Internacional

Por qué la frontera de Irlanda es el mayor escollo para el acuerdo del Brexit

  • Tras 40 años de guerra, la paz en Irlanda depende de que no haya frontera
  • Si Reino Unido sale por completo de la UE, rompería el acuerdo de paz
  • Nadie apoya separar a Irlanda del Norte del resto del país, como pide la UE
Cartel contra la frontera en Irlanda, en Londonderry (Norte). Foto: Reuters.

En el año y medio en el que se han alargado las negociaciones entre Reino Unido y la UE para realizar un Brexit ordenado en marzo de 2019, el principal escollo para llegar a un acuerdo ha sido un asunto con el que nadie contaba en principio: la frontera entre Irlanda y la región británica de Irlanda del Norte. Un problema cuya existencia se remonta a hace exactamente un siglo y para el que no hay ninguna solución clara.

El gran escollo es el Acuerdo de Viernes Santo, que puso fin al largo movimiento terrorista en Irlanda del Norte, en el que murieron miles de británicos a manos de la banda pro-irlandesa IRA y las guerrillas paramilitares unionistas que luchaban contra ellos. Los complejos acuerdos de paz negociados por los Gobiernos de John Major y Tony Blair en los años noventa con los bandos norirlandeses dependen de la unión, en la práctica, de las dos mitades de Irlanda gracias a la pertenencia de ambos a la UE. Unos acuerdos que ahora pueden saltar por los aires y que han llevado a Irlanda a amenazar con vetar cualquier acuerdo del Brexit que no los respete, para desesperación de los grupos euroescépticos y de los unionistas norirlandeses.

Un siglo de división, 20 años de paz

Casi hace un siglo, en diciembre de 1918, en unas elecciones parlamentarias declaradas como plebiscitarias por los nacionalistas irlandeses, el bando independentista obtuvo una mayoría aplastante en el sur católico de la isla, con más del 65% de los votos. Pero en el norte, protestante, los unionistas obtuvieron el 56% y la mayoría de escaños. Tras una guerra de dos años, el resultado fue una partición de la isla, con el sur formando la actual Irlanda y el norte permaneciendo dentro del Reino Unido.

El nuevo estado irlandés, técnicamente un 'dominio' británico, se pasó décadas negociando -por las buenas o por la vía de los hechos- una soberanía plena, fuera de cualquier control residual inglés, que culminó con la instauración oficial de una república plenamente independiente en 1948, con una Constitución en la que el Gobierno irlandés declaraba tener autoridad sobre toda la isla, incluyendo el Norte. Pocos años después, un movimiento terrorista, el IRA, lanzó una campaña para lograr la anexión de dicho territorio, que fue respondida por grupos paramilitares unionistas. La lucha se alargó durante 40 años y dejó miles de muertos en Reino Unido e Irlanda.

El Acuerdo de Viernes Santo de 1998 puso fin a la violencia sectaria borrando el asunto de la identidad: los habitantes de Irlanda del Norte pudieron moverse libremente entre ambos países, comerciar sin escollos y pedir la nacionalidad de cualquiera de los dos, o de ambos. En la práctica, un norirlandés puede sentirse británico, irlandés o ambas cosas a la vez, y las libertades europeas y la regulación común hacen que apenas haya diferencias legales entre vivir en Belfast o en Dublín. Hasta ahora.

Un laberinto de líneas rojas

La salida del Reino Unido de la Unión amenaza con romper en pedazos el acuerdo. Si el Gobierno británico abandona el mercado común de bienes y personas, el reglamento común del IVA y la unión aduanera, los países se verán obligados a volver a colocar fronteras entre ambas irlandas para comprobar pasaportes, pagar aranceles y comprobar que los productos que vienen del lado británico cumplan las normas de la UE. Y la simbólica frontera, al estilo del 'Telón de acero' comunista, trae recuerdos terribles a los habitantes de la isla, por lo que Irlanda ha amenazado con vetar cualquier acuerdo del Brexit que no impida la creación de una frontera.

