Internacional

La polémica de Groenlandia provoca una crisis diplomática sorpresa entre los aliados históricos EEUU y Dinamarca

  • El Gobierno danés ha optado por mantener una casi imposible diplomacia con Trump
  • La Corona de Dinamarca alega "sorpresa" ante la cancelación de la visita oficial
  • Dinamarca es un socio firme de EEUU en materia militar y de comercio
Paisaje de Groenlandia. Imagen: Dreamstime.

Diplomacia es una palabra clave para Dinamarca y sus ciudadanos. El complejo de país pequeño marca el carácter de esta nación escandinava de 5,5 millones de personas, poco más que la Comunidad Valenciana. Las buenas relaciones exteriores para garantizar su economía y seguridad nacional llevan guiando el éxito en el país en las últimas décadas. Sin embargo, Donald Trump ha vuelto a demostrar su infinita capacidad para ocasionar crisis internacionales donde no las hay, probando que incluso a los perfectos e imperturbables daneses también se les puede hacer torcer el gesto.

En siete días, el presidente de EEUU ha conseguido enfurecer a la población de uno de sus históricos y más estrechos aliados europeos por una idea rocambolesca que pasó de parecer una broma a tomar la forma de insulto a la Corona danesa. El interés de Trump en la compra de Groenlandia, la mayor isla del mundo con un estatuto de autonomía propio y dependencia danesa en algunas materias, se ha convertido en un chiste que, desde The New York Times han resumido a modo de diálogo de película de Peter Sellers. La que sigue podría ser una posible versión a la española, más inspirada en el teatro de Mihura:  

-Trump: Me gustaría comprar Groenlandia. 

-Mette Frederiksen, primera ministra danesa: (silencio)

-Trump: Tranquilidad, que esto es como una operación inmobiliaria muy ventajosa para Dinamarca y además no voy a construir una Torre Trump en medio de las casitas de colores. 

-Frederiksen: Groenlandia no está en venta, es de los groenlandeses. La idea es absurda.

-Trump: Así no se le habla a América. Cancelo mi visita programada para dentro de dos semanas a Dinamarca hasta nuevo aviso porque no queréis ni plantearos la venta de Groenlandia.  

-La reina Margarita: Esto es una sorpresa. 

-Frederiksen: No hay crisis, Trump será bienvenido a Dinamarca cuando quiera. 

El surrealismo está servido. El estupor y la indignación entre los ciudadanos daneses, groenlandeses y sus representantes políticos, también. Eso sí, en las últimas horas, tras el anuncio de que se pospone la visita presidencial estadounidense a Dinamarca, son los políticos de perfil más bajo, como exmiembros del Gobierno o portavoces parlamentarios de partidos que no están actualmente gobernando los que se han expresado más libremente. En la Corona y en el Ejecutivo, la exquisita diplomacia danesa se ha vuelto a imponer, pese a las formas chabacanas emitidas a golpe de tuit desde Washington. 

El ex primer ministro danés Thorning-Schmidt se preguntó si la cancelación de la visita se trataba de una broma y la calificó de insulto hacia los ciudadanos de Dinamarca y Groenlandia. "¿Están a la venta territorios de Estados Unidos? ¿Alaska? Por favor, muestre respeto", espetó en otro mensaje el exministro de Empresas, Rasmus Jarlov. 

Pernille Skipper, portavoz de la alianza de izquierdas en el Parlamento danés ha tachado a Trump de "petulante e irrespetuoso", y su compañero del Partido Popular Danés, Soren Espersen, ha pedido que la visita se cancele de modo definitivo en vez de que sea aplazada: "Aquí estamos muy ocupados con otras cosas". 

Probablemente, quien mejor ha resumido todo el escenario levantado por Trump en las últimas horas ha sido Kristian Jensen, exministro de Finanzas: "Hemos pasado de una gran oportunidad de estrechar relaciones entre aliados a una crisis diplomática", ha escrito en su cuenta de Twitter. 

Los daneses no quieren oír hablar de crisis

La Corona danesa y el Ejecutivo repelen la palabra crisis. Desde el gabinete de la reina Margarita II se han limitado a comentar que la noticia de la cancelación de la visita ha supuesto "una sorpresa". Después de todo, el presidente Trump viajaba a Dinamarca como invitado de la monarca y se había preparado una cena de Estado para agasajarle. En el Gobierno, la recientemente elegida primera ministra Mette Frederiksen también ha recurrido a la elegancia -extrema- escandinava. Después de mostrar su asombro, se ha dado prisa en desactivar cualquier imagen de crisis entre ambos países, asegurando que sus misiones militares conjuntas no se verán afectadas e insistiendo en la estrecha relación de aliados entre Washington y Copenhague. "El presidente americano y los americanos son siempre bienvenidos en Dinamarca", ha concluido.

