
Tres datos avisan del cambio de ciclo económico en España: a) bajada del turismo; b) el aumento del déficit exterior, desaceleración del crecimiento de exportaciones y aumento de importaciones; y c) repunte progresivo de la inflación. El comercio internacional se resiente. La política autárquica de Donald Trump, eso sí eficaz para EEUU, reduce las expectativas de países como China y, en consecuencia, baja la inversión a nivel mundial lo que ralentiza el crecimiento de Europa, gran exportador de bienes de equipo. El Brexit añade más incertidumbre a las expectativas de nuestros principales clientes; nuestras exportaciones crecerán menos. La subida del precio del petróleo encarece nuestra factura energética y, en consecuencia, aumenta la inflación vía coste de energía, dada la dependencia de España del exterior en materia energética.
En estas circunstancias el Gobierno ha decidido aumentar las rentas de los asalariados vía sueldos, según él, para devolverles parte del crecimiento. La idea parece buena, el problema es su aplicación. En un momento de cambio de ciclo solo sería aconsejable si se basa en el aumento de la productividad. Pero si se hace indiscriminadamente ceba la inflación. Eso ocurre con el alza de los salarios de los funcionarios que anuncia el Gobierno socialista en sus presupuestos o de las pensiones. También por la aplicación de convenios sectoriales en contra de la Reforma Laboral de 2012. A corto plazo con esas subidas crece el consumo interno. Pero el aumento de la capacidad de compra de esos asalariados será absorbido por la subida de precios, reduciendo los beneficios de las empresas, al no ligar el incremento del coste salarial a la productividad.
En esas condiciones el ajuste del mercado de trabajo se volverá a hacer como a inicios de la crisis de 2008: vía desempleo. Este otoño ya marcará la tendencia con la reducción del aumento de puestos de trabajo y el crecimiento del paro. La economía española volverá a sus andadas y eso aumentará la dificultad de equilibrar las cuentas de la Seguridad Social. El déficit público se resentirá; la UE pedirá ajustes reduciendo el prestigio de la Hacienda española lo que aumentará la prima de riesgo.
Además es probable que el BCE aumente los tipos de interés por la inflación de la zona euro y la presión de la política de la Reserva Federal americana. Eso y la subida de la prima de riesgo creciente aumentará el servicio de la deuda pública que no se reducirá para financiar los aumentos de las pensiones. Vuelta a las andadas. Mientras tanto el Gobierno está dedicado a intentar ganar las elecciones aumentando el déficit. Pero si espera demasiado, los efectos antes anunciados serán evidentes y perderá electores. En resumen: Pedro Sánchez debe adelantar elecciones, incluso por su propio bien electoral.