. Una de las áreas en las que más trabajan es la vigilancia.
"Puedes reconocer que hay una persona en un sitio donde no debería estar o que hay actividad en una casa que creías que estaba vacía", relata el experto, sin tener que recurrir a personas que observen las cámaras.
También en la gestión de calidad: "hay mucha demanda en fábricas, porque con estos algoritmos también puedes examinar piezas o productos y que el algoritmo te diga si tienen algún defecto".
Pero quizá uno de los mayores avances se haya producido en la instalación de miniordenadores en drones para procesar datos de una forma más inmediata, al sobrevolar un oledoducto o una línea eléctrica e intervenir si hubiese algún problema. Sea cual sea el caso, señala Esteban, es necesario disponer de los datos suficientes para entrenar al sistema.
Desde la Universidad también se diseñan algoritmos y se trabaja en aplicaciones directas de la IA. Un ejemplo es el grupo AYRNA de la Universidad de Córdoba, que ha colaborado con Iberdrola, Astellas Pharma o la Agencia Espacial Europea.
Una de sus especialidades es "la predicción de recursos energéticos con una fuerte componente aleatoria, como la velocidad del viento a la altura de olas, que permite que la energía eólica o mareomotriz puedan utilizarse de forma más eficiente, equilibrando mejor la balanza de la producción y la demanda", según cuentan el catedrático César Hervás y el profesor Pedro Gutiérrez.
En otra parte del país, en la Universitat Politècnica de València, el grupo GTI trabaja desde hace tiempo en tecnologías de la persuasión por medio de agentes virtuales que vigilan el comportamiento y pueden modificar una conducta o una emoción, como explica el catedrático Vicent Botti, director del Valencian Research Institute for Artificial Intelligence (VRAIN). "
Una cuestión moral
"A nivel mundial, hay tres grandes estrategias", expone Botti: "EEUU, con Amazon o Google, quiere sacar rendimiento económico de la IA; China busca el control de la población, y Europa plantea una IA responsable, ética, en la que se puedan explicar las decisiones que se toman, y confiable".
¿Hay motivos para temer a la IA? El investigador valenciano cree que "no más que en el desarrollo de cualquier software". Para José Esteban, de Atos, el miedo que podría existir reside en que "una máquina sea superpotente y, entrenándose a sí misma, se vuelva potentísima en un tiempo muy rápido", uno de los objetivos de la llamada inteligencia artificial general. "¿Decidiría hacernos caso y obedecer lo que le digamos o haría lo contrario"?, se pregunta el experto.
Alphabet tiene DeepMind y Tesla ha puesto en marcha OpenAi, un centro de investigación en el que Microsoft invirtió 1.000 millones de dólares el año pasado.
"Nos estamos adentrando con rapidez en un mundo en el que no seremos capaces de distinguir la verdad de la ficción, advertía hace un año el investigador Alberto Todeschini, experto en IA de la Universidad de California, Berkeley, en Humainpodcast.
Pero también indicó que las nuevas capacidades humanas "aumentarían nuestras habilidades cognitivas", a modo de "un exoesqueleto que nos hace más fuertes".
Por toda España, expertos y aprendices en las artes de la inteligencia artificial han extendido una red de aprendizaje abierto y gratuito, proyecto que empezó en Madrid en 2017, que cuenta con el respaldo de empresas tecnológicas, y al que denominaron Spain.ai.
"Las herramientas que nos ofrece la IA a nivel personal y profesional son irrefutables actualmente, y si no las utilizamos nos vamos a quedar atrás", alertan Fernando Calle, presidente de la asociación, y Karen Troiano, líder de Bilbao.ai.
Incluso si creen en los beneficios de las aplicaciones inteligentes, también son conscientes de que puede ser "peligroso porque nos van a tener controlados"; pero, en la actualidad, dicen, "deberíamos preocuparnos quizás más por las acciones que puedan atentar contra nuestra libertad o privacidad".
A modo de epílogo, lanzan un mensaje tranquilizador, aunque se podría pensar que es demasiado optimista: "el dominio de las máquinas sobre el ser humano no se contempla, aunque es un buen tema para películas de ciencia ficción".