
¿Qué tienen en común Francia, Italia, España y Grecia? Los cuatro países están a la cabeza de las previsiones de caída del PIB para este año por culpa de la crisis del coronavirus que presentó el miércoles la Comisión Europea. Pero esta vez no están ni Portugal ni Irlanda: el nuevo foco de los "países malditos" se limita a los que tienen costa Mediterránea: ha llegado la hora de los "FIGS", con Croacia como invitada desde fuera de la Zona Euro.
Esta vez, la crisis no tiene nada que ver directamente con la gestión de la pandemia: Grecia, es uno de los países del mundo desarrollado que mejor ha controlado la crisis, con apenas 147 muertes y 2.663 casos. Sin embargo, de poco le ha servido, dado que será el país de Europa más afectado económicamente por el virus: las previsiones apuntan a una caída del 9,7% de su PIB, mayor que la de España (-9,4%) e Italia (-9,5%), pese a que ambos cuentan con casi 200 veces más víctimas mortales.
La prueba de que la gestión en sí no importa se ve claramente si miramos al norte del continente. Bélgica, el país con más muertos oficialmente registrados por millón de habitantes de la UE caerá solo un 7,2%, por debajo de la media. Y en el caso de los países escandinavos es aún más nítido: Suecia cuadruplica a sus vecinos en víctimas y ni siquiera llegó a aplicar un confinamiento total, pero su PIB caerá prácticamente lo mismo que Dinamarca, que sí aplicó una cuarentena.
La clave: el turismo
Entonces, ¿cuál es la clave? La respuesta parece ser muy clara: el turismo mediterráneo. Los datos son bastante claros en este respecto: España, Italia y Francia son los países que más turistas reciben anualmente en Europa, y la mayor parte de sus visitas se concentran en los meses de verano, que se van a ver heridos de muerte este año. Grecia y Croacia, por su parte, son los dos países de Europa que más dependen del turismo: un 11% del PIB croata y un 8% del heleno.
En todos estos casos, da igual lo mejor o peor que se haya combatido contra el virus: los viajes que no se hagan este verano no se recuperarán nunca, al contrario que los coches que no se hayan vendido estos meses. Nadie (o casi) va a consumir el doble de cervezas en los próximos meses para compensar las que no se han tomado durante la cuarentena, ni va a contratar retroactivamente las habitaciones de hotel que se han quedado vacías este tiempo. Y da igual lo bien que esté la situación epidemiológica, como ocurre en Grecia, si ninguno de los países de los que proceden los turistas permite a sus ciudadanos salir de casa y las fronteras están cerradas hasta nuevo aviso.
Lo más curioso de estos datos es que la crisis parece concentrarse en el mediterráneo en concreto, porque Portugal, con costa atlántica, va a caer tres puntos del PIB menos que sus vecinos de los antiguos "PIGS" y dos menos que Francia. Una situación provocada, probablemente, por la concentración del turismo de sol y playa en una franja muy concreta del año, precisamente la que más se va a ver perjudicada por la pandemia por su cercanía en el tiempo.
Lo más preocupante para todos estos países, entre ellos España, es lo que esta situación vuelve a apuntar sobre su modelo económico, basado tan fuertemente en el turismo. Al contrario que con la crisis financiera, esta vez no se puede decir que se hubieran enzarzado en una burbuja inmobiliaria con la que crecer sin esfuerzo, sino que una catástrofe mundial se ha enzarzado con un sector en concreto, sin que este hubiera hecho nada mal para merecerlo. Y, de nuevo, ni siquiera se puede decir que el hundimiento sea consecuencia de la mala gestión de la pandemia por parte de sus dirigentes: las excelentes cifras de Grecia son la envidia del mundo.
La clave de esta situación es la pervivencia aplastante del modelo turístico en estos países. En cierta medida, es difícil renunciar a ello dado que las condiciones de los países mediterráneos son inmejorables y la demanda siempre va a estar ahí. Pero el hecho de que una gran parte de la población dependa de este sector hace que el efecto de una pandemia como esta sea devastador.
¿Hora de repensar?
Quizá el país más diferente de todos ellos sea Francia, que es el más industrializado del grupo, y uno de los motores europeos, y por ello sufre un punto menos de daño. Y su polo de turismo, además de las costas mediterráneas, está en el norte, en París, que acoge a un tipo de visitante distinto. Pero, en la práctica, el efecto este verano será el mismo. La divergencia vendrá en los meses posteriores.
España, entre otros, lleva mucho tiempo buscando redirigir el turismo hacia las visitas culturales y de congresos, que sí podrían reactivarse con algo más de seguridad una vez entrado el otoño. Pero la importancia fundamental del turismo veraniego puede ser letal para la economía, pese a que el sector turístico esté intentando crear una nueva temporada alta a partir de septiembre este año.
Lo que sí revela esta crisis, de nuevo, es el peligro de concentrar un gran porcentaje de la economía en unos pocos sectores. Si la crisis de 2008 sirvió para espolear un replanteamiento del ladrillo, esta puede ser una oportunidad para repensar qué hacer con el enorme peso que tiene el turismo. Normalmente es una bendición, pero esta vez, las tornas han cambiado.