Mike Pompeo, secretario de Estado de EEUU intentó apagar el fuego en una conversación telefónica con su homólogo danés, Jeppe Kofod, en la que se trató el asunto del "aplazamiento de la visita del presidente" y el "fortalecimiento de la cooperación con el Reino de Dinamarca", según el comunicado oficial de la Casa Blanca al respecto. 

Pese a las buenas palabras de Frederiksen y la construcción de un mensaje oficial con el subtexto de que "aquí no ha pasado nada", los diarios daneses y americanos no han tardado en reflejar el escenario inaudito entre los dos socios. El editorial de este jueves en el New York Times se pregunta si esto "está pasando en la vida real" y concluye que es "aterrador" que Trump demuestre tal "ignorancia en cómo funciona el mundo hasta el punto de que trate a un territorio y a sus ciudadanos libres como mercancía, y que dañe las relaciones con un viejo e importante aliado". Los rotativos daneses esgrimen que los lazos entre Estados Unidos y su país nunca habían llegado a ese punto gélido. 

Una alianza histórica, geoestratégica y comercial

Los motivos para la sorpresa y lo insólito de la situación son evidentes. Dinamarca y EEUU están ligados por un vínculo estratégico y muy estrecho desde que en 1792 Copenhague reconociese la independencia norteamericana y en 1801 se establecieran relaciones diplomáticas con las consiguientes embajadas en sus territorios. En la II Guerra Mundial, Estados Unidos estableció un protectorado temporal en Groenlandia, después de que Dinamarca fuera invadida por la Alemania nazi, para evitar que los de Hitler pudieran llegar hasta la mayor isla del mundo. En los años 50, los estadounidenses llegaron a un acuerdo para levantar una base militar aérea en Thule (Groenlandia), que sigue vigente. 

En las últimas tres décadas, Dinamarca ha demostrado ser un firme aliado de EEUU dentro de la OTAN. Fue el único país escandinavo que apoyó la invasión de Irak. De hecho, en esa guerra fenecieron 43 tropas danesas, una pérdida de alto impacto para un país alejado de los conflictos armados. Además, el Ejército danés ha cooperado en las misiones militares de EEUU en Afganistán, Kosovo, y, más recientemente, en Siria y el Estrecho de Ormuz, foco caliente desde este verano por el enfrentamiento entre norteamericanos e iraníes por el control del petróleo. La implicación danesa en materia de seguridad y lucha contra el terrorismo con EEUU, por tanto, se ha mostrado inoxidable pese a las críticas y a las cuestiones que han suscitado algunas de estas acciones. 

No sólo en lo militar están ligadas ambas naciones. En materia comercial, Washington es el mayor socio no europeo para los daneses: Estados Unidos supone un 5% de su comercio total de mercancías. 

Desde la época de Clinton, que visitó Dinamarca varias veces, todos los presidentes norteamericanos han acudido, al menos, en una ocasión al país escandinavo, tanto Bush como los Obama. Las visitas se han producido de modo recíproco por parte de primeros ministros daneses. El último en hacerlo fue el anterior primer ministro, Lars Løkke Rasmusen, que en 2017 se reunión con Donald Trump. 

Los miembros de la Corona también pueden presumir de cierta presencia en EEUU. En 2009, los príncipes herederos Frederik y Maria viajaron al Medio Oeste para visitar los asentamientos daneses existentes en Iowa y Nebraska. 

La compra de la mayor isla del mundo por motivos geoestratégicos y de riqueza mineral por parte de Estados Unidos, sin embargo, ha empañado años de un vínculo casi perfecto. El presidente Truman ya se empeñó en la infructuosa compra de Groenlandia en los años 40, por la que llegó a ofrecer al Gobierno danés 100 millones de dólares. Curiosamente, los daneses ya habían vendido otras islas a los norteamericanos. En 1917 se deshicieron de las llamadas Indias Occidentales Danesas, que pasaron a manos de EEUU con un nuevo nombre, las Islas Vírgenes. Pero los tiempos han cambiado. Y la diplomacia, para sorpresa de los daneses, también.

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