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Urge prepararse para el fin de la era 'QE'

  • La repercusión en los mercados será honda; el sector bancario encogerá
  • Los emergentes tomarán de nuevo la delantera en el crecimiento global

Pedir prestado, como diría T.S. Eliot, es terminar, no con una explosión, sino con un lamento. Se dice que el Banco Central Europeo baraja descartar su amplio programa de flexibilización cuantitativa. El Banco de Japón ha comenzado un ejercicio sutil de desintoxicación de su economía frente a su dosis mensual de dinero impreso. En Reino Unido, la nueva primera ministra Theresa May ha indicado que no está de acuerdo con que extraer más libras de la imprenta sea la respuesta a todos los problemas del país. Y la Reserva Federal, por supuesto, dejó hace mucho la flexibilización cuantitativa y continúa sobre la senda del aumento de los tipos de interés.

¿Qué conclusión se extrae de todo esto?: que el experimento de ocho años con flexibilización cuantitativa (QE, según sus siglas inglesas) está llegando gradualmente a su fin. No sucederá de un día para otro pero cada uno por sus propias razones, los grandes bancos centrales están cerrando sus programas. Por supuesto que el Banco de Nueva Zelanda o el Norges Bank pueden ponerse a imprimir dinero pero cuando ninguno de los cuatro grandes empuje la flexibilización cuantitativa con la misma determinación con que lo han hecho desde 2008, se habrá acabado en efecto.

Las repercusiones serán masivas en los mercados financieros que se han vuelto adictos al dinero impreso. Por ejemplo, esperen que el sector bancario encoja todavía más. Los bancos centrales participarán mucho menos en los mercados de activos y el crecimiento real importará mucho más que el dinero en papel, por lo que los mercados emergentes superarán a los desarrollados otra vez.

Tras el colapso del sistema bancario, los bancos centrales lanzaron programas de flexibilización cuantitativa a escala masiva (el Banco de Japón ya lo había hecho mucho antes). Los economistas debatirán durante décadas si ha sido efectivo o no. Lo que sabemos es que casi todas las grandes economías apenas se estabilizaron y no se repitió la Gran Depresión, la inflación no se escapó del control como tantos creían que haría, y los mercados de activos recuperaron su ímpetu bastante pronto y se embarcaron en una carrera alcista que ha acabado siendo una de las más largas. Lo que hubiese ocurrido sin ello jamás lo sabremos pero quizá hubiera sido mucho peor de lo que ha sucedido al final. La flexibilización cuantitativa se diseñó para emergencias y esta sí que ha sido larga. Pese a ello, hay señales claras de que se está acabando.

El Banco de Japón modificó su programa de flexibilización cuantitativa en lo que denominó "flexibilización cuantitativa y cualitativa con control de la curva de rendimiento". Quizá suene más sencillo en japonés pero para muchos economistas centrarse en la curva de rendimiento significa en efecto que habrá unos niveles más bajos de estímulos. El BCE llegó a la fiesta más tarde que otros bancos centrales y quizá se marche antes también. Se han publicado informes en el mercado que aseguran que podría reducir su programa cuando finalice en marzo de 2017. El BCE lo ha negado enseguida pero el hecho es que la idea sigue ahí y parece claro que se está discutiendo.

En Reino Unido, May indica que su Gobierno ha enfriado la impresión de dinero incluso después de que el Banco de Inglaterra aumentase el programa nada más celebrarse el referéndum del Brexit. En su discurso en la conferencia del partido conservador, defendió que la flexibilización cuantitativa y los tipos de interés de casi cero no habían servido de mucho para el ciudadano de a pie y tenían que cambiar. No era exactamente una luz verde para imprimir más dinero.

Si añadimos el hecho de que la Fed detuvo su programa hace mucho tiempo y, salvo desastre repentino, no tiene visos de reiniciarlo, parece que los mercados deberían prepararse para el mundo postflexibilización cuantitativa. Podrá seguir habiendo estímulos pero seguramente fiscales y no monetarios. Y aunque es improbable que veamos una retirada masiva del efectivo existente, a partir de ahora no se imprimirá tanto. Las consecuencias serán importantes por tres razones.

Una, el sector bancario y financiero se encogerá más aún. La flexibilización cuantitativa puede que no haya servido tanto como se esperaba a la economía real pero una marea de dinero nuevo ha ayudado sin duda a la industria financiera. Los megabancos se apuntalaron sobre dinero barato y los fondos de cobertura y corredores de divisas se mantuvieron a flote jugando al acarreo (pedir prestado mucho dinero donde se imprimía y colocarlo donde no). La flexibilización cuantitativa podría haber mantenido vivo el sector bancario tradicional mucho después de su fecha de caducidad natural.

Su término acelerará su declive. Dos, los bancos centrales serán mucho menos influyentes a la hora de marcar el tono del mercado. En la última década, lo único que a los inversores les ha importado era qué banco central iba a dar un paso al frente con la siguiente ráfaga de dinero impreso. Se especulaba sin fin para anticipar los movimientos y averiguar las consecuencias exactas. Sus líderes adquirieron apodos afectuosos (Súper Mario, Helicopter Ben o Mark Carnage) entre los agentes. Después de la flexibilización cuantitativa, todo eso se quedará a un lado y los jefes de Gobierno y ministros encargados de la política fiscal serán mucho más influyentes.

Por último, el crecimiento real retomará su ritmo natural como impulsor de los mercados. Uno de los efectos colaterales más extraños de la flexibilización cuantitativa es que los índices del mundo desarrollado solían superar a los del mundo en desarrollo. No tenía mucho sentido. Precisamente son Europa Occidental, Estados Unidos y Japón los que están atascados en un crecimiento bajo, grandes deudas y floja productividad.

Los mercados emergentes puede que no crezcan tan deprisa como antes pero siguen acelerando a un ritmo muy superior que el de las economías maduras. Sin el estímulo artificial de la flexibilización cuantitativa, esos diferenciales empezarán a reafirmarse. Deberíamos esperar que las nuevas economías vuelvan a desbancarlas y será un dato bueno.

Nunca sabremos con certeza si la flexibilización cuantitativa ha servido de mucho para mejorar la economía real o no pero los mercados financieros por lo menos serán muy distintos cuando quede consignada al pasado.

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