El 17 de agosto, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció una serie de medidas económicas -conocidas ya en su país como el "paquetazo rojo"- en un intento de frenar la disparada hiperinflación que sufre el estado caribeño desde hace un año, junto a un hundimiento de la producción económica que ha sumido a la inmensa mayoría de la población en la pobreza. Los analistas ya sospechaban desde el principio que no iban a servir de nada. Y apenas han bastado dos meses para que la situación vuelva al punto de partida, o incluso peor.
En un mensaje televisado que sacudió a la nación, Maduro reconoció que el tipo de cambio oficial, por entonces de 248.000 bolívares por dólar, era irreal, y lo subió de golpe al valor del mercado negro, de 6 millones de bolívares por billete verde. A continuación, eliminó 5 ceros a la moneda -100.000 bolívares pasaron a ser 1- y "ancló" su valor al petro, una criptomoneda que, en teoría, fluctuaría junto al precio del petróleo. De paso, disparó el salario mínimo 35 veces, de 52 a 1.600 bolívares nuevos, 60 dólares. Finalmente, anunció que buscaría un "déficit cero", subiendo los impuestos y el ridículo precio de la gasolina, para que el Banco Central (BCV) dejara de emitir "dinero inorgánico" para financiar el gigantesco agujero en las cuentas públicas, cercano al 20% del PIB según las estimaciones disponibles, y que alimenta la inflación.
Según el BCV, un petro equivale a 60 dólares y a 56,26 dólares al mismo tiempo
Apenas dos meses después, el tipo de cambio del mercado paralelo ya vuelve a superar el triple del precio oficial. La cantidad de billetes en circulación es tan minúscula que la gente paga hasta las escasas barras de pan con tarjeta. El petróleo ha pasado de ser escandalosamente barato a ser directamente gratis, porque nadie sabe cómo cobrarlo. El BCV no ha dejado de crear dinero a marchas forzadas, arrastrando la hiperinflación a su lado. Nadie ha visto todavía un petro. Y ni siquiera el emisor de la moneda sabe aclarar cuánto vale.
Gasolina, ponga usted el precio
Uno de los ejemplos más patentes del descontrol que reina sobre Caracas es la caótica gestión de la gasolina. Durante décadas, el precio del litro de gasolina estuvo estancado, pese a la alta inflación que vivía el país. Pese a una fuerte subida en 2016 -a 0,15 dólares por litro al cambio de entonces-, pronto el coste volvió a quedarse desactualizado. En agosto de este año, un céntimo de euro servía para llenar el depósito de un centenar de coches, y aún sobraba.
No solo eso, sino que la producción de petróleo venezolano viene desplomándose en los últimos años -ha caído un 45% desde 2016, hasta apenas 1,197 millones de barriles diarios en septiembre-, por lo que el Gobierno se veía obligado a importar gasolina de otros países -especialmente Estados Unidos- para regalársela a los ciudadanos que tuvieran coches. A cambio, los miles de millones en divisas que se iban en comprar gasolina no podían usarse para importar comida o medicinas. Un negocio ruinoso.
Muchos empleados llenan los depósitos y se limitan a pedir una propina a los conductores
La solución de Maduro fue anunciar que los precios de la gasolina se "internacionalizarían" y que el Gobierno subsidiaría la compra de unos cuantos litros al mes a cada ciudadano que registrara sus vehículos en un censo nacional. Para ello, los surtidores contarían con un lector de huellas conectado a una base de datos, que comprobaría los datos del comprador.
¿Qué ha ocurrido? Las máquinas están instaladas, a un elevado coste. Pero los operarios no saben cuál es el precio al que deberían cobrar con o sin subsidio, ni cuál es el límite para repostar. Nadie se lo ha dicho todavía, pese a que Maduro prometió publicar los nuevos precios a principios de septiembre y, posteriormente, en octubre. Así que muchos empleados llenan los depósitos y se limitan a pedir una propina a los conductores, y dejan que el combustible lo pague por completo el Gobierno.
