
El regreso de la volatilidad al mercado pone en valor a la gestión activa, sobre todo en los plazos cortos y para perfiles de inversión con fuerte aversión al riesgo.
La gestión pasiva, aquella que se limita a replicar lo que hace un índice de referencia, sigue protagonizando un auténtico culebrón en España a cuenta de su fiscalidad. Hace dos años BlackRock lanzó una consulta a Tributos preguntando si los ETF comunitarios podían tener el mismo tratamiento fiscal que los fondos de inversión, la respuesta fue que sí aunque no ha sido hasta ahora, con Allfunds e Inversis adaptando sus plataformas tecnológicas para poder tratar al ETF como fondo. La mala noticia es que ese tratamiento vuelve ahora a estar en entredicho después de que el Gobierno haya incluido en un anteproyecto de ley la norma de que los ETF comunitarios tributen como los españoles, es decir, que su fiscalidad sea la de una acción y no la del fondo. A la espera de ver el desenlace de este culebrón, la pregunta que debe hacerse todo inversor es qué situaciones le conviene decantarse por un producto de gestión pasiva o por otro de gestión activa.
La respuesta no es sencilla ya que la idoneidad de uno u otro depende del plazo de inversión, del activo donde se invierten del contexto de mercado, y sobre todo del perfil que tenga cada inversor. Por ejemplo, la estadística demuestra que a plazos de inversión largos son pocos los fondos de gestión activa que ya no solo no baten a sus indices sino que tampoco consiguen hacerlo mejor que los fondos indexados de su categoría. "Si inviertes a largo plazo, olvídate de la gestión activa", recomienda Fernando Luque, editor en España de Morningstar. Y para justificar esta declaración tan tajante se basa en las conclusiones que arroja Morningstar European Active/Passive Barometer que entre otras cosas dice que en más de la mitad de las categorías que recoge la herramienta, el ratio de éxito de los gestores activos ha sido inferior al 25 por ciento sobre el total. Una cifra que está muy en línea con los resultados del estudio SPIVA que realiza anualmente Standard & Poor's y que tanto saca los colores a la industria ya que en su última actualización se ve que a medida que aumenta el plazo de inversión, lo hacen también los gestores que incumplen el gran objetivo que persigue cualquier gestor, el de batir a su índice de referencia -ver gráfico-. Al fin y al cabo, según explica Martín Huete, socio fundador de Finizens, "a largo plazo el 90 por ciento de la rentabilidad de la cartera depende de la asignación de activos, el 8 por ciento de la selección y el 2 por ciento del market timing".
Aun así, lo cierto es que ese ratio de éxito de los gestores puramente activos, los que buscan batir a sus índices de referencias para justificar las mayores comisiones que cobran, no solo varía en función del plazo de la inversión sino también del mercado al que se intenta batir. "La gestión activa suele obtener mejores resultados cuando los mercados son ineficientes o existe una menor indiferenciación en los datos. Los periodos en los que la dispersión es elevada también dan a los gestores activos más oportunidades para demostrar su valía. No es ningún secreto que la reciente racha alcista en la bolsa estadounidense ha sido increíblemente negativa para los gestores activos, ya que la dispersión ha descendido y las mayores empresas también han sido las que mejor se han comportado", afirman desde Fidelity. Ignacio Perea, director de inversiones de Tressis puntualiza esa afirmación y pide diferenciar también ya no solo por mercados sino por segmentos ya que "la posibilidad de batir a los índices en segmentos como el de pequeñas y medianas compañías en Europa es mucho más sencillo que hacerlo en el segmento de las grandes empresas".