El problema es que las 'líneas rojas' impuestas por el Gobierno de Theresa May y sus aliados euroescépticos obligan a poner esa frontera: su objetivo es abandonar el mercado común, la unión aduanera y cualquier supervisión del Tribunal Europeo de Justicia. Los euroescépticos más radicales, como el exministro de Exteriores Boris Johnson o el diputado Jacob Rees-Mogg, consideran que la ruptura del Acuerdo y la reimposición de una frontera, con el riesgo de que la violencia regrese, es un precio aceptable a cambio de abandonar por completo la UE. Algunos incluso sugirieron no vigilar la frontera, dejando pasar a cualquier persona y a cualquier producto sin vigilar que cumplan las leyes británicas, y pedirle a la UE que haga lo mismo. Pero ni el Gobierno ni Bruselas se plantean tal posibilidad.

Como consecuencia, solo quedan dos opciones. Una, la propuesta por la UE, es que Irlanda del Norte permanezca indefinidamente dentro de las normas de la Unión, trasladando la frontera del interior de Irlanda al estrecho entre la isla y la de Gran Bretaña. Así, se inspeccionarían a las personas y los productos que fueran de Belfast a Londres, para que los que vayan de Dublín a Belfast puedan seguir pasando libremente.

No se sabe quién votaría a favor de separar en la práctica a Irlanda del Norte del Reino Unido, aparte de May y sus ministros

El resultado sería poco menos que convertir a Irlanda del Norte en un extraño territorio híbrido que no pertenezca del todo a ninguno de sus dos países vecinos y que, de hecho, esté más unido a Irlanda que a Reino Unido. Algo a lo que se oponen firmemente los socios de investidura de May, el Partido Democrático Unionista norirlandés, que exige que no haya nada que separe legalmente a las partes del país. También están en contra los partidos escoceses, que temen que Irlanda del Norte se vea favorecida injustamente al poder seguir comerciando libremente con la UE mientras Escocia pierde esta posibilidad.

Por último, el acuerdo también lo rechaza la mayor parte del Partido Conservador y los laboristas, que piden que, si se llega a aplicar, tenga fecha de caducidad. La UE responde que si Reino Unido pudiera abandonar esta cláusula libremente, no tendría ningún valor, por lo que exige que sea permanente o, por lo menos, "hasta encontrar una solución mejor", si es que tal cosa existe. En otras palabras, no se sabe quién votaría a favor de esta cláusula, aparte de May y sus ministros.

Pero la otra opción sería que Reino Unido diera marcha atrás a sus propuestas y aceptara mantener las normas de la Unión. May propuso en su 'Plan Chequers' aceptar una parte de la unión aduanera y mantener las normas del mercado común de bienes, pero la UE rechazó de plano "trocear" las cuatro libertades europeas -bienes, servicios, capitales y personas- e insistió en firmar un acuerdo que solucionara el problema irlandés antes de negociar una cuerdo comercial.

El resultado es que May está entre la espada y la pared: un acuerdo que separe a Irlanda del Norte del resto del país sería inaceptable para su partido y sus socios, por lo que difícilmente sería aprobado en el Parlamento y podría, incluso, acabar derribando su Gobierno. Mantener al Reino Unido dentro de las estructuras de la UE, en una situación como la de Noruega, encendería a los 'tories' euroescépticos que quieren romper del todo con Bruselas y que ven esa opción como una "traición" al mandato del referéndum, y que podrían bloquear un acuerdo en el Parlamento. Y salir sin acuerdo provocaría una crisis económica y política, con una frontera en Irlanda, escasez de alimentos, combustibles, medicinas, y una larga lista de crisis internacionales. El laberinto no parece tener una salida fácil.

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Comentarios 2

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Usuario validado en elEconomista.es
Diábolo
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Reino Unido (jeje, que disparate !!! Unido???) son los que han pedido irse... Europa no les ha echado...

Quizás tenían que haber pensado en estos temas antes, no???? antes de ponerse a llorar como nenas...

Puntuación 7
#1
Jejjee
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En Contra

Piratas os van hacer tras tras por detrás jeje

Puntuación 7
#2