Pero si nadie entiende cuánto vale un litro de gasolina, más difícil es conocer el tipo de cambio del bolívar. Maduro ordenó "anclar" la moneda al petro, una criptomoneda que nadie ha visto y cuyo funcionamiento ha cambiado tres veces desde su teórico lanzamiento en abril. Sorprendentemente, un bien fantasma no ha sido un ancla muy efectivo, y el tipo de cambio del mercado paralelo -el único que funciona en la práctica- ha pasado de los 60 bolívares nuevos de agosto a más de 200 dos meses después.
Lo más curioso, sin embargo, es la poca seriedad del BCV a la hora de cumplir sus propias reglas para valorar el fantasmal petro. La moneda iba a fluctuar con el precio del barril de petróleo, pero, extrañamente, su valor según el BCV se ha mantenido estable en 60 dólares todo este tiempo. Algo sorprendente si tenemos en cuenta que el barril de Brent ha oscilado entre los 70 y los 86 dólares y el Texas, entre 67 y 76 dólares. Quizá por eso Maduro anunció el pasado 2 de octubre que el valor de la pseudomoneda pasaría a estar calculado por una cesta de "petróleo, oro, diamantes, hierro y aluminio", y poco después explicó que el euro conviviría con el petro como unidad de cuenta.
Pero el problema más delirante es que ni siquiera el BCV sabe exactamente qué valor asignar al petro. En la misma página, la entidad da dos tipos de cambio diferentes. A la izquierda, explican que un petro equivale a 60 dólares. A la derecha, una tabla de equivalencias informa de que un petro equivale a 3.600 bolívares, y que 63,99 bolívares se cambian por un dólar. Es decir, haciendo una simple división, que un petro (3.600 bolívares) equivale a 56,26 dólares. ¿La conclusión? Que, según el BCV, 60 dólares equivalen a 56,26 dólares. Es difícil describir mejor la confusión económica que vive Venezuela.

Tabla de tipos de cambio del petro. A la izquierda, 60 dólares por petro. A la derecha, 56,26 dólares por petro. Fuente: BCV
La hiperinflación no se frena
Otro de los fracasos más sonados es el intento de frenar la hiperinflación y estabilizar el déficit. Si bien el Gobierno no entrega ningún dato de gasto público o ingresos fiscales, lo que hace imposible saber si ha aumentado la recaudación, hay un dato que el BCV sí otorga, y es letal: la cantidad de dinero en circulación. Cuando Maduro anunció sus medidas, había 45.150 millones de bolívares circulando por el país. En apenas dos meses, la cifra casi se ha cuadruplicado: el 12 de octubre había 168.556 millones de bolívares. La "emisión de dinero inorgánico" que Maduro prometió detener no ha hecho más que acelerarse.
Y el resultado se ve en los datos de inflación. Según la Asamblea Nacional -el Parlamento-, único organismo que ofrece estas cifras, el aumento de precios alcanzó un 233% mensual en septiembre y un 342.161% interanual, lo que le sitúa en el puesto 22 de la tabla Hanke-Krus de peores casos de hiperinflación de la historia.
La tasa de homicidios es de 89 por 100.000 habitantes, solo superada por la de Siria
A todo eso se une que, como adviertieron los expertos, una gran cantidad de empresas han tenido que escoger entre cerrar o subir los precios para cubrir la descomunal subida -3.400%- del salario mínimo, prácticamente el único que se paga ya en el país.
Los efectos son muy claros: la ONU informó de que 1,9 millones de venezolanos han abandonado su país desde 2015, huyendo de la pobreza que asola el país. Y para los que siguen dentro, la vida se ha convertido en un peligro: según datos recogidos por Bloomberg, la tasa de suicidio en algunos estados del país alcanza los 19 por 100.000 habitantes, niveles que apenas empeoran en otros 12 países del mundo. Y la de criminalidad, según Amnistía Internacional, es de 89 homicidios por 100.000 habitantes, un nivel solo superado por Siria, que lleva media década en guerra civil. Venezuela sigue en paz, pero cada vez es más difícil distinguir sus datos económicos y sociales de los de un país que no lo esté.