
Los bajos sueldos se han colado en la agenda de los bancos centrales, que ven en ellos un freno para impulsar esa inflación en la que se basan cuando elaboran sus planes de política monetaria. El inversor también debe plantearse esta pregunta para preparar su estrategia en el mercado.
Si baja el paro, ¿por qué no crecen los salarios? La pregunta que tiene boquiabiertos a los banqueros centrales de los principales mercados desarrollados, entre los que Estados Unidos, Alemania o Japón se encuentran en situaciones de pleno empleo técnico, también debe tenerla presente el inversor, reformulándola hacia su propio interés: ¿podrán seguir subiendo las bolsas si no mejora el poder adquisitivo de los trabajadores?
Para el caso concreto de la eurozona, dos teorías surgen enfrentadas a la hora de contestar a esta cuestión: ciertas posturas consideran que, mientras los salarios sigan creciendo a menor ritmo que los beneficios empresariales, significará que Europa está manteniendo su competitividad respecto a Estados Unidos y a los productores asiáticos, a pesar, incluso, del efecto de la fortaleza del euro, apoyando el crecimiento económico y la inversión, y, por tanto, trasladando optimismo a la renta variable.
Por el contrario, otras visiones creen que un pobre incremento de la retribución que perciben los empleados, como el que se está dando actualmente, pesará sobre la inflación subyacente -la que no incluye los precios de la energía ni los alimentos sin elaborar-, frenará el consumo y se interpondrá en los planes del Banco Central Europeo (BCE), impactando negativamente en los mercados financieros.
Una cuestión crucial
En lo que parece haber consenso es en que el moderado crecimiento salarial ha dejado de ser solo una cuestión social para convertirse en uno de los principales problemas a los que se enfrentan las economías desarrolladas. En la eurozona, el avance de la retribución del trabajador fue del 1,8% interanual en el segundo trimestre de 2017, muy lejos del ritmo del 5% al que se incrementaba en 2008, según los datos de Eurostat recogidos por Bloomberg, en los que no se observa un incremento superior al 2% desde 2012.
El propio Mario Draghi, presidente del BCE, admitió en el foro económico de Sintra (Portugal) -celebrado en junio- que el subempleo y la temporalidad explican buena parte del mediocre crecimiento de la Zona Euro y la baja inflación, y eso que, entonces, se refería más a Alemania -donde, efectivamente, la falta de trabajadores a la que se enfrenta su industria está impactando poco en los salarios-, que a España, donde el desempleo sigue en torno al 18% y parece evidente que un paro elevado impide una mejora en las retribuciones que perciben los trabajadores. De hecho, recientemente, el Instituto Nacional de Estadística (INE) constató que el salario medio mensual -en términos brutos- cayó por primera vez en 2016 -un 0,8%- desde 2006, cuando empezó a comparar estas cifras.
Consumir más
"Draghi lleva tiempo preguntándose cómo hacer que consumamos más", reconoce Fernando Luque, editor en España de Morningstar. "En los últimos cuatro años, en la eurozona, se han creado cerca de 7 millones de puestos de trabajo, pero la cuestión es de qué tipo son estos empleos", añade Ignacio Perea, director de Inversiones de Tressis, quien advierte de que "no se están creando puestos de trabajo cualificados y bien remunerados porque no se ha invertido en investigación y desarrollo... Se están creando puestos donde se está buscando bajos salarios que no eleven los costes de las empresas", y, en su opinión, es una tendencia que acabará por hacer desaparecer a la clase media, "de la que una sociedad de consumo como la nuestra espera que aumente su poder adquisitivo".
En la misma línea, Ignacio Muñoz-Alonso, estratega jefe de Inversis, considera que "no se dan las condiciones para que haya subidas salariales fuertes porque Europa sigue destacando en sectores muy maduros, en los que no ha habido una inversión importante en innovación para ir hacia la robótica, el big data, la inteligencia artificial o la nanotecnología". Otras razones que esgrimen los expertos para explicar este contexto son la globalización, que ha derivado en una mayor competencia para casi todos los sectores, y la irrupción de productos deflacionarios que llevan nombres y apellidos que a nadie se le escapan ya, como Amazon o Netflix, que aprovechan las ventajas que ofrece la tecnología para bajar los precios.
"Con todo esto, y a raíz de la crisis, lo que ha pasado en los últimos años es que se ha incrementado el porcentaje que va a beneficios empresariales y ha bajado el que va a salarios, y lo que hay que hacer es reducir esa brecha para evitar un efecto negativo en los mercados financieros", introduce Ignacio Rambaud, de Fidelity.
Factores estructurales
Es la misma conclusión de Mario Draghi, quien, desde su posición privilegiada, lo ha achacado recurrentemente en los últimos meses a "factores estructurales, como las reformas laborales implantadas en el pasado", aunque parece olvidar que él mismo, en los momentos más críticos de la crisis económica que se inició en 2008, fue uno de los principales instigadores de que países como Italia y España introdujeran mayor flexibilidad en su legislación sobre empleo.
"Se han creado puestos de trabajo porque se ha liberalizado el mercado: hay más opciones de contratación, sin ninguna duda, pero se ha perdido la protección que tenía el trabajador", reflexiona Ignacio Perea, de Tressis, quien cree que, ahora, "en términos económicos, tiene sentido subir el salario mínimo para garantizar la capacidad de consumo de los que ganan menos, aunque el mercado de trabajo sea más rígido". "También tiene que ver con la pérdida de poder de los sindicatos, que aquí en España es flagrante y que en Francia, por ejemplo, con Enmanuel Macron, va en camino, como también llegará en Alemania, lo que hace que los trabajadores vean reducida su capacidad de fijar el precio", comenta Fernando Luque, de Morningstar.
El problema llega hasta tal punto que el presidente del BCE ha dejado entrever en sus últimas intervenciones públicas que "no puede dejar de estar presente en el mercado porque podría colapsar el crecimiento y, por eso, se mantiene a la espera", apunta el experto de Tressis.
"Estamos en un mercado alimentado artificialmente porque Draghi no puede subir los tipos de interés oficiales si eso conlleva estrangular a los trabajadores a los que no se les ha subido el sueldo, y que si hoy consumen poco, podrían consumir menos, lo que significaría cargarse la economía", argumenta Ignacio Perea, que también lo analiza desde el punto de vista de las empresas: "Una compañía que tenga que invertir, si no se fía de que los tipos vayan a seguir bajos, no se va a comprometer a largo plazo, temiendo que si las condiciones cambian, automáticamente se encarece su plan de expansión, por lo que recurre al empleo temporal, más precario... para salvar los muebles".
Postura opuesta
Esta misma realidad lleva a Tomás Pintó, director de Inversiones de Pictet AM, a afirmar que la eurozona es muy competitiva frente a Estados Unidos, Asia o Japón y que va a seguir ganando competitividad porque, precisamente, tiene menos presión inflacionista en los salarios por el mayor desempleo.
"¿Cuánto? -se pregunta el experto-; exactamente es difícil de calcular, pero de cara a los próximos tres o cuatro próximos años es muy visible: Alemania será capaz de subir salarios al 3% cada ejercicio porque sus principales competidores, los países asiáticos, los incrementarán a un ritmo del 10%, como ya vienen haciendo". Para Tomás Pintó, esta circunstancia sostendrá el crecimiento económico: "Hay una recuperación clara y ahora va a haber necesidad de inversión, lo que propicia un círculo virtuoso", que terminará impactando positivamente en los mercados.