Industria

Guardian abandona Euskadi: Las razones ocultas de su marcha

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Guardian Glass ha decidido dejar de producir en Euskadi y poner fin a una presencia industrial que comenzó en 1985 con la adquisición de Vidrieras de Llodio (Villosa), fábrica de vidrio plano propiedad de la familia Delclaux. La noticia del cierre de la planta alavesa ha caído con un jarro de agua fría en el ámbito institucional y sindical; un cese que dejará en la calle a más de 170 trabajadores y que supone un nuevo golpe económico para la comarca.

La multinacional justifica su decisión por la baja carga de trabajo y por un horno que precisa de una inversión que no considera rentable. Pero hay piezas que no acaban de encajar en este puzle, entre ellas el plazo inicial dado para su salida de seis meses y el anuncio dos días después que apagará el horno definitivamente el 3 de febrero.

En ese intervalo de 48 horas, el Gobierno vasco mostró primero su sorpresa por la "drástica" decisión y después se comprometió a buscar una solución industrial "con estos u otros propietarios", explicó el lehendakari, Imanol Pradales. De hecho, el Ejecutivo se reunió en diciembre con Guardian y no se le trasladó ni un indicio de este posible cierre.

Lo cierto es que Guardian pisa el acelerador para su salida de Euskadi y el apagado del horno impedirá su continuidad y la de cualquier otro proyecto. ¿Por qué razón una compañía después de 40 años baja la persiana de la noche a la mañana sin diálogo institucional? ¿Son insalvables realmente el horno y la actividad de Llodio? ¿Hubo en el pasado oportunidad de asegurar la continuidad?

Fuentes conocedoras de la realidad empresarial de Guardian consultadas por elEconomista.es aseguran que el principio del fin de la planta alavesa se empezó a gestar muchos años atrás: en 2012, y nos explican las razones ocultas que han llevado al declive a un negocio industrial de éxito.

Desde la llegada de la multinacional a Euskadi y durante 25 años se sucedieron las inversiones, el crecimiento y los avances tecnológicos. Guardian pone en marcha la tecnología de vidrio flotado, moderniza la fábrica y decide construir una segunda planta en Tudela (Navarra) en 1992, con una inversión a valor actual de 150 millones. En 1996 se reforma Llodio y se amplía y reconstruye el horno, con un coste de 60-70 millones.

En ese momento, para garantizar el futuro de la planta alavesa se decide diversificar su actividad y apostar por vidrio de mayor valor añadido, mientras Tudela se encarga de fabricar los grandes volúmenes dirigidos al sector de la construcción, porque tiene un horno más grande.

La planta alavesa llegó a producir 1,5 millones de parabrisas en 2010 y tuvo una red de 150 talleres de reparación

Así, se configuraron tres divisiones: vidrio base, automoción y vidrio solar, lo que permite a Llodio salir del producto de masa y centrarse en el valor añadido, debido a la capacidad limitada de su horno.

La planta alavesa fabricaba 200.000 parabrisas para el recambio de automoción y llegó a producir 1,5 millones en el año 2010. Guardian contaba también con una red de 150 talleres y reparaciones de parabrisas y fue la primera compañía en poner en marcha una red de esas características.

Esa época dorada se ve truncada con la muerte del propietario de Guardian, William Davidson, en 2009. Ante la falta de sucesión familiar, el equipo directivo decide buscar un inversor industrial privado. Encuentran este socio en Koch Industries, conglomerado de empresas estadounidenses con sede en Wichita. Guardian era un pez pequeño para ese mar.

Cambio de propiedad

En 2012 cambia la propiedad de Guardian y se producen modificaciones sustanciales, entre ellas, el cambio en la política empresarial. Se pasa de una dirección que dejaba autonomía a las fábricas y unidades de negocio y se centraba en la coordinación, supervisión y acompañamiento, a asumir a miles de kilómetros de distancia todas las decisiones estratégicas y operativas.

Otra decisión inmediata fue cerrar la unidad de solar, lo que supuso el primer varapalo para la supervivencia de Llodio. Esta decisión se unió a la negociación del convenio colectivo, que no dejaron en manos de la dirección local y acabó en una huelga. Guardian Llodio tenía ya 1.000 trabajadores y un negocio de 160 millones.

Ni la conflictividad, ni el coste laboral, ni ETA pudieron con Guardian Llodio y sí una dirección centralizada a miles de kilómetros

A estos hechos siguieron las desinversiones y ventas de unidades de negocio: la actividad de recambio, la de parabrisas -que pasa a manos de Car Glass-, centros de distribución, etc. hasta quedarse con el vidrio solado, inviable a largo plazo.

Ni la conflictividad, ni el coste laboral, ni el terrorismo de ETA pudieron con Guardian Llodio y sí una dirección centralizada a miles de kilómetros que no entendía la realidad de la planta vasca. A ello se unió la falta de seguimiento y vigilancia de las autoridades locales y regionales sobre los compromisos adquiridos por la nueva propiedad.

De hecho, se perdió una oportunidad de oro hace dos años para recuperar la actividad de parabrisas Glavista, que compró un fondo suizo y fue a concurso. Hubo un proyecto de recompra que pidió la aceptación de Guardian, dueño del terreno, que negó y que tampoco encontró el apoyo de las diferentes instituciones vascas.

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