
La reunión del Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal de los Estados Unidos acaecido este pasado miércoles, ha puesto el punto final a la etapa de Janet Yellen al frente de una de las instituciones monetarias más poderosas del mundo.
Sin embargo, aunque en el último momento Yellen ha cumplido su palabra, su mandato probablemente no será recordado como el más brillante ni tampoco como el más audaz a la hora de emprender el camino de la normalización monetaria. Pero para ser justos, hay que reconocer que Yellen recibió un legado muy complejo de manos de su predecesor Ben Bernanke, del cual ha logrado "salvar los muebles" del dólar, y correr con el coste político de ser la primera que subió los tipos de interés.
Desde la llegada de Yellen a la presidencia de la Fed en febrero de 2014, el dólar se ha apreciado cerca de un 15% con respecto a la cesta de divisas que contempla el Bloomberg Dollar Index. Es decir, durante su mandato, ha frenado, siquiera en parte, la sangría de poder adquisitivo que el dólar sufre desde la misma creación de la Fed en 1913. Sin embargo, el consumidor medio americano no ha experimentado dicha ganancia de capacidad de compra sino más bien lo contrario, por mucho que la Fed siga empeñada en mostrar una "inflación baja" medida por el Índice de Precios al Consumo (IPC).
Así lo muestran los últimos datos de vivienda correspondientes al mes de septiembre a través del índice S&P Case-Shiller de precios de vivienda: desde febrero de 2012, el índice se ha disparado en términos acumulativos un 45,52% o, lo que es lo mismo, el precio de la vivienda crece a una tasa anual media del 7,79%. El calentamiento de los precios inmobiliarios se ha producido especialmente entre los últimos meses de mandato de Bernanke y la llegada de Yellen, cuando el tipo hipotecario fijo a 30 años bajó un punto porcentual hasta el 3,5% en el verano de 2016 coincidiendo con las primeras subidas de los tipos oficiales. A partir de ahí, se ha ido produciendo un repunte hasta el entorno actual del 4% según muestra la agencia hipotecaria pública Freddie Mac.
Esta realidad del mercado de la vivienda, junto al crecimiento de los salarios en el entorno del 2,5% anual como reflejan los últimos datos de nóminas no agrarias de noviembre, contradice la versión oficial de la Fed reticente a reconocer que existe una inflación oculta no recogida por el IPC. Escasean las estimaciones quitando la enorme influencia bajista que sobre el agregado de precios ejerce la energía abundante y barata que Estados Unidos está produciendo y tampoco la inflación subyacente lo está recogiendo de forma adecuada.
La propia Yellen ha reconocido que la inflación, según sus últimas declaraciones, es la única tarea que no ha podido cerrar en su mandato. Evidentemente parte de la convicción -errónea- de que el IPC está reflejando la realidad de los precios de la economía americana cuando esto no es así. En cualquier caso, sí que ha conseguido cerrar su mandato con cifras de crecimiento económico y empleo muy superiores a las que encontró en febrero de 2014 y una senda marcada de subida de los tipos de interés para 2018, concretamente tres más.
Aunque un banquero central quiera "apuntarse el tanto" del crecimiento, la realidad es que ni la Fed era consciente del dinamismo oculto de la economía americana hasta hace muy poco tiempo.
En los próximos tiempos, lejos de los analistas que vaticinaban una recesión ya en 2017, van a conjugarse dos elementos de gran importancia que formarán una "ola" a la que se subirá el próximo presidente Jerome Powell: tipos de interés por encima del 2% y una importantísima bajada de los impuestos directos impulsada por el presidente Trump, combinada con una reforma de la arquitectura regulatoria en el terreno financiero.
De hecho, el riesgo más evidente que puede aparecer es el de sobrecalentamiento en una economía que lleva casi diez años de crecimiento continuado y sin caer ni un sólo año en recesión. Como muestra la regla de Taylor para la economía estadounidense, el output gap está muy cerca de cerrarse. Por tanto, una política de reforma fiscal como la actual y la subida de los tipos de interés, conseguirán en última instancia poner los motores de la economía norteamericana a su máxima velocidad.
Está por ver que este proceso se haga de forma equilibrada reduciendo el déficit y la deuda tanto interna como externa (incluyendo el déficit de la cuenta corriente) para que a largo plazo no se conviertan en las causas de una nueva crisis.
Aquí será importante el papel de un Banco Central disciplinado -como parecen indicar las primeras declaraciones de Powell- y una Administración conservadora que se espera con los contrapesos a Trump dentro del propio Partido Republicano.