Y los datos avalan ambas reflexiones ya que según ese estudio de SPIVA al que tanto recurren los defensores de la gestión pasiva, a largo plazo (10 años) solo un 3 por ciento de los gestores europeos de bolsa estadounidense, el mercado más grande y, por tanto, más eficiente del mundo, ha logrado hacerlo mejor que su índice de referencia, mientras que esa cifra aumenta hasta niveles del 20 por ciento en lo que respecta a la bolsa española donde no es casualidad que sean los fondos de autor, con carteras muchos de ellos concentradas en pequeños y medianos valores, los que más alpha han generado en una década en la que quien solo se indexara al índice habría perdido un 9 por ciento de su dinero, que es lo que se ha dejado el índice en los últimos diez años.
El cambio de contexto obliga a tener gestión activa
Además, si en algo coinciden los expertos consultados es que los buenos resultados que ha tenido en general la gestión pasiva en los últimos años o los malos que ha desempeñado en muchos mercados la activa -según se mire- tienen mucho que ver con el ciclo alcista que han experimentado ya no solo la renta variable sino también la renta fija que, al calor de los estímulos monetarios que han recibido por parte de los bancos centrales a uno u otro lado del Atlántico, ha dado a los inversores rentabilidades de dos dígitos sin asumir apenas ningún riesgo. Pero esa fotografía ha cambiado mucho en los últimos meses, donde el aumento de la volatilidad y los nuevos riesgos geopolíticos están obligando a los inversores a reencontrarse con esa discriminación de activos que tan desaparecida ha estado del mercado en la última década. Al fin y el cabo, si algo han dejado claro las correcciones de las bolsas de las últimas semanas es la idea de que el final del actual ciclo económico está cada vez más cerca, como defiende el 85 por ciento de los encuestados por Bank of America Merrill Lynch.
"El nuevo paradigma de liquidez agrava la polarización de las rentabilidades, tanto en el plano geográfico como en el sectorial. Esta polarización constituirá un nuevo telón de fondo para los mercados que exigirá a los inversores hacer gala de una selectividad extrema. Nos encontramos pues ante el fin de la gestión pasiva", afirma Didier Saint Georges, miembro del comité de inversiones de Carmignac. De hecho, según recoge Allianz Global Investor en un estudio que lleva por nombre Three reasons to be active, en periodos de correcciones bursátiles como el que se vio entre 2000 y 2002 -burbuja de las puntocom- o en los años 2008-2009 -crisis financiera- los gestores de fondos de largas compañías estadounidenses superaron a los fondos pasivos en 471 y 100 puntos básicos respectivamente. "Cuando crece la volatilidad, los gestores activos pueden infraponderar en sus carteras algunos activos o moverse a liquidez mientras que los inversores pasivos tienen una desventaja cuando los mercados se vuelven complicados", explican en el informe, lo que dispara la divergencias en cuanto a las rentabilidades que se consiguen sobre todo en plazos cortos.
Esa disparidad de las rentabilidades se amplía, además, en el caso de los activos más aptos para inversores conservadores. Se ve en el comportamiento que están teniendo los fondos mixtos, los grandes superventas de este año en España, con independencia del riesgo que asuma ya que el gap entre el mejor y el peor llega incluso a alcanzar los 20 puntos básicos. "Para productos conservadores veo mucho más sentido comprar gestión activa que pasiva ya que tiene mucho sentido en estrategias de multiactivos", afirma Víctor Alvargonzález, socio fundador de Nexstep. "La gestión activa y pasiva están llamadas a convivir y para ver si una es mejor que la otra hay que analizar mucho el momento de ciclo en el que nos encontramos ya que estamos en un momento en el que el gestor puede aportar mucho valor a la cartera", afirma Paulo Gonzálvez desde el servicio de estudios de Banca March.
Más teniendo en cuenta que la expectativa de rentabilidad para los próximos años es muy inferior a la que hemos visto en los últimos. En concreto, según recogen en Robeco en el periodo 2019-2013 la máxima rentabilidad a la que podrá aspirar un inversor es del 4,50 por ciento anual. Y eso solo si eleva al máximo su riesgo y se decanta por la bolsa emergente ya que si opta por la inversión más conservadora, la deuda pública alemana, lo esperable es que pierda un 1,25 por ciento cada año los próximos cinco.