
Más de cuatro millones de votos ya están depositados en las urnas, y este martes Ohio amanece con largas colas para votar. EEUU se encuentra ya de lleno en las elecciones, y la cifra de papeletas no va a hacer más que crecer de forma exponencial en los próximos días. Y estas circunstancias son las peores para que el presidente, Donald Trump, se hunda en las encuestas tras su mal debate de la semana pasada y su contagio por Covid-19. Todas sus esperanzas para frenar la sangría, por el momento, están depositadas en el vicepresidente, Mike Pence, que esta semana se enfrenta a su rival demócrata, Kamala Harris, en el único debate de 'segundas espadas'.
La situación del presidente es aún delicada. Aunque Trump trató su vuelta a la Casa Blanca como un acto épico, con un vídeo digno de una película de acción, la realidad es que el virus no se ha marchado y las imágenes mostraban al magnate respirando de forma aparatosa en las escaleras del palacio presidencial. Dado que los médicos insistieron en que deberá esperar al menos hasta el próximo lunes antes de recuperar su agenda al completo, todo indica que los actos de campaña quedarán en manos de Pence por el momento.
Y, políticamente, Trump va a necesitar toda la ayuda posible. Las encuestas publicadas tras el primer debate presidencial, contagio incluido, muestran al candidato demócrata, Joe Biden, creciendo con fuerza. Todos los sondeos coinciden en declarar a Biden ganador del debate y no parece haber un voto de simpatía por el presidente tras su positivo en Covid-19. Al contrario, amplias mayorías creen que el único culpable es el propio Trump, por no tomarse la enfermedad en serio, y le dan un suspenso rotundo en su gestión de la pandemia.
Históricamente, los datos de intención de voto son terroríficos para el actual presidente. Cuatro encuestas, la de la Universidad del Sur de California, la del Wall Street Journal, la de Change Research para la cadena CNBC y la de la cadena CNN muestran una desventaja de al menos 10 puntos para Trump. La de la CNN, publicada este martes, sitúa a Biden 16 puntos por delante, unas cifras que no se veían en un sondeo desde septiembre de 1996, dos meses antes de que Bill Clinton derrotara por 9 puntos a Bob Dole. Y la última vez que un candidato alcanzó un 57% de intención de voto en un mes de octubre fue Ronald Reagan, antes de aplastar a Walter Mondale por 18 puntos en 1984. Para el analista demoscópico de The Economist, G. Elliott Morris, "es difícil exagerar lo horribles que son las encuestas para el presidente ahora mismo".
En cualquier otro año, la respuesta sería decir que aún queda un mes y que aún pueden pasar muchas cosas. Por ejemplo, hace cuatro años, a estas alturas, Hillary Clinton lideraba por unos 6 puntos, 45% a 39%, frente a los 9 de este año, 51,5 a 42,5. La diferencia es que este año, la cifra de indecisos es minúscula: apenas ronda entre el 2% y el 6%, según las encuestas. Y con la media de sondeos en la mano, que lleva casi petrificada desde hace meses, parece claro que la inmensa mayoría de los ciudadanos hace meses que decidió su opinión, y muy pocos eventos pueden ya mover votos.
La mayor prueba de esto es la enorme cantidad de gente que ha decidido no esperar más y votar ya. A estas alturas de 2016 habían votado unas 430.000 personas, frente a los 4,2 millones que ya se registran este martes por la mañana, casi 10 veces más. En algunos estados, como Dakota del Sur, Wyoming, Wisconsin o Virginia ya se registra una participación de más del 10% del electorado. Y en los estados que informan de las simpatías políticas de los votantes, como Florida, Carolina del Norte o Pensilvania, todos ellos estados clave, los demócratas duplican en participación a los republicanos hasta la fecha. Por ejemplo, en Madison, Wisconsin, una ciudad donde Clinton obtuvo el 71% de los votos en 2016, la participación alcanza ya el 26%.
Humanizar a Trump
El mayor reto de Pence es conseguir lo que Trump es incapaz de hacer desde hace años: hablar a alguien más del 42% de incondicionales inquebrantables del presidente. Una cifra que, por desgracia para él, es insuficiente para ganar unas elecciones si, a cambio, repele al 58% restante. En la Convención Nacional Republicana de finales de agosto, el partido lo intentó, humanizando al presidente, y logró aumentar en un par de puntos su apoyo. El virus sería una opción para lograrlo, pero la actitud de Trump estos días, minimizando el daño del virus para proyectar fortaleza en vez de aprovecharlo para intentar acercarse a las víctimas, no ayuda. En aquel momento también jugó a su favor que hicieran todo lo posible por cambiar de tema, dejando a un lado la pandemia por un tiempo. Pero la enfermedad de Trump ha puesto a poner los focos de lleno sobre el tema en el que el presidente es más vulnerable, justo en el peor momento.
La realidad es que a Trump se le está acabando el tiempo y, con los futuros debates en el aire, esta es una de las poquísimas oportunidades que le queda para que alguien más que él intente humanizarle y atraer a alguien más que a su base. Si no, y con todos los datos que hay sobre la mesa, solo quedará encomendarse a un milagro. O a que todas las encuestas estén horriblemente mal desde hace meses. Si a algo recuerdan estos comicios son a los españoles de 2011: en medio de una crisis sin precedentes, mal gestionada por el Gobierno, la oposición ganó tras liderar las encuestas durante un año. A veces la política es más simple de lo que parece.