Internacional

De quién depende Boris Johnson para sacar adelante el acuerdo del Brexit en el Parlamento

  • Carrera contrarreloj del primer ministro para recabar apoyo para la votación
  • Una derrota no sería letal, ya que le otorgaría munición electoral ante las generales
  • El Parlamento abre un sábado por primera vez desde la Guerra de las Malvinas
El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson. Autor: Reuters.
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Boris Johnson se ha embarcado en una carrera contra el tiempo para asegurarse los apoyos suficientes para alcanzar la cifra mágica de 320 diputados a favor en la crucial votación del acuerdo del Brexit que tendrá lugar mañana en el Parlamento británico, que abre sus puertas un sábado por primera vez desde la Guerra de las Malvinas. Todo ello si una enmienda presentada por los tories rebeldes no aplaza la votación, ya que quieren pedir una prórroga. 

Transcurridos 37 años desde entonces, la batalla en esta ocasión es táctica y, constatado que no puede contar con las tropas unionistas del DUP, el primer ministro depende de su poder de persuasión entre los eurófobos que habían provocado la caída de su sucesora y, necesariamente, de una rebelión en las filas laboristas.

La práctica totalidad de la oposición prevé rechazar la propuesta sellada este jueves en Bruselas, por considerar que es peor todavía que la que había negociado Theresa May. Dados los 287 escaños que pueblan las bancadas conservadoras y que no todos están garantizados, el respaldo de independientes será tan crucial como la capacidad de atraer al mayor porcentaje de los 19 diputados del Laborismo que, hace apenas semanas, habían remitido una carta a las autoridades comunitarias para informar de su intención de amparar cualquier acuerdo.

Con todo, lo primero que Johnson tiene que afianzar es el soporte interno y los satélites que todavía orbitan en torno a su partido. Un total de 28 miembros del euroescéptico Grupo de Investigación Europea (ERG, en sus siglas en inglés) se opusieron al pacto inicial en las tres ocasiones en que se había presentado en Westminster, una obstinación que les valió un apelativo que llevan con orgullo: los espartanos.

Las frecuentes visitas de sus cabecillas a Downing Street esta semana revela la importancia que el premier otorga a su aval y, de momento, este cuenta con el refrendo de que ninguno se ha posicionado en contra. Aunque tienen previsto reunirse mañana antes de la apertura de la sesión para decidir la dirección del voto, la música parece sonar al compás de Johnson, gracias, fundamentalmente, a dos ambiciones clave para el núcleo duro tory: la promesa de futura desregularización y el claro endurecimiento del Brexit contenidos en el documento firmado con los Veintisiete.

Adicionalmente, el Número 10 ha puesto notables expectativas en parte de los 21 parlamentarios expulsados en septiembre por unirse al motín que facilitó la aprobación de la denominada Ley Benn, es decir, el texto que obligará a Johnson a solicitar una demora del divorcio mañana mismo, si el acuerdo resulta derrotado. Para la mayoría, podría constituir un puente para regresar a su hogar ideológico, pero habría una notable división sobre cómo proceder, ya que algunos consideran necesario un mayor escrutinio y serían reacios a entregar un cheque en blanco sin un análisis en profundidad.

Cabe esperar que el veredicto sea extremadamente ajustado y en Downing Street calculan que la diferencia podría ser de entre tres y cinco votos

De hecho, uno de los motivos por los que nadie, ni siquiera el Gobierno, se atreve a anticipar el resultado de mañana es por el volumen de diputados que no se han decidido todavía. Lo que sí cabe esperar es que el veredicto sea extremadamente ajustado, en Downing Street calculan que la diferencia podría ser de entre tres y cinco votos.

Si se salda a su favor, Boris Johnson habría completado una de las maniobras políticas más extraordinarias en la historia reciente de Reino Unido, ya que materializaría su promesa de Brexit el 31 de octubre y, crucialmente, lo haría de manera ordenada. De perder mañana, sin embargo, la derrota no sería total, ni tampoco letal, puesto que, pese verse forzado a solicitar un retraso de la ruptura, quedaría refrendado por una trascendental narrativa electoral ante las generales que se dan por hechas, o incluso ante el menos certero segundo referéndum.

Así, Johnson podría presentarse victorioso ante la ciudadanía, reivindicar que ha logrado lo que se daba por imposible y culpar al Parlamento de la parálisis. Como consecuencia, ganaría una poderosa munición en las urnas, basada la demanda de más apoyo en Westminster para completar la salida y, a continuación, poder dedicarse a una agenda doméstica que lleva años relegada por el monopolio del Brexit.

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